Defendiendo la autonom¨ªa
Siempre me he fiado de las impresiones de mi memoria y, quiz¨¢s en aras de la frescura, nunca he solido recurrir a archivos o estad¨ªsticas para apoyar mis opiniones. En un reciente art¨ªculo, La alternancia problem¨¢tica, Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa se hac¨ªa eco de una pregunta formulada por m¨ª en una de mis columnas y le daba una respuesta discutible, aunque no desde?able. Suelo leer con gran inter¨¦s, y en ocasiones con pleno acuerdo, los art¨ªculos de Ruiz Soroa y este ¨²ltimo suyo, al margen de su inter¨¦s, ha despertado en m¨ª el gusanillo de pretender buscar en el laberinto de las cifras alguna explicaci¨®n a lo que nos ocurre.
Los resultados de las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas me resultaron inesperados y me pareci¨® que romp¨ªan un clich¨¦ bien asentado entre nosotros: la radicalizaci¨®n le supondr¨ªa un coste electoral al nacionalismo democr¨¢tico. Tambi¨¦n yo estaba convencido de ello, de ah¨ª mi sorpresa ante los resultados. De ah¨ª tambi¨¦n la oportunidad de mi pregunta sobre los motivos por los que, tomen el rumbo que tomen, a los nacionalistas les vayan tan bien las cosas.
La v¨ªa emprendida es la del enfrentamiento de propuestas antag¨®nicas, que s¨®lo se puede resolver electoralmente.
Cuando formul¨¦ mi pregunta, lo hice pensando en los resultados del nacionalismo democr¨¢tico, no del bloque nacionalista en su conjunto, y lo hice con la convicci¨®n de que el PNV hab¨ªa obtenido sus mejores resultados en las elecciones auton¨®micas de 1984, las previas a su escisi¨®n -casi medio mill¨®n de votos- y que estos ¨²ltimos los mejoraban sensiblemente. Los resultados me parec¨ªan a¨²n m¨¢s sorprendentes porque estaba igualmente convencido de que desde el 84 los nacionalistas -la suma de PNV y EA- hab¨ªan ido perdiendo votos, declive que remontaban ahora en su momento de mayor radicalizaci¨®n. En su art¨ªculo, Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa ofrec¨ªa una serie de datos que relativizaban la magnitud de este ¨²ltimo triunfo, y s¨®lo por casualidad, y quiz¨¢ por cabezoner¨ªa, pero en ning¨²n caso por af¨¢n de polemizar, me dediqu¨¦ artesanalmente, con papel y bol¨ªgrafo, a hacer n¨²meros. Y he aqu¨ª los resultados de la aventura.
Por razones de claridad, y sobre todo de actualidad, redefin¨ª los bloques nacionalista y no nacionalista, dejando a un lado los partidos que califiqu¨¦, quiz¨¢ impropiamente, de fronterizos, es decir, Euskadiko Ezkerra e Izquierda Unida. Mi opci¨®n es discutible, pero considero que la inclusi¨®n de esos partidos en los an¨¢lisis comparativos entre bloques distorsiona los resultados e impide ver la progresi¨®n real de la relaci¨®n entre ¨¦stos. Tomada esa licencia, resulta sorprendente la regularidad del voto nacionalista y se pueden extraer conclusiones interesantes. Una de ellas es que el bloque nacionalista (PNV, EA, HB) alcanz¨® sus mejores resultados en las elecciones auton¨®micas de 1986, un resultado -39,6% de votos sobre el censo- que es sin embargo inferior al logrado en las ¨²ltimas auton¨®micas de 2001 -41,2% sobre el censo-. Fue tambi¨¦n en 1986, es decir, despu¨¦s de la escisi¨®n y no justo antes como yo cre¨ªa, cuando el nacionalismo democr¨¢tico logr¨® sus mejores resultados -452.383 votos, frente a los 451.178 de dos a?os antes-, cifras que s¨®lo las super¨® en las auton¨®micas de 1998, en pleno proceso de Lizarra.
