"Si pillo al pir¨®mano, le corto la cabeza"
Indignaci¨®n y rabia en Sant Lloren? ante la sospecha de que un pir¨®mano caus¨® el fuego que arras¨® 2.500 hect¨¢reas de bosque
Domingo, 10 de agosto, a las cinco de la tarde. Sant Lloren? de Savall, una poblaci¨®n de poco m¨¢s de 2.000 habitantes situada en la ladera de una monta?a, se descubre de pronto amenazada por el fuego. No es la primera vez, de modo que el temor tarda poco en imponerse. La alerta crece en la misma medida que las llamas que se propagan por la monta?a hacia una zona protegida. En medio hay un n¨²mero alto de segundas residencias y casas de labranza que se ven pronto amenazadas por el humo y por las llamas. Las autoridades se ponen pronto en marcha y al anochecer da la impresi¨®n de que el incendio ha sido controlado. Eso s¨ª: las llamas han devorado 1.300 hect¨¢reas de bosque. A esa hora, nadie sabe que, adem¨¢s, se han producido cinco muertes. Y la mayor¨ªa de la gente se va a dormir con relativa tranquilidad, convencidos todos de que al amanecer la acci¨®n de los aeroplanos acabar¨¢ con el foco.
"Toda la vida cuidando el bosque y viene un gilipollas y hace esto", claman en el pueblo
Pero la noche trae una p¨¦sima sorpresa: un nuevo incendio en Gallifa, a escasos kil¨®metros del anterior, que se manifiesta de forma violenta sobre las cinco de la madrugada. Todo apunta a que ambos han sido intencionados.
El sol alumbra a los vecinos de la zona y tambi¨¦n a dos inmensas columnas de humo que se elevan hacia el cielo y que llevan ceniza y carbonilla a todas partes. A mediod¨ªa, el sol era apenas visible. A lo sumo, una mancha levemente brillante tras el humo gris y rojizo que desdibujaba cualquier forma situada a media distancia.
El convencimiento de que hay un pir¨®mano "mal nacido" es general en Sant Lloren? Savall. "Si lo pillo, le corto la cabeza", dice uno de los hombres que comenta la situaci¨®n en el Bar Roya, en el centro de la localidad. Los due?os de la Fonda Rius, un local de casi toda al vida, est¨¢n airados, rabiosos. Por las muertes, que a esa hora ya son noticia conocida, y porque el pueblo se queda sin su paisaje, sin su entorno y su belleza.
"Toda la vida cuidando el bosque y viene un gilipollas y hace esto", brama la due?a del local, que no tiene la menor duda respecto a que detr¨¢s de las llamas hay "una mano negra", seg¨²n la expresi¨®n que utiliza Artur Mas, conseller en cap del Gobierno catal¨¢n.
"Es que el bosque puede estar muy seco, pero solo no prende", dice una de la voluntarias que llenan el s¨®tano del ayuntamiento.
La lista de voluntarios es larga. Hay unos 300 nombres. Los hombres van al monte, a ayudar a los bomberos. Las mujeres preparan la comida. Desde el domingo se han hecho all¨ª m¨¢s de 2.000 bocadillos y se han repartido cajas enteras de melones, sand¨ªas y tambi¨¦n melocotones de vi?a entre los voluntarios y entre los bomberos, los agentes rurales, la polic¨ªa auton¨®mica, la local y la guardia civil. Y los funcionarios municipales que tambi¨¦n llevan trabajando m¨¢s de 24 horas casi sin interrupci¨®n.
Tanto esfuerzo y tanta esperanza desfondada. Cuando todo parece controlado, nuevas humaredas, densas, negras, calientes, se yerguen demostrando el gran error. Las 1.300 hect¨¢reas de la ¨²ltima hora del domingo eran ayer 2.500. Y nuevas evacuaciones, un millar de personas en total: 500 en Gallifa, donde al llegar la noche el fuego estaba totalmente descontrolado y hab¨ªa consumido 700 hect¨¢reas, que se sumaban a las 1.800 quemadas en Sant Lloren?; 50 de La Granera, un peque?o n¨²cleo situado entre Sant Lloren? y Gallifa; 400 vecinos de diversas urbanizaciones, concentradas todas ellas en la localidad de Monistrol de Calders; 15 de casas de campo de la propia localidad de Sant Lloren?.
"Arden las ra¨ªces", afirma un bombero con un punto de des¨¢nimo.
Y arde el aire. Catalu?a, como el resto de Espa?a, vive una ola de calor. Ayer se superaron los 35 grados en no pocas poblaciones y lo que, a efectos del control de los incendios es peor, la humedad habitualmente alta, era apenas del 20%. En estas condiciones todo es inflamable.
La consejera de Gobernaci¨®n, N¨²ria de Gispert, que a primera hora de la ma?ana, cuando se cre¨ªa a¨²n poder controlar los dos incendios, mostraba cara de prudente satisfacci¨®n, estaba ayer por la tarde casi hundida. Daba las cifras: 23 aeroplanos y helic¨®pteros, 47 coches de bomberos. Pero recordaba que los hombres, profesionales y voluntarios, estaban exhaustos y ten¨ªan que descansar. Para colmo, la situaci¨®n es tan general que la petici¨®n de ayuda a Francia no pudo ser atendida porque los franceses ten¨ªan problemas similares. Al caer la tarde, llegaban refuerzos de las poblaciones vecinas.
Pero la principal esperanza era la llegada del nuevo d¨ªa y sobre todo, que siguiese sin levantarse el viento. Los deseos se repart¨ªan: unos quer¨ªan que la pesadilla terminase pronto. Pero algunos vecinos apostaban por encontrar primero al hipot¨¦tico autor y, afirmaba alguno, "asarlo en las brasas".
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