'Real Glam'
Dinio li¨¢ndose con octogenarias y confes¨¢ndose confundido; Malena Gracia silicone¨¢ndose los cart¨ªlagos y actuando de fatua bomba sexual; Tamara precipitando continuamente un beso en los labios para sus fans virtuales... son por s¨ª solos un espect¨¢culo. ?Pero se los imaginan a todos juntos en un mismo espacio?
?ste era posiblemente un sue?o tan delirante como ver compartiendo vestuario a Figo, Zidane, Ronaldo, Ra¨²l y Beckham. Hace un par de a?os la irrupci¨®n de los freaks en televisi¨®n suscit¨® cr¨ªticas. El telespectador se sinti¨® estafado por el continuo protagonismo cat¨®dico de unos farsantes. El espectador observaba espantado c¨®mo los "famosos" parec¨ªan re¨ªrse del personal a ambos lados de la pantalla, y en este clima esperp¨¦ntico de creciente saturaci¨®n apareci¨® Hotel Glamour, un programa que iba m¨¢s all¨¢. El ir¨®nico t¨ªtulo del espacio delataba la intencionada vuelta de tuerca, porque los hu¨¦spedes famosos pasaron entonces de dominar el espect¨¢culo televisivo a ser dominados. Los populares traspasaron la vida real que les serv¨ªa de coartada a sus exclusivas y sus montajes para caer en su propia trampa: la ficci¨®n. Mutaron definitivamente de personas a personajes. Para el espectador dejaron de ser expoliadores reales de corazones, monederos y franjas horarias para convertirse en pasivos objetos de mofa y consumo voluntario precintados en un programa de televisi¨®n.
Lo mismo ha pasado con el Real Madrid. Los fichajes de Figo y Zidane fueron bien recibidos, pero la contrataci¨®n de Ronaldo provoc¨® una irritaci¨®n en gran parte de la afici¨®n. El Real Madrid se sobrepobl¨® de estrellas de moda como la tele de famosos de serie B. La compra del brasile?o confirm¨® que el talonario estaba desfigurando no s¨®lo la competici¨®n nacional estableciendo unas diferencias siderales entre las plantillas de la Liga, sino al propio Real Madrid. Un dream team blanco estaba bien, pero no era el Real Madrid. Al menos no el de los ¨²ltimos 30 a?os, ni siquiera el de los gloriosos a?os sesenta, cuando los futbolistas se hicieron grandes a la vez que el club.
El aficionado comenz¨® a sentirse seriamente burlado porque ya no s¨®lo los futbolistas, sino el propio club atend¨ªa sobre todo a intereses comerciales por encima de los deportivos o los emocionales. En las sociedades an¨®nimas deportivas como en las cadenas de televisi¨®n primaba el dinero sobre el cliente y el hincha vio radicalmente ultrajada la devoci¨®n que le profesaba tanto a sus colores como a los futbolistas que los vest¨ªan. Los jugadores se convirtieron definitivamente en encubiertos tr¨¢nsfugas deportivos enriqueci¨¦ndose a costa de nuestras pasiones. Hace apenas un a?o nuestros afectos iban m¨¢s all¨¢ de las edades o la fragilidad de los s¨®leos de nuestros ¨ªdolos, pero ya no. Poco a poco vamos asimilando el gran inter¨¦s del presidente del show: el share.
La llegada de Beckham ha producido el giro completo y ahora da igual. Ya no importa que el Real Madrid se desvirt¨²e, que pierda de mala manera a Hierro, su gran insignia, y a su entrenador despu¨¦s de 35 a?os en "la casa". No es relevante si Beckham encaja o no en el dibujo del equipo, si un interior derecho es el refuerzo necesitado. Lo que cuenta es el espect¨¢culo. El club de Chamart¨ªn aglutina a los mayores prodigios del mundo para hacer negocio, para subir su cach¨¦ en la gira de pretemporada por Asia, para vender camisetas y contratos publicitarios. Por supuesto que el equipo mejorar¨¢ con la llegada del ingl¨¦s, pero seguir¨¢ pasando apuros en el Sardinero o el Sadar por mucho que universalice la plantilla. ?Habr¨ªa que indignarse de nuevo por eso?
Lo significativo de Beckham, como de Hotel Glam, es que ha roto cualquier sensaci¨®n de timo o abuso. Los famosos y los futbolistas, cada vez m¨¢s mim¨¦ticos, han ingresado en una atm¨®sfera de fantas¨ªa que a¨ªsla al espectador de una implicaci¨®n personal. Beckham act¨²a, sin tapujos ni escaramuzas, como un fen¨®meno de masas capaz de generar 17 millones de euros por viajar en limusina por una calle de Oriente. Ha pasado de ser un buen futbolista a un soporte superrentable del que se aprovechan abiertamente tanto marcas de chocolates o combustibles como el Real Madrid, una gran marca, como asegura Florentino. Ma?ana a las doce y media (hora de m¨¢xima audiencia en Asia) pondremos la tele para ver la presentaci¨®n de Beckham como si se tratase del final de una competici¨®n. Entre Yola y Pocholo.
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