Venecia estrena la danza de Angelin Preljocaj suspendida en Avi?¨®n y Aix-en-Provence
Los estadounidenses Petronio y Jasperse cerrar¨¢n el Ciclo Urbano de la Bienal
La presentaci¨®n del core¨®grafo francoalban¨¦s Angelin Preljocaj, el s¨¢bado, en la recta final del Festival de Danza de la Bienal de Venecia se ha convertido, impulsado por las suspensiones recientes en Francia, en un expectante estreno mundial que ha tra¨ªdo hasta la ciudad de los canales a una legi¨®n de cr¨ªticos franceses y de otras latitudes, ¨¢vidos de tener materia para escribir. La obra Near life experience (que debi¨® verse en Avi?¨®n, Aix-en-Provence y Marsella) no convenci¨® del todo al sector especializado, pero s¨ª al p¨²blico veneciano, que abarrot¨® la carpa de Pala Fenice.
La danza ha sido finalmente la ¨²nica disciplina que ha podido conjurar los designios de la huelga de los intermitentes, eso s¨ª, fuera de Francia. La obra de Angelin Preljocaj con su compa?¨ªa, residentes del Centro Nacional Coreogr¨¢fico de Aix-en-Provence, da la impresi¨®n de ser un producto tan nervioso como inacabado. La enorme carpa de Pala Fenice habilitada en el lejano entorno de Tonchetto, con su enorme escenario oper¨ªstico y verdaderas butacas carmes¨ª, ha significado el esfuerzo de los venecianos por mantener la gran actividad l¨ªrica y de danza hasta que reinaugure el teatro fatalmente incendiado el pr¨®ximo diciembre.
All¨ª, en una gran caja blanca de ambiente playero ideada por el propio Preljocaj
, aparecen dos altas sillas de socorristas y algo recuerda al ballet Le train bleu (El tren azul) de las postrimer¨ªas de los ballets rusos de Diaghilev, y se puede pensar en aquel poema de Manuel Altolaguirre Ladrones de
arena, donde el juego por la supervivencia se convierte en el drama de la vida. Once bailarines de f¨ªsicos imponentes y esmerada t¨¦cnica intentan animar un argumento que parece hablar sobre los enlaces corporales y las sensaciones intermedias, y seg¨²n el propio core¨®grafo una suerte de eclipse imaginario donde los cuerpos recrean una nueva escritura sentimental.
La m¨²sica farragosa de Jean-Benoit Dunckel y Nicolas Godinque alterna la base electroac¨²stica con momentos de orquestaci¨®n convencional muy manipulados y hasta aires jazz¨ªsticos que no ocultan su superficial irregularidad. Preljocaj insiste en la oscura sensualidad de su estilo e intenta ser espiritual desde la riqueza pl¨¢stica, con alusiones mal resueltas de la umbilicalidad y la polifon¨ªa sexual. Hay en general un exceso de accesorios en escena (pelotas, burbujas de vinilo, ovillos y cuerdas), que no hacen otra cosa que entorpecer. El vestuario de Gilles Rosier no pasa de correcto, mientras el mejor resultado se lo llevan las luces de Patrick Riou. Con todos estos elementos, Preljocaj se ve ahora presionado por circunstancias ajenas al trabajo de la danza esc¨¦nica, y naturalmente lo visto se resiente de ello. En cualquier caso, no faltaron el entusiasmo solidario de sus coterr¨¢neos y las excelencias de su plantilla.
Apenas quedan la semana pr¨®xima dos representaciones para dar por finalizada esta edici¨®n de la Bienal, perfectamente calificable como la de consolidaci¨®n de un perfecto maridaje entre las artes visuales de vanguardia y lo m¨¢s selecto y avanzado de la danza contempor¨¢nea. Ser¨¢n los neoyorquinos Stephen Petronio y John Jasperse con sus respectivos conjuntos los que cierren, los d¨ªas 16 y 17, una Bienal donde riesgo y calidad se han dado la mano.
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