El infierno feliz
Es una novela perdurable 1.280 almas (Pop. 1280), de 1964, ahora en la buena traducci¨®n de Antonio Prometeo Moya, y no permanece por nostalgia necr¨®fila, esa a?oranza que provoca la serie negra cinematogr¨¢fica y literaria: esta novela de Jim Thompson tiene una invencible vitalidad de f¨¢bula medieval, carnal y moral, risue?a. Su h¨¦roe es un tipo cl¨¢sico, uno de esos que se hacen el tonto para ser el m¨¢s listo del pueblo: el sheriff Nick Corey, que cuenta sus cr¨ªmenes con su propia voz. El idiota es lo suficientemente listo para triunfar en una aldea nauseabunda, Pottsville, de 1.280 habitantes. Jim Thompson (1906-1977), de Oklahoma, fue, antes de fabular este infierno con risa de p¨ªcaros, funcionario en la Administraci¨®n reformadora de Roosevelt al final de los a?os treinta, sospechoso de comunismo a principios de los cincuenta y guionista de Stanley Kubrick en Atraco perfecto y Senderos de gloria. La imagen de Thompson que recordaba Kubrick, seg¨²n Michael Herr, era alcoh¨®lica y grande: el m¨¢s duro escritor de la serie negra, descomunal en un impermeable sucio, siempre con una botella en una bolsa de papel. Yo lo recuerdo actor en una pel¨ªcula sobre Adi¨®s, mu?eca, de Raymond Chandler: ?era el gigante que buscaba a la princesa Charlotte Rampling aliado con Robert Mitchum?
1.280 ALMAS
Jim Thompson
Traducci¨®n de Antonio Prometeo Moya
Diagonal. Barcelona, 2003
285 p¨¢ginas. 17 euros
Nick el polic¨ªa anhela la paz y sufre una inagotable cadena de tribulaciones. Cada problema que resuelve le crea problemas mucho m¨¢s graves. Su reino es pac¨ªfico y rural, de padres terribles, torturadores incestuosos: all¨ª la familia es la c¨¦lula madre del mal cotidiano. La comarca prefiere la tranquilidad: no progresa por p¨¦rdida de horas en borracheras y linchamientos y gasto en cuerdas y gasolina para los negros y los blancos pobres. A Nick le aconsejan que sea valiente, trabajador y honrado, pero sabe que para ganar las elecciones resulta preferible la estupidez pasiva. Es un hombre ocupado, entre tres mujeres, y cada mujer es una cruz, tres cruces, un calvario completo. Vago, mentiroso, el tonto m¨¢s listo que nadie, el polic¨ªa desea felicidad, como todos, y la busca: le cuesta dos chulos muertos de un tiro de rev¨®lver en la cara, m¨¢s el marido de su amante, reventado de un escopetazo, m¨¢s un inoportuno que hizo resucitar al muerto y sufri¨® id¨¦ntico destino. El polic¨ªa logra milagros criminales: que dos se liquiden entre s¨ª despu¨¦s de muertos, o que las mujeres que lo matan se maten mutuamente. Y milagros puros: difamar al hombre honorable que le disputa las elecciones sin decir nada contra ¨¦l, s¨®lo defendi¨¦ndolo.
1.280 almas es una sucesi¨®n de divertidas an¨¦cdotas feroces. Nick Corey es un urdidor de historias, en un doble sentido, como narrador y como asesino diligente, ab¨²lico pero dispuesto a desplegar una fren¨¦tica actividad criminal para llegar a ser pl¨¢cidamente feliz. ?C¨®mo terminar¨¢ la vida familiar de este polic¨ªa, cazado por una esposa chantajista profesional, retirada despu¨¦s de la boda y liada con un imb¨¦cil que se hace pasar por su hermano? Marido hogare?o, obligado a tomar desagradables decisiones mortales, el polic¨ªa se consuela con la mejor amiga de su mujer, a la vez que desea a su antigua novia antes de desear librarse del peso de su antigua novia dichosamente reconquistada. Y siempre vive en el temor de que se presente alg¨²n incordio al que redimir de este mundo infernal. No tiene fin el enredo humor¨ªstico en el pueblo trist¨ªsimo: la acci¨®n se suspende en el momento en que va a desatarse un duelo entre dos sheriff.
