La desgracia de los m¨¢s desgraciados
La bomba que mat¨® el viernes a 53 personas en un mercado estall¨® en uno de los barrios m¨¢s pobres de Bagdad
Sadam Husein paseaba ayer por el barrio shi¨ª de Shoala. Era mec¨¢nico hasta hace dos d¨ªas, se llama igual que el presidente de Irak y tiene 20 a?os. "Quer¨ªa comprar un poco de fruta en el zoco. Eran las seis de la tarde. Vi que hab¨ªa unos ni?os jugando un partido de f¨²tbol. Y otros cr¨ªos estaban mir¨¢ndolos jugar. Ser¨ªan como unos 25. Creo que murieron todos".
Sadam Husein perdi¨® su brazo izquierdo. El misil estall¨® a cuatro metros de una hilera de puestos, dej¨® un boquete de un metro de profundidad y un metro de di¨¢metro. Dej¨® tambi¨¦n 43 heridos y se llev¨® 53 vidas. Lo sorprendente es que sucediera en pleno zoco del barrio shi¨ª de Shoala. Los shi¨ªes son la comunidad m¨¢s numerosa de Irak, la m¨¢s pobre, la m¨¢s desplazada por los sun¨ªes, que pertenecen a la confesi¨®n dominante. Suelen vivir en barrios perif¨¦ricos como el de Shoala donde mujeres y ni?as caminan con unos chadores negros desde la cabeza a los pies. Las piezas de repuesto de los coches se venden en lonas sobre el suelo, las verjas de las casas se sueldan en las calles, la vida se cuece en la calle.
Dentro de Bagdad hay muchas ciudades. A la hora en que suena una bomba, uno ve muchas calles desiertas en las zonas burguesas. Sin embargo, en sitios como Shoala, la gente se lanza al zoco, r¨ªe, grita, pasea, compra y vende como si no mantuviera el pa¨ªs una guerra contra el ej¨¦rcito m¨¢s poderoso del mundo. Se puede pensar que si la situaci¨®n se pusiera verdaderamente peligrosa en Bagdad, lo m¨¢s seguro ser¨ªa irse a vivir a un barrio como el de Shoala.
Hasta las trincheras tienen en Shoala un aire m¨¢s pac¨ªfico. Los milicianos se recuestan en el suelo y toman t¨¦. La guerra parece una cosa lejana. Sin embargo, el viernes a la seis de la tarde un misil cay¨® all¨ª. Nadie est¨¢ a salvo de nada.
Ayer por la ma?ana, un d¨ªa despu¨¦s de la masacre, los shi¨ªes volvieron a abarrotar las calles del zoco. Y el caso es que no dejaban de o¨ªrse bombas a lo lejos, como la tarde anterior. Pero ten¨ªa m¨¢s fuerza la vida. Los curiosos quer¨ªan ver el amasijo de hierro en que quedaron convertidos algunos tenderetes, las metrallas sobre las paredes, los autobuses de periodistas, las tuber¨ªas rotas en una ciudad donde nunca sobra el agua potable. "No tenemos miedo de los norteamericanos, nos vamos a vengar", dec¨ªa uno de los pocos transe¨²ntes que chapurreaban ingl¨¦s. La mayor¨ªa sonre¨ªa a los brigadistas espa?oles y periodistas. Pero una mujer, que tal vez no distingui¨® ni qui¨¦nes eran ni de d¨®nde ven¨ªan todas esas personas en el autob¨²s con pinta de extranjeros, se llev¨® un dedo al cuello en se?al amenazante. Otros muchachos se sentaban en cuclillas sin ganas de mirar ni hablar.
En el hospital del barrio Al Nur (La Luz, en ¨¢rabe) reposaba Sadam Husein. Cuando el doctor Mahmud Shihad comentaba a los periodistas, en ingl¨¦s, que al centro hab¨ªan llegado 45 heridos, que durante la noche hab¨ªan hecho 30 intervenciones quir¨²rgicas y que tres heridos murieron en quir¨®fano, un hombre grueso con bigote lo interrumpi¨® hablando en ¨¢rabe y ya no abandon¨® ni al m¨¦dico ni a los periodistas. Cuando nos acercamos a la cama de Sadam Husein y el m¨¦dico le destap¨® el brazo para que se viese que lo ten¨ªa amputado, el tipo grueso dijo que el brazo era una ofrenda al presidente del Gobierno: "Nosotros solemos decir en nuestros c¨¢nticos que vamos a sacrificar por Sadam Husein nuestras almas y nuestros cuerpos. Pues ah¨ª est¨¢".
El hombre de bigote dijo ser el t¨ªo del muchacho. Y se erigi¨® en su portavoz. Cuando se le pregunt¨® al herido cu¨¢les eran sus sue?os, antes y despu¨¦s del atentado, su supuesto t¨ªo dijo: "Los mismos antes que ahora. Nosotros no nos venimos abajo por nada". Solt¨® la misma frase que se repite estos d¨ªas en otros sitios donde mueren civiles: "Bush y Blair vienen desde miles de kil¨®metros, atravesando oc¨¦anos para matarnos. Y dicen que quieren liberarnos. ?Es ¨¦sta la libertad que vienen a darnos? S¨®lo desean las riquezas de Irak. Y despu¨¦s se pelear¨¢n para ver qui¨¦n reconstruye Irak y saca m¨¢s provecho de nosotros".
El otro Sadam Husein, el mec¨¢nico, no hablaba. Miraba un poco extra?ado a tanta gente que hab¨ªa a su alrededor. Las bombas sonaban a lo lejos, pero nadie les prestaba atenci¨®n. En otra sala, varios ni?os de apenas un a?o, yac¨ªan entubados, rodeados de fot¨®grafos.
Al salir a la calle, sobre el horizonte se levantaban un d¨ªa m¨¢s inmensas torres de humo. El Ej¨¦rcito contin¨²a con su t¨¢ctica de prender petr¨®leo. En el barrio de Shoala, como siempre, barro por todas partes y pocos naranjos. En esta ciudad sin flores los naranjos ofrecen el ¨²nico testimonio de la primavera. El barro que trajo la tormenta de arena hace cuatro d¨ªas se hizo el due?o de todo, le puso el mismo color a las cosas: las palmeras, las ambulancias, las estatuas, los balones. Pero sigue habiendo mucha gente en las calles de Shoala.
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