La muda
?Qu¨¦ es lo que esconde Mar¨ªa Teresa S¨¢ez detr¨¢s de los cristales ahumados de sus gafas? ?De d¨®nde viene, ad¨®nde va esta se?ora, provista del certificado de escolaridad y con c¨®nyuge en el paro? O, como dir¨ªa Jos¨¦ Luis Perales, ?de d¨®nde es?, ?a qu¨¦ dedica el tiempo libre?
Con la tormenta pol¨ªtica desatada en la Asamblea de Madrid, Mar¨ªa Teresa S¨¢ez ha llegado a una parad¨®jica popularidad que nada tiene que ver con la de los chicos de Operaci¨®n Triunfo. De hecho, nadie sabe cu¨¢l es su timbre de voz, ni c¨®mo argumenta, ni c¨®mo opina, ni si piensa, ni si es en realidad un mu?eco hinchable ideado por Tamayo para no transitar el pedregal de la traici¨®n en completa soledad.
Mar¨ªa Teresa S¨¢ez es uno de los mayores prodigios de ocultamiento que ha dado la joven y esperp¨¦ntica democracia espa?ola. Se ausenta en la votaci¨®n a la presidencia de la C¨¢mara y nadie sabe por qu¨¦. Hay nuevas votaciones en la tormentosa Asamblea y la S¨¢ez, que vota, no habla. Le expulsan de su partido y nadie sabe si est¨¢ triste o alegre, decepcionada, optimista o resentida.
Mar¨ªa Teresa S¨¢ez ha sido protagonista durante los ¨²ltimos meses de varias iniciativas absolutamente desestabilizadoras, pero a¨²n nadie le ha arrancado una explicaci¨®n. Ella acude siempre al lado de Tamayo, como tr¨¢nsfuga-consorte, aprovech¨¢ndose de su condici¨®n femenina. Y no tiene la m¨¢s m¨ªnima intenci¨®n de rebelarse ante ese papel subordinado. Es m¨¢s, parece que le gusta. Forma con Tamayo pareja de hecho pol¨ªtica. Se les ocurre fundar un partido denominado Nuevo Socialismo y all¨ª vuelve a estar ella, sin dar raz¨®n de sus evoluciones ideol¨®gicas, de sus disensos, de sus principios, de sus lecturas. ?Qu¨¦ piensa Mar¨ªa Teresa S¨¢ez? ?Cu¨¢l es su concepto de la socialdemocracia? Repito, ?a qu¨¦ dedica el tiempo libre?
Cuando el socialismo se devana los sesos buscando m¨®viles corruptos en Tamayo parece no entender que la mejor prueba de la indignidad la tiene ah¨ª mismo: en el silencio de una diputada que no articula palabra. Todo pol¨ªtico debe explicar a la ciudadan¨ªa la raz¨®n de sus decisiones, y a¨²n m¨¢s cuando son tan extravagantes como las de esta individua. Pues bien, ella sigue sin abrir la boca. Si es necesaria alguna prueba de que a los dos rebeldes les inspiran m¨®viles oscuros no hay m¨¢s que desviar la mirada de Tamayo y dirigirla hacia la muda: no tiene aspecto de mantener s¨®lidas convicciones pol¨ªticas. De ser as¨ª las hubiera aireado, con la contundencia con que Fraga o Arzalluz airean las suyas. El silencio de la S¨¢ez, en cambio, no es s¨®lo el silencio de la ignorancia: es tambi¨¦n el silencio de la conveniencia personal.
Pero lo m¨¢s grave es que Mar¨ªa Teresa S¨¢ez resulta un producto de nuestro sistema de partidos, de la falta de conexi¨®n entre candidatos y ciudadan¨ªa, de los procedimientos burocr¨¢ticos, oscuros, con que las nomenclaturas partidarias elaboran sus listas en secreto. El suyo es un caso extremo, pero tambi¨¦n el mejor ejemplo de la perversi¨®n a la que llevan las listas cerradas, siempre atestadas de sujetos an¨®nimos, mediocres, que deploran manifestarse p¨²blicamente; personas a las que un puesto en la parrilla electoral les supone un chollo personal y la seguridad a?adida de que jam¨¢s deber¨¢n dar cuenta de sus decisiones porque nadie les conoce ni va a conocerles nunca.
Mar¨ªa Teresa S¨¢ez. Vaya ejemplo de democracia. Tantos madrile?os que introdujeron en la urna su nombre, su nombre perdido all¨¢ en los fondos de la lista. Y los partidos pol¨ªticos, los bur¨®cratas de los comit¨¦s ejecutivos, seguros de que todo esto es democr¨¢tico, mientras siguen tejiendo a?o tras a?o listas cerradas llenas de nombres desconocidos, donde s¨®lo a veces anida la traici¨®n, pero casi siempre la oscuridad y la ineptitud.
Mar¨ªa Teresa S¨¢ez, por favor, abre la boca. Somos ciudadanos. Somos contribuyentes. ?A qu¨¦ dedicas el tiempo libre?
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