Gibson y Queipo de Llano
El tradicional odio y rencor que Gibson ha mostrado por la figura del general Queipo de Llano vuelve a reflejarse en unas l¨ªneas plagadas de mentiras, suposiciones e inconsistencias.
Para empezar, habla Gibson (EL PAIS Andaluc¨ªa, 15 de abril) del supuesto brillo que al general se le encend¨ªa en los ojos cuando describ¨ªa las atrocidades cometidas en zona roja (se llamaba as¨ª, roja, no republicana). Debe saber Gibson: que en las primeras semanas de la guerra parte de la familia del general estaba en M¨¢laga, en zona roja, y que su nieto Gonzalo, de 16 meses, estaba buscado "vivo o muerto" por las autoridades "leales"; que las autoridades difund¨ªan por sus emisoras de radio la noticia de la captura y ejecuci¨®n de la familia del general, incluido su nieto. La misma propaganda republicana que se jactaba del fin que esperaba a "los facciosos". No fue hasta que su hija Mercedes pudo huir de M¨¢laga con su nieto Gonzalo cuando el general supo que su hija y su nieto estaban a salvo. Invito a quien quiera a que intente ponerse en esa posici¨®n, suponiendo lo que le han hecho a la hija de uno y a su nieto, d¨ªa tras d¨ªa, semana tras semana, sin saber qu¨¦ ocurrir¨¢ con ellos. Y poni¨¦ndose en ese lugar, que venga Gibson ahora a contarnos que el brillo de los ojos del general era la "perfecta demostraci¨®n cl¨ªnica de psicopatolog¨ªa sexual".
Gibson sabe perfectamente que lo que cuento es cierto, pero lo calla, lo esconde y si es preciso, lo negar¨¢. ?l es as¨ª.
Habla Gibson de que las versiones de lo que el general contaba por la radio eran barbaridades inconcebibles ajenas a la decencia humana. Es curioso. Lo ajeno a la decencia humana para Gibson era el contarlo, no el que ocurriera, en mayor o menor medida. Sabe Gibson muy bien, y vuelve a esconderlo, que en M¨¢laga se lleg¨® a exponer un beb¨¦ descuartizado ante la turba, que se jactaba de estar ante el desmembrado nieto de Queipo. Ignoro si eso, para Gibson, es ajeno a la decencia humana o no.
Pretende Gibson denunciar la maquinaria de propaganda puesta en marcha por el general, sin hablar de lo que dec¨ªa la radio "leal" desde M¨¢laga, pero pretendiendo que sus fuentes sean tomadas por imparciales, y sin duda asegurar¨¢ que un libro publicado en Barcelona en el 39 ser¨¢ un monumento a la objetividad. Claro. Como los suyos.
Dice Gibson que la descripci¨®n de las atrocidades cometidas en zona roja (las cuales, sin llegar a negarlas, pretende suavizarlas diciendo que sus fuentes no niegan asesinatos en territorio republicano) desencadenaron "atrocidades de verdad". Ni un dato, ni una fecha, ni un lugar... Gibson en estado puro. Matar al mensajero. La culpa es de Queipo. Dice Gibson que el libelo en el que se apoya merece ser reeditado "porque presenta a Queipo como precursor no s¨®lo de los propagandistas nazis (...) sino de los que estos d¨ªas nos desorientan o pretenden hacerlo", con referencia a Irak. Es decir, que el libro es v¨¢lido en funci¨®n de su mesura y de lo que presente, no de su veracidad y objetividad... El general conoc¨ªa y detestaba el r¨¦gimen nazi y sus m¨¦todos. Comparar una cosa con otra es una muestra m¨¢s del estilo Gibson. La utilizaci¨®n de la propaganda por el general Queipo de Llano ten¨ªa una funci¨®n clara, que era la de mantener la moral de quien aguardaba en zona roja la llegada de los nacionales, y hacer creer a los republicanos que su resistencia era in¨²til, para debilitar sus l¨ªneas. Comparar esto con el presentar a la opini¨®n p¨²blica informaciones falsas para justificar una agresi¨®n militar es comparar huevos con casta?as.
Que la supuesta traici¨®n a la religi¨®n de Cristo, por la que tanto se preocupa Gibson, curiosamente, no debe referirse a la obra social impulsada por el general despu¨¦s de pacificada Sevilla, que no tiene igual en la historia moderna de la ciudad. Los patronatos, las casas, los centros ben¨¦ficos que se crearon por impulso de Queipo de Llano, de eso no habla Gibson. O quiz¨¢ eso es lo que quiere decir con el dolor para "la otra Sevilla". ?Ser¨¢ esa otra Sevilla la que empez¨®, por vez primera en siglos, a salir de la miseria, de la marginaci¨®n y de la exclusi¨®n gracias al empe?o de ese "virrey" al que Gibson detesta?
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