Leer en el Pati Llimona
Hace unos d¨ªas fui al Pati Llimona. Hab¨ªa le¨ªdo en la agenda diaria de este peri¨®dico que Jordi Coca iba a hablar de su ¨²ltima novela, Lena. Es una novela magn¨ªfica, transparente, reposada, simple y compleja a la vez. Transmite la chispa que surge entre la melancol¨ªa de los largos d¨ªas del verano polar sueco, donde sucede, y el calor de la pasi¨®n que se establece. Se la recomiendo. Pero lo que me llevaba al Pati Llimona era otra cosa: quer¨ªa ver si Coca explicaba un poco c¨®mo hab¨ªa convivido m¨¢s de 20 a?os con Lena, la protagonista de su novela. Con breves apariciones, hab¨ªa tardado todo este tiempo en estar lista. Y mientras tanto, ella hab¨ªa esperado pacientemente a que su autor tambi¨¦n se sintiera preparado para darle la alternativa. Un caso curioso de mutua fidelidad. Cuando llegu¨¦, me encontr¨¦ con que lo que cre¨ªa que ser¨ªa un acto abierto, una disertaci¨®n de un autor calentando motores con vistas a la Diada de Sant Jordi, en realidad no lo era. Se trataba de una reuni¨®n m¨¢s del grupo de lectura que, curso tras curso, funciona en el Pati Llimona. ?ltimamente, dichos grupos proliferan. Todos los centros c¨ªvicos, bibliotecas p¨²blicas, etc¨¦tera, que se animan a organizar uno, nunca fracasan. La cosa es sencilla y barata: unas personas se ponen de acuerdo en leer el mismo libro. Se re¨²nen las veces previstas y ponen en com¨²n su experiencia lectora. Si el organizador es una biblioteca p¨²blica, a menudo incluso proporcionan el libro. Lo prestan durante el tiempo que sea necesario. Si es posible, como colof¨®n, intentan que el autor participe al final del proceso. Aqu¨ª, la colaboraci¨®n de la Instituci¨® de les Lletres Catalanes es muy activa, ya que a menudo subvenciona este encuentro final entre autor y lector. Pocas cosas son tan satisfactorias, desde la humildad del planteamiento, como este tipo de reuniones. El escritor tarda unos minutos en acostumbrarse a la distancia corta y al cuerpo a cuerpo. Da la sensaci¨®n de que ¨¦l baja, los lectores suben y todos juntos se encuentran en una c¨®moda igualdad durante una hora y media. Son dignas de ver todas esas personas de la m¨¢s variada extracci¨®n social, unidas en un inter¨¦s por algo tan sutil y circunstancial como es la lectura de un libro. Delante de m¨ª ten¨ªa a un grupo de adultos, con sus familias, sus trabajos, sus preocupaciones, etc¨¦tera, que decid¨ªan gastar parte de su tiempo libre y de su energ¨ªa, unas tardes al mes, en algo et¨¦reo y claramente improductivo. Me parec¨ªa ver a sus abuelos o bisabuelos, esforzados obreros que despu¨¦s de sus 10 o 12 horas de trabajo a¨²n ten¨ªan humor para ir al ateneo a aprender esperanto.
El grupo de lectura del Pati Llimona lo forman personas de variada extracci¨®n social, unidas por algo tan sutil como es la lectura de un libro
A pesar de ser un intruso, las lectoras y el lector del Pati Llimona me permitieron sentarme entre ellos (eran 11 mujeres y un hombre, buena gente). Es en ocasiones como ¨¦sta cuando comprendes aquello del "tejido social", de la "sociedad civil", etc¨¦tera.
Evidentemente, el mismo d¨ªa, a la misma hora, hab¨ªa mil propuestas culturales distintas en dicho centro c¨ªvico, el cual no es muy diferente de la mayor¨ªa de entidades como ¨¦sta, ya sean p¨²blicas o privadas.
Dec¨ªa el poeta Maragall: "Tots els que de prop o de lluny l'estimin, s¨®n els seus ciutadans perqu¨¨ li donen esperit (...), s¨®n els ciutadans que fan la grandesa de la ciutat, que ¨¦s la ciutat mateixa; perqu¨¨ sense grandesa, sense atracci¨®, sense esperit radiant, pertot arreu pot haver-hi grans aglomeracions de gent i de cases; per¨° no hi ha la ciutat veritable...".
Recordaba esta cita al salir. Me retorn¨® a los d¨ªas de estudio de la teor¨ªa de los conjuntos, particularmente, la de la inclusi¨®n: los restos romanos de hace m¨¢s de 2.000 a?os cobijan al centro c¨ªvico Pati Llimona, el cual cobija decenas de actividades culturales, una de las cuales cobija a estos esforzados lectores sociales, los cuales cobijan a su autor trimestral, el cual ha cobijado durante 20 a?os un personaje, el cual, una vez ha cobrado vida, cobija la esperanza de atrapar a nuevos lectores, los cuales cobijaran mil nuevas posibilidades, entre ellas, las de animar a la creaci¨®n de nuevos grupos de lectura, los cuales vuelvan a cobijar a un autor trimestral, etc¨¦tera. C¨ªrculo cerrado, pues. He aqu¨ª otro compartimento de la ciudad viva. Interseciones e inclusiones de conjuntos. Millones de celdas y celdillas que forman el panal.
Parado en la puerta del Pati Llimona, vi aparecer a un anciano con boina y bast¨®n. Se dirig¨ªa hacia m¨ª. Me apart¨¦ para poder seguirle y ver qu¨¦ era lo que le interesaba de la oferta cultural. Pero el hombre pas¨® de largo. Me hice el encontradizo y le pregunt¨¦ por el centro c¨ªvico. Me mir¨® como si fuera tonto y me dijo que lo ten¨ªa exactamente detr¨¢s, pegado al cogote. Le di las gracias y le pregunt¨¦ si sabia qu¨¦ ofrec¨ªan. "No tengo ni idea", respondi¨®, "no he entrado nunca, cosas del Ayuntamiento, me parece. Algunos domingos hacen puchinelis". "?Y no tiene curiosidad?" El se?or me mir¨® entornando los ojos y dijo: "Pues no", y se fue calle de Regomir abajo, tan tranquilo. Claro que s¨ª. Pens¨¦ de nuevo en la teor¨ªa de conjuntos y en los millones de celdas y celdillas que forman el panal, porque la teor¨ªa de los conjuntos es rica en su variedad. Por suerte.
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