Burl¨®n y raro

Tomeo es un escritor raro y burl¨®n. Siempre tiene un m¨¢s all¨¢, pero no todo el mundo puede verlo. Eso es malo, claro; pero el que ve el m¨¢s all¨¢ tiene la alegr¨ªa de todos los iluminados. Aunque no coincida con el verdadero pensamiento de Tomeo. Este escritor singular escribe novelas que otros llevan al teatro porque, dice ¨¦l, no se siente todav¨ªa preparado para escribir teatro. Sin duda le pesan viejas defensas de los autores que inventaban una preceptiva para alejar a los talentos de su arte: los sistemas de exposici¨®n, nudo y desenlace, el misterio de cada fin de acto, la entrada y salida de personajes, la explicaci¨®n de antecedentes, el cl¨ªmax... Todo eso ha desaparecido, el teatro se hace hoy de otra manera, los dramaturgos se encargan de teatralizar los textos, los directores meten dentro su arte y, en el fondo, si queda algo es la literatura dram¨¢tica. En estas obras de Tomeo, lo que ¨¦l escribi¨® en sus novelas.

Burl¨®n y raro, digo: ¨¦sta se llama La agon¨ªa de Proserpina, y conviene saber algo de Proserpina, la que de ni?a fue raptada y violada y llevada al Infierno, adonde volver¨ªa para morir. Goethe fue uno de los autores que se dedicaron a este mito, y todos los pintores y escultores tomaron la historia como modelo, o sea, como el frecuente pretexto necesario para mostrar la chica desnuda y el b¨¢rbaro violador. Aqu¨ª es una chica del mercado que se llama Anita, y Plut¨®n es un escritor, Juan: el Averno es un apartamento en la ciudad, sofocante de calor, pintado de rojo, con alguna anomal¨ªa contra el realismo -trastos que se mueven, cestos con o sin serpientes- y con el Destino, con may¨²scula, ya escrito. La escritura es la novela del intelectual Juan, escrita en 11 d¨ªas, donde est¨¢ escrito todo lo que est¨¢ sucediendo: ante el terror de Ana/Proserpina. Juan la envuelve con palabras: ella responde con su carnalidad real, con su insuficiente dial¨¦ctica: la realidad frente al destino, el individuo frente a los dioses.

Carne y esp¨ªritu

Ah, tambi¨¦n se puede sobrevivir en el teatro -la obra dura una hora nada m¨¢s- sin necesidad de llegar a eso, ni a Proserpina ni a nada: y entonces entenderemos un juego de pareja separada por un desnivel intelectual, y las consabidas dificultades de entendimiento mutuo y un posible desacuerdo entre carne y esp¨ªritu. Pero la muerte prevista y el disparo final desde una ventana al mundo exterior s¨®lo vale si acepta mitolog¨ªa y predestinaci¨®n. Como Tomeo es al mismo tiempo buen escritor y burl¨®n, deja mucho enigma para que el espectador se distraiga. Si quiere, claro.

Un aliciente de esta obra: la interpretaci¨®n. Escenogr¨¢fo y director alemanes -conocedores antiguos de Tomeo- han creado un espacio infernal, y en ¨¦l las dos criaturas inevitablemente humanas, Beatriz Ortega y Balbino Lacosta, representan muy bien los personajes y sus dobles fondos. El Centro Dram¨¢tico Aragon¨¦s est¨¢ acreditado por su buen teatro.