E?e que e?e
La e?e es al espa?ol lo que la catedral de Burgos al Patrimonio Nacional. ?sta es una evidencia que el extranjero deber¨¢ tener en cuenta al pronunciar las letras del abecedario. Cuidado: que el sustantivo Espa?a incluya su consonante m¨¢s distintiva no es una frivolidad, sino una declaraci¨®n de principios. La e?e es un icono visual, como ese toro de Osborne que, con orgullo testoster¨®nico, mira pasar los coches desde lo alto de cerros pr¨®ximos a autov¨ªas habitualmente colapsadas (y de cuya silueta ya les hablar¨¦ otro d¨ªa). Si est¨¢s en un atasco, la presencia del toro remueve un imaginario colectivo de chicuelinas, cogidas, enfermer¨ªas y viudas reconvertidas en sacerdotisas de un luto de papel cuch¨¦ que incluye la posibilidad de resucitar convertida en amante de un alcalde con el salario embargado. La e?e es la ¨²nica consonante del espa?ol que tiene dos partes: una id¨¦ntica a la ene a secas y una tilde que, seg¨²n el talento l¨ªrico de cada cual, sugiere sombreros, caperuzas, acentos o p¨¢jaros. Incluso existe un personaje de animaci¨®n televisiva llamado SuperE?e, que ameniza los mediod¨ªas de la programaci¨®n infantil de La 2, y que, gracias a sus dicharacheros poderes, defiende las excelencias de la e?e con ardores patri¨®tico-pedag¨®gicos.
No es el ¨²nico h¨¦roe que lucha por mantener vivo este patrimonio gr¨¢fico, fuente de inspiraci¨®n del logotipo del Instituto Cervantes. Desde que las nuevas tecnolog¨ªas expanden sus globalizadores tent¨¢culos, muchos temen que, por incompatibilidades o simplificaci¨®n de lenguajes inform¨¢ticos, la e?e acabe desapareciendo. No ser¨ªa la primera vez que un cambio tecnol¨®gico provoca mutaciones ortogr¨¢ficas. La misma e?e sustituy¨® a la doble ene habitual en los manuscritos y fue consagrada por Antonio Nebrija a principios del siglo XVI. Desde entonces, su presencia ha despertado una variable gama de adhesiones que siguen vigentes. Si el turista se mete en un cibercaf¨¦ para combatir los calores estivales con una dosis de navegaci¨®n de secano, encontrar¨¢, adem¨¢s de webs pornogr¨¢ficas que confirman la plet¨®rica salud del espa?ol guarrindongo, multitud de testimonios de este furor pro-e?e. Uno de ellos es un art¨ªculo de la escritora argentina Mar¨ªa Elena Walsh, que incluye p¨¢rrafos como ¨¦ste: "?Quieren decirme qu¨¦ haremos con nuestros sue?os? ?Entre la fauna en peligro de extinci¨®n figuran los ?and¨²es y los ?acurutuces? ?En los pagos de A?atuya c¨®mo cantar¨¢n A?oranzas? ?A qu¨¦ pobre barrig¨®n fajaremos al ?udo? ?Qu¨¦ ser¨¢ del A?o Nuevo, el tiempo de ?aupa, aquel tapado de armi?o y la ?ata contra el vidrio? Y ?c¨®mo gratificaremos la m¨¢s dulce consonante de la lengua guaran¨ª?". En otra zona del ciberuniverso, tambi¨¦n puede tropezarse con un poema an¨®nimo y belicoso que termina as¨ª: "?Amigos, a la campa?a! / ?Que ser¨¢ dura la ri?a! / Si la envidia fuera ti?a... / ya sab¨¦is c¨®mo eso da?a. / Envidia la Gran Breta?a / de la ene hispana su mo?o. / La e?e, la e?e de oto?o, / e?e de ara?a y de le?a, / e?e de cu?a y de ace?a / y de terru?o. Y de co?o".
Ejercicio del d¨ªa: practique la pronunciaci¨®n de la e?e repitiendo cien veces la palabra ?o?o delante de un espejo para que pueda percatarse de la cara de asco que pone.
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