Esta brisa tibia
Hace un d¨ªa espl¨¦ndido mientras escribo y me gustar¨ªa que esa alegr¨ªa y esa placidez del aire quedaran reflejadas en estas l¨ªneas. Tras unos d¨ªas h¨ªspidos, tensos, de sempiterna agon¨ªa vasca, al cuerpo y a la mente les gustar¨ªa vagar por otras planicies; es como si hubieran hecho plof y les encantara ese plofear, acogerse a esta nada azul surcada ahora mismo por el estruendo de una moto que se aleja y dejarse ir en su estela, abierta para una imaginaci¨®n adormilada en la que saben jugar los duendes. Nada de an¨¢lisis; pide el cuerpo, relax y descanso, un poco de aire antes de que vuelva la refriega, que no tardar¨¢ en llegar. Pero uno tiene sus obligaciones para con sus lectores, y bueno, adem¨¢s, tiene esta enfermedad de ser vasco, esa chispita enconada que arde incluso en los d¨ªas maravillosos de esta Donostia ad¨¢nica, digo od¨®nica, que fue un invento de Dios para el placer de los hombres. Pero el hombre y la mujer fueron expulsados del Para¨ªso, y han de vivir expulsados aunque habiten en ¨¦l.
Guip¨²zcoa puede dar guerra. Es lo primero que se me ocurre ante los resultados electorales, pues tengo la impresi¨®n de que es donde m¨¢s se han movido las cosas, donde m¨¢s novedades hay. En el resto, todo parece previsible vista la cosecha. Pero tengamos una visi¨®n de conjunto previa antes de entrar en detalles. El torrente peneuvista parec¨ªa anegarlo todo, aunque si nos fijamos un poco nos daremos cuenta de que nada nuevo hay en ello. Esa m¨¢quina es lo que es y ha funcionado, nada m¨¢s; su virtud actual est¨¢ en su visibilidad de las ¨²ltimas convocatorias electorales, instructiva lecci¨®n para quienes est¨¢n empe?ados en debilitarla de un soplo. El achique del bloque nacionalista debido a la ilegalizaci¨®n de Batasuna, al que nos refer¨ªamos en otro art¨ªculo, le va a permitir gobernar al PNV con mayor tranquilidad en muchas instituciones, aunque el peso relativo del nacionalismo haya disminuido en ellas. Su solidez actual le puede capacitar a Ibarretxe para adelantar las auton¨®micas y arriesgarse a alcanzar la mayor¨ªa absoluta en el parlamento, condici¨®n necesaria para perfilar su plan y ponerlo en marcha. Ante esta eventualidad propiciada por los resultados, resulta casi anecd¨®tica la pugna alavesa por las instituciones como posible freno para las intenciones del lehendakari. Ese freno tendr¨¢ que venir de otra parte, quiz¨¢ de la sensatez del propio Ibarretxe y del resto de los l¨ªderes pol¨ªticos.
El PP ha fracasado estrepitosamente, y parvo consuelo es decir que se ha mantenido cuando tan altas eran sus ambiciones. Es el ¨²nico partido que no se beneficia de la mayor participaci¨®n electoral ni de la nueva distribuci¨®n de esca?os debida al hueco dejado por Batasuna. Su programada conquista de las tres capitales -tambi¨¦n la de San Sebasti¨¢n- se ha quedado en agua de borrajas y pierde posiciones incluso en su feudo vitoriano donde, tras la desaparici¨®n de UA, la derecha constitucionalista sale debilitada. Quiz¨¢ les convenga reflexionar a los populares sobre los efectos de su estrategia de pi?¨®n fijo, aunque la rigidez casi de eslogan del discurso de sus l¨ªderes no augure que puedan hacerlo en un plazo inmediato. Se conformar¨¢n con echar la culpa de todo a los socialistas, su imprescindible muleta.
Han sido buenos en general los resultados de estos ¨²ltimos, si bien de desigual reparto. Suben en todos los territorios y lo hacen a pesar de que determinadas escaramuzas no eran muy apropiadas para el ¨¦xito. Sinceramente, resulta inconcebible el apoyo de algunos militantes, e incluso candidatos, a listas electorales de otro partido en seg¨²n qu¨¦ localidades. Esas actitudes se pagan, y si bien en sitios como San Sebasti¨¢n creo que han beneficiado a quien quer¨ªan perjudicar, puede que el fracaso de otras zonas halle parte de explicaci¨®n en esos lances. No es a su derecha -de pobres resultados en la zona- a donde tiene que mirar el PSE de la Margen Izquierda para remontar su vuelo, sino a su izquierda y quiz¨¢ hacia oriente. Y Patxi L¨®pez ha de ser consciente de que es el l¨ªder del segundo partido del pa¨ªs y de que debe empezar a ejercer un liderazgo visible.
Vaya, yo quer¨ªa hablarles de la guerra que puede dar Guip¨²zcoa. Otro d¨ªa ser¨¢.
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