El fil¨®logo Mart¨ªn de Riquer recomienda "leer el 'Quijote' sin buscar s¨ªmbolos"
El erudito publica 'Para leer a Cervantes', aproximaci¨®n al autor desde la pureza lectora
Pronuncia Goethe con parsimonia y elegancia. "A Goethe no le gustaba la segunda parte del Quijote, porque le gustaba a todo el mundo", afirma el doctor en Filolog¨ªa Rom¨¢nica Mart¨ªn de Riquer (Barcelona, 1914), premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en 1997, que acaba de publicar Para leer a Cervantes (El Acantilado). M¨¢s de 60 a?os dedicados al estudio de Cervantes y el Quijote aparecen condensados en este libro, que re¨²ne los textos, hoy cl¨¢sicos, en los que se han forjado varias generaciones de lectores y de cervantistas, junto a otros trabajos que hab¨ªan entrado en la categor¨ªa de inencontrables y dos ensayos in¨¦ditos, escritos en el transcurso del ¨²ltimo a?o.
"La principal pretensi¨®n es que el libro ayude a leer a Cervantes. Es decir, procurar dar unas explicaciones suficientes para que el lector moderno e inteligente, pero no especializado en literatura cl¨¢sica, pueda comprender la intenci¨®n del Quijote".
El doctor Mart¨ªn de Riquer, conde de Casa D¨¢valos, r¨ªe con socarroner¨ªa cuando repara en el gusto por el detalle inesperado que caracteriza a Cervantes: "Describe a un personaje montado en una burra y detalla que est¨¢ pre?ada". Su opini¨®n respecto al modo en que ha de leerse el Quijote es tajante: "No hay que buscarle los tres pies al gato. Basta con ir ley¨¦ndolo tal como aparece escrito, sin pensar en otras cosas, en s¨ªmbolos... Sobre ¨¦l puede decirse todo lo que se quiera. Pero lo que yo procuro en mi libro es no llegar a ninguna explicaci¨®n de ese tipo. No soy partidario de decir que Don Quijote simboliza una cosa y Sancho la otra. Por ejemplo, el pasaje en que Don Quijote libera a los forzados no es, en la intenci¨®n de Cervantes, un s¨ªmbolo de la libertad, sino un enorme disparate de Don Quijote, que acaba con una soberana paliza. La quijotada, en este caso, ser¨ªa creer que eso es dar libertad. Hay que plantearle al lector que en la lectura del Quijote no hay m¨¢s cera que la que arde".
Es acad¨¦mico de la RAE, medievalista y experto en l¨ªrica trovadoresca. La lectura del Quijote en su infancia le llev¨® de cabeza a la lectura de Tirante el Blanco, la novela de caballer¨ªa que el cura Pedro P¨¦rez salva de la hoguera cuando, con el barbero, expurga y quema la biblioteca de Don Quijote. "Sencillamente, el Quijote es la parodia de un g¨¦nero literario. La primera intenci¨®n de Cervantes al escribir este libro es luchar contra un tipo de literatura, la de caballer¨ªas. Y tuvo un ¨¦xito sensacional, porque, tras su burla, esos libros se dejaron de leer. Consigui¨® con toda eficacia hacerlos rid¨ªculos. Hasta aquel momento, muchos moralistas hab¨ªan escrito contra los libros de caballer¨ªa, calific¨¢ndolos de livianos, profanos..., pero la gente no les hac¨ªa ning¨²n caso. Sin embargo, cuando empez¨® a decirse que quien le¨ªa libros de caballer¨ªa era un tonto, fueron dejados de lado de inmediato".
"La burla de Cervantes", prosigue De Riquer, "empieza desde el principio, con estas palabras: 'En un lugar de la Mancha...'. Todas las novelas de caballer¨ªa ten¨ªan un inicio del tipo: 'En el imperio de Constantinopla...', 'En el reino de Gaula'... Y sin embargo, Cervantes ha elegido un sitio nada ex¨®tico, ?un lugar de la Mancha!".
La biograf¨ªa de Cervantes, as¨ª la documenta Mart¨ªn de Riquer en su nuevo libro, es la de un hombre que anduvo de una a otra parte, encontrando la mala suerte en todas. De joven tuvo que salir precipitadamente de Espa?a, se hizo soldado en los Tercios y permaneci¨® seis a?os cautivo, durante los cuales intent¨® en vano evadirse en cuatro o cinco ocasiones. Fue recaudador de contribuciones y le salieron mal las cuentas. Dio con sus huesos en la c¨¢rcel de Sevilla, porque tuvo la desgracia de poner el dinero recaudado en un banco y al d¨ªa siguiente el banco quebr¨®. Cuando escribi¨® la primera parte del Quijote, busc¨® firmas de renombre para que le compusiesen unos sonetos preliminares, como entonces se estilaba, pero nadie quiso hac¨¦rselos porque era un escritor carente de prestigio. "Siempre le negaban todo lo que iba pidiendo", asegura.
Pero Mart¨ªn de Riquer tambi¨¦n ha descubierto a trav¨¦s de Cervantes qui¨¦n se ha ocultado tras el nombre de Avellaneda y ha escrito el Quijote ap¨®crifo. La cuesti¨®n aparece muy bien documentada en el libro que acaba de publicar. "El propio Cervantes lo deja intuir en su obra. Sin Avellaneda no tendr¨ªamos la segunda parte del Quijote, porque Cervantes tuvo que replicar. Sobre todo si Avellaneda es, como yo sostengo, el forzado Gin¨¦s de Passamonte, es decir, el personaje mediante el cual Cervantes est¨¢ refiri¨¦ndose a Ger¨®nimo de Passamonte, su antiguo compa?ero de los Tercios en Italia y en Grecia. Tras este asunto se encubre un odio terrible entre soldados".
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