Espa?a: un sistema seguro
Peri¨®dicamente, y no s¨®lo -que tambi¨¦n- en periodo electoral, se genera un apasionado debate p¨²blico en torno a nuestro sistema de pensiones. Y es normal que as¨ª sea, ya que es el gasto m¨¢s abultado de cualquier econom¨ªa desarrollada, y su viabilidad, estabilidad y seguridad nos ocupa y preocupa. Estos debates suelen presentar id¨¦nticas cadencias. Alg¨²n organismo o instituci¨®n de estudios -frecuentemente internacionales- nos advierten de la inviabilidad de nuestras pensiones, clamando por su reforma, lo que origina un fuego cruzado con las distintas opiniones en la materia. No creo que esa din¨¢mica de discusi¨®n sea la correcta. Los que defienden el sistema siempre aparecen a la defensiva. No tenemos, ni mucho menos, un sistema p¨²blico de pensiones en riesgo. Por el contrario, goza de una envidiable salud que le ha permitido, incluso, ir dotando un incipiente Fondo de Reserva. Es cierto que existen en el horizonte conocidos riesgos, sobre todo originados por la inversi¨®n de la pir¨¢mide demogr¨¢fica que ocasionar¨¢ que la relaci¨®n entre pensionistas y cotizantes disminuya sensiblemente. Con nuestros datos, esa compleja situaci¨®n se podr¨ªa originar hacia 2015, llegando a su inviabilidad t¨¦cnica en 2025. Pero claro, estas previsiones no tienen en cuenta ni los flujos inmigratorios -que continuar¨¢n en el futuro-, ni posibles modificaciones de la vida laboral. El ¨²nico riesgo verdadero ser¨ªa una acusada y prolongada crisis econ¨®mica que destruyera empleo. Creo por ello que, tras afirmar que nuestro sistema de pensiones es s¨®lido y seguro, debemos empezar a trabajar para que siga si¨¦ndolo en el futuro. Tenemos tiempo. No se tratar¨ªa de desmontar nada, sino, por el contrario, de reforzar.
El aumento de la esperanza de vida (83 y 77 a?os para mujeres y hombres, respectivamente) y nuestra sensible ca¨ªda de natalidad ha originado que el porcentaje de personas mayores se incremente sin cesar. Si en 1900 los mayores de 65 a?os supon¨ªan el 5% de la poblaci¨®n total, en 2025 rozar¨¢ el 25 %. Este envejecimiento tendr¨¢ importantes consecuencias, tanto en gasto p¨²blico como en la forma de abordar pol¨ªticas.
Nuestro sistema de pensiones es de reparto. Las cotizaciones que cada mes pagan los trabajadores entran en una caja desde la que se paga simult¨¢neamente a los pensionistas actuales: un sistema de solidaridad intergeneracional. Los cotizantes de hoy pagamos las pensiones de nuestros mayores. Los cotizantes del ma?ana, pagar¨¢n las nuestras. Por el contrario, el sistema de capitalizaci¨®n se construye sobre unas cuentas de ahorro personal que se invierten seg¨²n determinadas pautas. Cada cotizante es responsable de su pensi¨®n. Ambos tienen ventajas e inconvenientes. Si la proporci¨®n de cotizantes y pensionistas es la adecuada, el sistema de reparto es muy seguro. Si por crisis econ¨®mica prolongada o ca¨ªda de la poblaci¨®n activa los ingresos disminuyeran bruscamente, el sistema se vendr¨ªa abajo. El sistema de capitalizaci¨®n tambi¨¦n encierra algunos riesgos. Las ca¨ªdas de los mercados financieros y de las bolsas pueden mermar su patrimonio. Actualmente es imposible para nuestras cuentas p¨²blicas sustituir el sistema de reparto por el de capitalizaci¨®n. Se generar¨ªa un abultado d¨¦ficit de imposible digesti¨®n. Por eso, como nos aconseja el Pacto de Toledo, debemos continuar con nuestro sistema de pensiones p¨²blicas, complementado con sistemas privados de pensiones de car¨¢cter voluntario.
No soy alarmista. Tenemos en la actualidad un s¨®lido sistema de pensiones. Con el suficiente consenso, podemos ir adaptando su funcionamiento sin traumas especiales. Y en cuanto al desequilibrio demogr¨¢fico, hay una soluci¨®n: la regulaci¨®n de nuestras pol¨ªticas de inmigraci¨®n. O m¨¢s natalidad.
El Pacto de Toledo, entendido como una din¨¢mica de consenso entre los agentes sociales y las fuerzas pol¨ªticas, debe continuar. Todav¨ªa quedan aspectos por desarrollar de las anteriores recomendaciones -como la prolongaci¨®n del periodo de cotizaci¨®n- que no deben caer en saco roto. Aunque soy partidario de mantener, por ahora, la edad legal de jubilaci¨®n a los 65 a?os, el facilitar que contin¨²en trabajando las personas que as¨ª lo deseen por encima de esta edad -fueron positivos los acuerdos sobre pensiones flexibles y parciales, en alternancia con un trabajo a tiempo parcial- paliar¨ªa el temido desequilibrio entre cotizantes y pensionistas. Pero existen muchas medidas m¨¢s, que pueden mejorar la situaci¨®n de algunos de los colectivos m¨¢s desfavorecidos y compensar futuros d¨¦ficits.
Pero, adem¨¢s de pensiones, el debate del Pacto de Toledo debe abordar el concepto de envejecimiento, y para ello tratar las siguientes materias. En primer lugar, la vida laboral. Debemos frenar el actual abuso del concepto de prejubilaci¨®n, toda vez que cada vez disminuir¨¢ la incorporaci¨®n de j¨®venes al mercado de trabajo. En segundo lugar, debemos reflexionar sobre los servicios sociales, de proximidad y de atenci¨®n a las personas mayores dependientes, cuya demanda experimentar¨¢ un extraordinario crecimiento, y en los cuales estamos francamente atrasados. Y no hablamos tan s¨®lo de residencias y geri¨¢tricos. Hablamos de atenci¨®n domiciliaria, teleasistencia, centros de d¨ªa y dem¨¢s medidas. Una relevancia especial tendr¨¢ la construcci¨®n de un sistema efectivo del seguro de dependencia. En tercer lugar, y aunque no sea motivo de este art¨ªculo, no podemos olvidar el gasto sanitario, que crecer¨¢ en valores porcentuales con mayor rapidez que las pensiones, y de forma menos predecible. No s¨®lo vivimos cada vez m¨¢s a?os, sino que, adem¨¢s, queremos vivirlos mejor. Y, por ¨²ltimo, deber¨ªamos abordar algunos aspectos sobre la participaci¨®n en la sociedad de las personas mayores. No debemos olvidar que cuando se estableci¨® la edad de jubilaci¨®n en 65 a?os, la esperanza media de vida en Europa era de 55 a?os. La pensi¨®n era casi un seguro para las escasas personas que lograban sobrepasar dicho list¨®n. Ahora, sin embargo, pasamos un importante porcentaje de nuestras vidas por encima de los 65 a?os, y adem¨¢s con un razonable estado de salud. Es normal que no nos resignemos a tomar el sol sentados en un banco del pueblo, sino que deseemos intervenir directamente en la sociedad que nos rodea.
Manuel Pimentel es empresario y ha sido ministro de Trabajo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.