El gran duelo
Dos a?os despu¨¦s de su ¨²ltimo enfrentamiento, Ullrich derrota a Armstrong en la contrarreloj y se postula como m¨¢ximo aspirante
Puente hac¨ªa unos maillots de lana merina y un punto no muy fino que eran fabulosos. Se empapaban de sudor, pero se secaban enseguida, y al secarse con el viento, con la velocidad del ciclista, al evaporarse el agua, refrescaban. Eran tan buenos, y costaba tanto hacerlos, que Puente quebr¨®, no pod¨ªa competir con los maillots sint¨¦ticos. Tambi¨¦n tuvo la culpa la televisi¨®n en color. Sobre el tejido natural, los colores de las marcas publicitarias, los anagramas, no brillaban, quedaban apagados, sosos. Eran maillots de blanco y negro. Eran maillots como el del Bianchi de Coppi, azul celeste y blanco. Un color irrepetible. Cuando a mediados de temporada, el fabricante de bicicletas italiano tuvo que hacerse cargo del equipo de Jan Ullrich a mitad de precio, Nalini le confeccion¨® en una sola noche centenares de prendas. Pero el azul sobre fibra sint¨¦tica no era el mismo, ya no es celeste, sino verdoso, como las bicicletas. Y la fibra de Ullrich no es como la lana de Coppi. No transpira tanto, no refresca como la merina. Pero no importa, Ullrich no suda.
Es el primer gran rev¨¦s del corredor estadounidense en una contrarreloj de la ronda
Lance Armstrong sud¨® y se qued¨® seco. Llevaba un maillot amarillo m¨¢gico, dec¨ªan sus fabricantes, un maillot que no pesa y se desliza contra el viento como una flecha, que s¨®lo se nota porque refresca, enfr¨ªa. Llevaba el maillot unido al culotte en combinaci¨®n ¨²nica, extraordinaria, pero de repente empezaron a salt¨¢rsele las costuras. Entonces, en mitad de su recital, de piernas girando a 110 pedaladas por minuto, de hombros acompasados, de cabeza animosa, Armstrong grit¨®. No grit¨® "as¨²car", como Celia. Grit¨® ?agua!, agua que me muero de sed. Agua, que el asfalto est¨¢ a 50 grados y el calor reflejo me sube por las piernas. Agua que el sol no para de machacarme desde arriba, que la ¨²nica brisa que sopla es la que genero yo, a 45 por hora, la que me frena. Y es una brisa c¨¢lida, abrasante, porque yo no soy un ciclista, sino una central t¨¦rmica en movimiento. Machaco los pedales con 400 vatios de fuerza, pero eso s¨®lo es el 28% de la energ¨ªa que produzco: el resto, 800 vatios, es calor. Calor puro y duro. Calor que me abrasa y me seca. Agua. "Fue una crisis tremenda. Fue deshidrataci¨®n pura", dijo el estadounidense. "Deb¨ª haber bebido m¨¢s por la ma?ana, pero no ten¨ªa sed, ni tampoco antes de empezar a correr". No bebi¨® y la temperatura de su cuerpo empez¨® a subir. Dos, tres grados. Un ciclista febril. A partir de los 39 grados, como demostr¨® Jos¨¦ Gonz¨¢lez Alonso, el cerebro dice basta. El hipot¨¢lamo frena al cuerpo, alto, deja de producir calor, que hiervo. Y llega, repentino, el cansancio, un cansancio extra?o, porque la sangre sigue llegando a los m¨²sculos, y el ox¨ªgeno, y el "as¨²car" sigue quem¨¢ndose, pero es cansancio, una fatiga let¨¢rgica, no hay chispa.
Armstrong empez¨® la contrarreloj m¨¢s importante de su vida pedaleando de puntera, fresco y fuerte, y la termin¨® dando zapatazos planos, agarrando el manillar por el lado m¨¢s ancho. Empez¨® con los mismos tiempos que Ullrich y termin¨®, m¨¢s que terminar, hizo la segunda parte de la contrarreloj, perdiendo cuatro segundos por kil¨®metro frente al indestructible alem¨¢n. Lleg¨® con la boca blanca y seca, saliva blanca sin agua, pegamento para los labios. Armstrong lleg¨® as¨ª y derrotado, su primera gran derrota en una contrarreloj del Tour -la victoria en 2002 de Botero qued¨® en an¨¦cdota-, a 1.36 m de Ullrich, pero conserv¨® el maillot amarillo.
La fibra de Ullrich, no la fibra de su maillot brillante, sino su fibra mental, su fibra f¨ªsica, es indesmayable, inoxidable e ign¨ªfuga. Hace siete a?os debut¨® en el Tour, lugarteniente de Riis. Ha disputado cinco, ha ganado uno, hace seis a?os, y su peor puesto ha sido el segundo. Es un ciclista ¨²nico que estuvo a punto de perderse entre gorduras, anfetaminas y buena vida, pero que ha regresado a tiempo para terminar una faena inconclusa. Hace cinco a?os perdi¨® el gran duelo con Pantani. En 2000 y 2001 sufri¨® la ley de Armstrong. En 2003 est¨¢ de regreso all¨ª donde dej¨® el Tour, donde la memoria de los aficionados le hab¨ªa colocado, en la contrarreloj de Corr¨¨ze en el 98, por ejemplo. Un rival a la altura de Armstrong en el Tour que m¨¢s que del Centenario es el Tour del sufrimiento para el estadounidense soberbio.
Y mientras Vinokurov estuvo por encima de lo esperado y se reafirma en su papel de bisagra pues seguir¨¢ atacando y modificando los c¨¢lculos t¨¢cticos hasta que reviente -un vistazo a la general cuando el fin de semana ser¨¢n los Pirineos: 1. Armstrong. 2. Ullrich, a 34s. 3. Vinokurov, a 51s-, los ciclistas espa?oles -exceptuando a Zubeldia, que puede seguir pensando en el podio- volvieron a sus or¨ªgenes, a retomar el papel de animadores en la monta?a, en otra dimensi¨®n. Armstrong dijo que no pensaba atacar en la monta?a, que el suyo, aparte de sufrido, es el Tour de la gesti¨®n de los recursos, que ¨¦l est¨¢ por delante y que todav¨ªa queda la contrarreloj de Nantes, pero aunque ese pensamiento t¨¢ctico sea verdadero, el Tour del Centenario ser¨¢, definitivamente, el Tour de la pasi¨®n (o el m¨¢s apasionante de los ¨²ltimos a?os).
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