La hora de la mentira
Los directores "enga?an" a sus ciclistas sobre la dureza del recorrido de las etapas contrarreloj para evitar el des¨¢nimo
Los cl¨¢sicos llaman a la contrarreloj la prueba de la verdad, ese momento ¨²nico en el que cada corredor se encuentra a solas con sus propias fuerzas, sin posibilidad de esconderse o de buscar amparo en el equipo. L'Equipe, el diario organizador del Tour, se acog¨ªa ayer al t¨®pico para destacar en su portada el car¨¢cter crucial de la contrarreloj. "La hora de la verdad", sentenciaba el peri¨®dico deportivo. La verdad de un asfalto achicharrado, de una carretera sinuosa, de un sube y baja constante de casi 50 kil¨®metros al que los corredores son arrojados en solitario. Una verdad tan dura que s¨®lo se puede afrontar con peque?as mentiras.
"!Vamos, Evgeni, vamos, que esto es lo m¨¢s duro!". Sin soltar el volante, Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri, manager general de iBanesto.com, asoma la cabeza por la ventanilla del coche para azuzar al ruso Evgeni Petrov. El corredor apenas ha recorrido un tercio de la contrarreloj y las cuestas empiezan a pesarle. Cuando la cabeza de Ech¨¢varri regresa al interior del coche, el jefe del equipo se sincera: "Si supiera el repecho de dos kil¨®metros que a¨²n le queda en el tramo final ...".
Petrov, perseverante, llega a esa ¨²ltima cuesta sin descomponer la figura ni perder la cadencia de su pedaleo. Ech¨¢varri vuelve a la carga, esta vez en italiano para entenderse con el ruso. "!Esto es lo 'piu' duro, Evgeni!, ?venga, vamos, que s¨®lo quedan 500 metros!". Obviamente, ese no es el tramo m¨¢s duro del repecho y falta bastante m¨¢s de medio kil¨®metro para coronarlo. Pero Ech¨¢varri y su asistente ahorran al chico las malas noticias., como si tratasen con un enfermo. Y el manager de iBanesto.com asume su papel de m¨¦dico: "No puedes enga?ar a los corredores, pero una peque?a mentira sirve de artima?a psicol¨®gica. Hay que darse cuenta de que la contrarreloj es una tortura para el ciclista".
Una tortura y un ejercicio de funambulismo. Petrov avanza como un caballo con orejeras, la vista fija en el asfalto, indiferente al bullicio. Nada m¨¢s arrancar desde la salida, tras un criminal zigzag por las calles del peque?o pueblo de Gaillac, un hombre est¨¢ a punto de invadir la calzada. S¨®lo retrocede en el ¨²ltimo momento, cuando oye ese silbido que dejan los ciclistas al pasar. Un segundo m¨¢s y ... "!Qu¨¦ fr¨¢giles somos!", suspira Ech¨¢varri. Petrov no se asusta y sigue adelante, buscando las mejores zonas de la carretera, haciendo casi de equilibrista sobre la raya pintada en medio, que ofrece a sus ruedas una superficie m¨¢s acogedora que la porosidad del asfalto. El ruso apenas debe entrever a las familias enteras que aplauden sentadas en sus sillas de playa o ese centenar de viejas bicicletas, una por cada a?o del Tour, que muestran orgullosos los vecinos de un pueblo. En cambio, su compa?ero Juan Antonio Flecha, que hab¨ªa salido tres horas antes, no pudo sustraerse a los aspavientos de la gente. Los espectadores lo saludaban al pasar repitiendo el gesto de tensar un arco y disparar una flecha con que el corredor de iBanesto hab¨ªa celebrado su triunfo de la jornada anterior.
La tortura de la contrarreloj es tan indigerible que hay quien trata de aliviarla usando las armas de la picaresca. La m¨¢s socorrida es la del chuparruedas, que al ser doblado por el corredor que viene por detr¨¢s, se pega a su bicicleta para dejarse llevar. Las normas no lo permiten, y esa trasgresi¨®n le sali¨® cara al Euskaltel. Los jueces penalizaron y eliminaron de la prueba a Unai y David Etxebarria. Por chuparruedas. Por buscar un analg¨¦sico contra el suplicio.
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