Son amables y desgraciados los
delincuentes de Thompson, como los de Los timadores, que film¨® Stephen Frears, o la pareja de La huida, aquella pel¨ªcula de Sam Peckinpah, con Steve McQueen y Ali MaGraw, dos novelas principales entre las 27 de Thompson. El h¨¦roe y narrador de 1.280 almas, polic¨ªa criminal, tambi¨¦n es un hombre de afectos, aunque s¨®lo se quiera a s¨ª mismo, el primero en la iglesia los domingos, con la gente respetable, hecha a imagen y semejanza de Dios: no le gustar¨ªa encontrarse con Dios una noche sin luna. Nick tiembla de emoci¨®n cuando piensa en lo maravilloso que ha sido el Creador al hacer un mundo tan feo, mucho peor que el asesinato. En un mundo as¨ª, el crimen es imprescindible para la perpetuaci¨®n del bien general y particular tal como lo conocemos, o as¨ª lo piensan casi todos los h¨¦roes que invent¨® Thompson en su larga vida de novelista, desde los a?os cuarenta. As¨ª lo entiende su amable polic¨ªa Nick Corey, acostumbrado a que se r¨ªan de ¨¦l para continuar ri¨¦ndose de todos, en su aldea de insectos incre¨ªblemente grandes que se persiguen y estrellan contra las ventanas de las casas donde las familias se encierran para huir del calor y el fango de las tormentas de verano. Nick Corey es el hombre que vigila este mundo en nombre de Dios, con la soberbia y la carcajada de haber visto Su luz, para que las cosas sigan como fueron creadas eternamente.
Error y raz¨®n
ALEGRES Y asquerosos polic¨ªas, sanguinaria gente de orden: ¨¦stas son las criaturas de Jim Thompson. Nick Corey, el funcionario temeroso de Dios de 1.280 almas, nunca ha hecho da?o a nadie, o eso dice, salvo cuando lo exige el bien ajeno o propio. Incansable en su pereza convulsa, dormil¨®n que no duerme, de cama en cama, de asesinato en asesinato, es una figura m¨¢s all¨¢ del tiempo: un personaje de costumbres eternas, la risa y el mal, por ejemplo. Cuando Bertrand Tavernier convirti¨® en pel¨ªcula (Coup de torchon, 1981) la obra maestra de Thompson, la situ¨® en un ?frica casi contempor¨¢nea y primitiva, de 1939. Pero la ¨¦poca de la novela es imprecisa, sugerida por los titulares que Nick lee en un peri¨®dico en el tren: los bolcheviques est¨¢n derrocando al zar.
Entonces tambi¨¦n eran a?os de revueltas en Am¨¦rica, y Thompson, mucho despu¨¦s, en d¨ªas m¨¢s libres, en los sesenta de Kennedy, cometi¨® la osad¨ªa de confundir su voz con la de Nick, el asesino justiciero, dos voces burlonas para juzgar la vieja miseria de 1920, Tom y Nick. El polic¨ªa idiota celebra corrosivamente, como si fuera el reformador Thompson, el envidiable valor de los detectives rompehuelgas: armas autom¨¢ticas contra las piedras de los mineros. Nick, como Frankenstein, s¨®lo es malo porque es infeliz en su mundo monstruoso. Es malo para mejorar las cosas y dejar de ser malo. No es un psic¨®pata. Es un bestia que cita a Wilde y rinde homenaje a J. M. Cain. Es la m¨¢scara detr¨¢s de la que Thompson predica. Thompson forj¨® en ¨¦l la espada humor¨ªstica de Dios: un polic¨ªa repugnante a conciencia en un pueblo insensatamente repugnante.
El lector de 1.280 almas repite "yo" cada vez que el asesino dice "yo", y, tantas veces como el asesino, repite la frase que en esta novela juega un papel parecido al "preferir¨ªa no hacerlo" del Bartleby de Melville: "No dir¨ªa yo que est¨¢ usted equivocado, pero tampoco asegurar¨ªa que tiene raz¨®n". La novela de Jim Thompson es un caso estupendo del gusto estadounidense y mundial por la brutalidad c¨®mica.
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