El paso de los abejeros
Si bien en los paisajes nunca nada queda terminado, al menos en algunos casos se puede dar por completos ciertos ciclos. Por ejemplo, el de las migraciones de primavera. La llegada a nuestros ¨¢mbitos de todos los componentes de sus comunidades zool¨®gicas se cierra, en efecto, a lo largo de las semanas centrales de mayo. Las aves del est¨ªo, esas que ¨²nicamente son espa?olas durante los meses c¨¢lidos, en realidad comenzaron a llegar incluso en pleno invierno. Febrero y marzo registraron trasiegos ingentes que fueron llenando nuestros paisajes de nuevos colores, aleteos y cantos.
En abril nos alcanzaron especies como los vencejos, ruise?ores, abejarucos y orop¨¦ndolas. Pero ahora mismo la especie que nos sobrevuela tiene varios rasgos inolvidables. Se llama abejero europeo, una rapaz ciertamente original en cuanto a la alimentaci¨®n se refiere. Y es que, a pesar de su envergadura de casi metro y medio, estas aves comen principalmente abejas, avispas y sus larvas.
En el Campo de Gibraltar se observa estos d¨ªas el paso de inmensos bandos de estas curiosas aves rapaces. Su viaje de ?frica al norte de Europa es el ¨²ltimo espect¨¢culo migratorio del a?o.
Pues bien, los abejeros son los rezagados. Los n¨®madas alados que m¨¢s tard¨ªamente llegan a Europa proceden de los bosques tropicales del continente africano. Sus tendencias gregarias a la hora de desplazarse son las que convierten sus viajes en un verdadero placer para la observaci¨®n. Y la que ahora proponemos tiene como atalaya uno de los paisajes m¨¢s significativos de la Pen¨ªnsula: la comarca gaditana del Campo de Gibraltar. Al conjunto de elevaciones que, desde Tarifa hasta Algeciras, permiten abarcar un buen trecho del litoral africano y amplias porciones marinas del estrecho m¨¢s transitado del planeta. Tanto por barcos como por aves viajeras.
Los abejeros, a veces en bandos de muchos centenares y hasta millares de ejemplares, cruzan en estos d¨ªas ese brazo de mar. Resulta imborrable sus bandadas formando escuadrones que se alargan incluso decenas de kil¨®metros. Muchos de estos viajeros alcanzan exhaustos las costas espa?olas y pasan rozando nuestras cabezas. Vuelan rumbo a casi todos los bosques europeos, pero sobre todo a los situados m¨¢s al norte, es decir, las grandes pinadas de Escandinavia y Rusia. La taiga es su verdadero hogar.
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