La paradoja de Madrid
Mi buena amiga Soledad Gallego inclu¨ªa en su cr¨®nica de campa?a electoral de anteayer el provocador t¨ªtulo ?Tuvo Madrid alguna vez alcalde? Expresaba as¨ª un clima que parece caracterizar la actual campa?a electoral madrile?a, en el que nadie parece ser responsable de los ¨²ltimos a?os de gesti¨®n municipal.
Aprend¨ª en las aulas de periodismo que, salvo excepciones que lo justifiquen, los art¨ªculos no deben titularse con una pregunta. Este caso es un buen ejemplo de excepci¨®n justificada. Y, a mi juicio, la pregunta es tan sugestiva que merece alguna respuesta. Yo quiero acogerme a la hospitalidad de las p¨¢ginas de EL PA?S para expresar la m¨ªa. S¨¦ que puede haber otras muy diferentes, que, en todo caso, respeto.
Y mi respuesta es lo que yo llamo "la paradoja de Madrid de los a?os noventa". Parte de una premisa que no podemos olvidar: el de [Jos¨¦ Mar¨ªa] ?lvarez del Manzano es el mandato democr¨¢tico m¨¢s dilatado de toda la historia de nuestra ciudad. Tres veces sucesivas a lo largo de los a?os noventa los madrile?os han otorgado su confianza al alcalde ?lvarez del Manzano. No estamos, por tanto, ante un mandato ef¨ªmero, sino ante lo que, en democracia, podemos llamar un periodo, que se puede juzgar con una perspectiva amplia.
?Y qu¨¦ ha pasado en Madrid durante este periodo? Nos lo dec¨ªa Pasqual Maragall en un c¨¦lebre art¨ªculo, que public¨® hace meses este peri¨®dico y que a m¨ª me fascin¨®: Madrid se va. En ¨¦l, el ex alcalde de Barcelona planteaba a su vez una paradoja. En el Estado de las autonom¨ªas Madrid ten¨ªa todas las bazas para ser la ciudad perdedora. La intensa descentralizaci¨®n vaciaba una de las ventajas tradicionales de Madrid como capital de un Estado fuertemente centralizado. La visi¨®n de Madrid era la de la capital burocr¨¢tica por excelencia, el centro de un tentacular aparato administrativo. Con el Estado de las autonom¨ªas ese papel ha desaparecido: ya nadie tiene que venir a Madrid a solicitar una licencia o a recorrer los negociados de los ministerios. Para ello hoy se acude a Bruselas.
?Y ello ha supuesto el declive de Madrid? Lo sucedido a lo largo de los a?os noventa ha sido todo lo contrario. Madrid, desembarazada de su cors¨¦ burocr¨¢tico, se ha convertido en una gran ciudad abierta, cosmopolita, que atrae a las empresas, en la que prefieren instalarse las de vanguardia; en una ciudad con una intensa actividad ferial y de congresos, con un dinamismo econ¨®mico espectacular, que ha mejorado sus servicios en todos los ¨®rdenes para sus habitantes y para quienes la visitan, y que ya nada tiene que envidiar en muchos aspectos a las ciudades m¨¢s modernas de Europa. (Y que se enfrenta tambi¨¦n, desde luego, a los problemas de las grandes ciudades europeas). Todo esto es lo que pon¨ªa de relieve el ex alcalde Pasqual Maragall, con el mensaje de que Barcelona ten¨ªa que ponerse las pilas. Y de ah¨ª surgi¨® una interesante y apasionada pol¨¦mica sobre la eterna rivalidad Madrid- Barcelona. Que no se hubiera producido sin la percepci¨®n de la pujanza de Madrid, de su camino ascendente: "Madrid se va"...
El modelo de este cambio de Madrid de los a?os noventa es el del protagonismo de la sociedad civil. S¨ª, lo m¨¢s importante de lo sucedido en Madrid en los a?os noventa lo ha protagonizado la sociedad civil. Veamos sus edificios, las iniciativas empresariales, la actividad cultural y art¨ªstica, la vitalidad comercial y el nuevo rejuvenecimiento de su tejido urbano. Pero ese protagonismo ha sido posible porque se ha generado un clima de confianza, que ha sido el verdadero motor de que Madrid se vaya.
Y a ello no ha sido ajeno, ni mucho menos, el modelo de gesti¨®n municipal que ha impulsado a lo largo de toda la d¨¦cada el alcalde ?lvarez del Manzano. Y que tiene dos rasgos que ahora precisamente tiene sentido poner de relieve: impuestos moderados (la presi¨®n fiscal local de Madrid es, por ejemplo, notoriamente inferior a la de Barcelona) y la no b¨²squeda de la brillantez y la espectacularidad (aunque quedan algunas obras emblem¨¢ticas como la remodelaci¨®n de la plaza de Oriente), sino la de abordar tareas y operaciones esenciales para el futuro de la ciudad: como el nuevo plan de ordenaci¨®n urbana, que ha permitido la necesaria expansi¨®n de la ciudad y el inicio de la rehabilitaci¨®n del degradado casco hist¨®rico; la multiplicaci¨®n de los espacios p¨²blicos; la creaci¨®n de m¨¢s de 1.300 hect¨¢reas de parques y jardines, o la plantaci¨®n de m¨¢s de un mill¨®n doscientos mil ¨¢rboles.
Quedan muchas cosas por hacer, desde luego, en Madrid, entre otras razones, como consecuencia de su misma prosperidad. Pero no veo que se pueda sostener que el Madrid de final de los a?os ochenta fuese mejor, como ciudad, que el de ahora. Mi opini¨®n es que, con todas sus carencias, los a?os noventa quedar¨¢n como una de las p¨¢ginas m¨¢s fecundas de la historia contempor¨¢nea de esta ciudad. Y creo que la clave ha sido este modelo sustentado en el protagonismo de la sociedad civil. S¨¦ que no encaja con lo pol¨ªticamente correcto propugnar la modestia de la funci¨®n de los poderes p¨²blicos.Y me gustar¨ªa que dentro de 10 a?os tambi¨¦n Soledad Gallego pudiera iniciar una de sus cr¨®nicas electorales con la pregunta: "?Tuvo Madrid alguna vez alcalde?".
Eugenio Nasarre es diputado del Partido Popular por Madrid.
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