A partir del a?o 86 se produce un cierto declive tanto en el bloque nacionalista en su conjunto, como en la suma de PNV y EA -aunque ¨¦stos nunca bajaron de los 400.000 votos, salvo en las generales del 89-, declive que comenzar¨¢ a ser remontado a partir de las auton¨®micas del 98. Curiosamente, el declive coincide con el periodo de los gobiernos de coalici¨®n, la ¨¦poca de mayor moderaci¨®n del PNV, y alcanza tambi¨¦n a su socio de gobierno, el PSE, as¨ª como, y de forma mucho m¨¢s acentuada, al nacionalismo radical de HB -12,04% en el 86 y 8,72% en el 96-, sin que se vislumbre tampoco un despegue del Partido Popular hasta las elecciones generales del 96, en las que este partido rebasa por primera vez los 200.000 votos. Son a?os de bonanza, de estabilidad institucional, de relativo aburrimiento para nuestros par¨¢metros, pero en los que el nacionalismo institucional empieza a verle las orejas al lobo. Su lento, mas progresivo, declive -el bloque nacionalista toca su fondo del 32,3% en las generales del 96- lo amenaza con la p¨¦rdida de su hegemon¨ªa en una situaci¨®n de normalizaci¨®n pol¨ªtica, de donde surge su necesidad de modificar el marco jur¨ªdico-pol¨ªtico para conservar aqu¨¦lla.
En cuanto al bloque no nacionalista -PP, PSE y UA-, sus resultados de conjunto siempre fueron mediocres en las elecciones auton¨®micas -en torno al 20% sobre el censo-, hasta las auton¨®micas del 98 -26,9%-. Excepci¨®n hecha de las generales del 82 -33,1% sobre el censo-, sus mejores resultados los alcanzan en las generales de 2000 -32,6%-, at¨ªpicas dada la incomparecencia de HB. Esos resultados pueden, sin embargo, marcar su techo actual, pues en las auton¨®micas de 2001 bajan en t¨¦rminos porcentuales y absolutos -31,9% sobre el censo y 9.690 votos menos-, a pesar del incremento de participaci¨®n en 275.000 votantes respecto a las anteriores, incremento del que no parece que se beneficien en absoluto. Quedan a escasos 25.000 votos de PNV y EA, resultado que se ha esgrimido para suavizar la derrota. Pero al hacerlo se ha solido ignorar que en las auton¨®micas del 98 sacaron 8.576 votos m¨¢s que PNV y EA.
La brecha abierta el a?o 97 entre nacionalistas y no nacionalistas dentro de lo que fue el bloque democr¨¢tico ha ido adquiriendo tintes ag¨®nicos, y no parece que vaya a cerrarse con el arreglo, un acuerdo entre partes sobre el desarrollo auton¨®mico que conllevara alguna forma de gobierno de concentraci¨®n o un consenso parlamentario f¨¦rreo en algunas materias. La v¨ªa emprendida, y me temo que irreversible, es la del enfrentamiento de propuestas antag¨®nicas, enfrentamiento que s¨®lo se puede resolver electoralmente, salvo que se opte por otro tipo de soluciones. A la vista de los resultados electorales expuestos, y dada la constancia del voto nacionalista incluso en los momentos de radicalizaci¨®n, al bloque no nacionalista s¨®lo le queda incentivar su voto y esperar a un pinchazo del adversario; o bien perseverar mediante una estrategia de asaltos parciales, que tienen el factor tiempo en su contra; o bien recurrir a una ingenier¨ªa pol¨ªtica de resultados inciertos. En este sentido, la ilegalizaci¨®n de Batasuna, adem¨¢s de otros objetivos encomiables, tiene tambi¨¦n ese prop¨®sito: el achique del bloque nacionalista, reducido ahora electoralmente a PNV y EA; achique que puede causar su derrota, o invalidar sus proyectos en funci¨®n de derrotas parciales pero determinantes.
Las pr¨®ximas elecciones son decisivas para conocer el ¨¦xito o el fracaso de esta estrategia. Se trata, insisto, de ganar o perder y, al margen de que haya podido o no haber acuerdos de trastienda, considero que el ¨²ltimo comunicado de ETA supone una invitaci¨®n al voto nacionalista con el se?uelo de que el refer¨¦ndum pueda solucionar las cosas. Un ¨¦xito electoral de los no nacionalistas -triunfo en ?lava, en las capitales vascas, en los n¨²cleos urbanos importantes- bloquear¨ªa casi con toda seguridad el proyecto de Ibarretxe y obligar¨ªa a aqu¨¦llos a elaborar un programa alternativo. El triunfo nacionalista, por el contrario, abrir¨ªa un escenario imprevisible ante el que es de temer que el bloque no nacionalista, cuya estrategia de oposici¨®n ha sido m¨¢s formal que sustancial, se hallara adem¨¢s sin respuesta. S¨®lo le quedar¨ªa recurrir al aparato del Estado para contrarrestar la avalancha que se nos vendr¨ªa encima. O bien, cambiar de rumbo y tratar de alcanzar acuerdos ajustados al marco que ha de servirles de referente: el de la Constituci¨®n.
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