Esp¨ªritus en traje de ba?o
El prestigio social de una playa depende de los forasteros famosos que acuden a probar sus aguas. Las playas de Granada, al contrario que las de la Costa del Sol o C¨¢diz, han tenido pocos veraneantes ilustres, pero sus escasos y fieles admiradores representan los valores sociales e incluso morales que han imperado en el rebalaje. Pi¨¦nsese en Federico Mayor Zaragoza y en los cat¨®licos reyes de B¨¦lgica, Balduino y Fabiola. El verano de 2003 supone, en este sentido, una manifestaci¨®n de cambios inciertos: el secretario general del PSOE, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, y su familia, alquilaron una propiedad en La Herradura y un aire de regeneraci¨®n casi mermada ha movido los toldos y ha mecido los flecos de las sombrillas.
Conforme se costea Granada de levante a poniente se va recomponiendo el siglo
Las playas de Granada son muy tradicionales y muchas a¨²n conservan reservas del pasado. Cuando yo era ni?o y me gustaba el mar, la llegada a la playa, a bordo de un autob¨²s, iba precedida de un v¨®mito un¨¢nime del pasaje. Ocurr¨ªa unos pocos kil¨®metros antes de divisar el primer retazo de un mar engomado por una bruma ligera. La causa directa de aquella arcada general eran las muchas curvas de la carretera, pero en mi memoria la n¨¢usea y el consiguiente alivio del est¨®mago era una especie de ceremonia de limpieza. En los bordes de la carretera, los pasajeros dejaban los restos nutritivos ingeridos en los territorios del interior y, una vez purificados, ingresaban en la reserva del litoral: el otro mundo.
Hoy ya no se vomita para ingresar en la playa porque la frontera con el interior ha desaparecido. Sin embargo, el mar de Granada es el mismo mar de otros veranos, quiero decir que ciertas playas, las m¨¢s apegadas a la provincia de Almer¨ªa, parecen ancladas a¨²n en los a?os sesenta, no s¨®lo por el aspecto extenuado de los edificios de apartamentos sino tambi¨¦n por el pudor que predomina entre los nadadores: casi siempre familias vestidas con discretos trajes de ba?o y agarradas con fuerza a las toallas que alcanzan el estadio de emblemas morales.
Conforme se costea Granada de levante a poniente se va recomponiendo el siglo. Tras superar Almer¨ªa por la Nacional 340, las primeras playas que divisa el viajero a¨²n est¨¢n varadas en los a?os sesenta, pero unos kil¨®metros m¨¢s adelante se produce un sutil proceso de modernizaci¨®n que nos conduce a los setenta y los ochenta y, ya en las aguas de Motril, se entra en los noventa, hasta alcanzar, en Almu?¨¦car y La Herradura, algo parecido a la edad contempor¨¢nea.
Pero como hemos apuntado la prueba suprema de la actualidad de las playas est¨¢ relacionada con la novedad o el anacronismo que simbolizan los personajes que eligen este territorio para liberar su holganza.
El padr¨®n de conocidos (vivos o muertos) que veranean en las playas de Granada es corto, lo que incrementa el m¨¦rito de su arrojo. El decano es Federico Mayor Zaragoza, en Salobre?a. El ex director de la Unesco se deja retratar cada a?o en pantal¨®n corto, sentado en una silla de mimbre o de volutas met¨¢licas, y dicta una entrevista ritual al diario local en la que habla del mundo y sus conflictos.
Entre los esp¨ªritus de los muertos que veranean en Granada el principal es el del rey Balduino de B¨¦lgica, que dio su alma en la transici¨®n del mes de julio al mes de agosto de 1993 en pleno descanso estival en Motril. Los monarcas poseen all¨ª una finca m¨¢s bien estrafalaria, frente al mar, rodeada de discotecas ruidosas y un campo de golf. Motril conoci¨® la noticia de la muerte porque un miembro del servicio dom¨¦stico fue visitando una por una las discotecas para pedir a los pinchadiscos que redujeran el volumen de la m¨²sica en se?al de duelo. Cuando los reyes decid¨ªan ba?arse, la Guardia Civil cerraba con cintas los costados de la playa y creaba un pasillo real sobre el piso de arena desde la entrada hasta las primeras humedades. Ese recato monacal que ten¨ªa el ba?o de los reyes impregnaba de un cat¨®lico sentido del pudor todo el espacio. Hoy Balduino est¨¢ en proceso de alcanzar la santidad.
Entre tales veraneantes ilustres, la incursi¨®n de Rodr¨ªguez Zapatero en las playas granadinas m¨¢s cercanas a Nerja supone como hemos dicho una vivificaci¨®n relativa de los tiempos y los modos. Es cierto que el dirigente socialista representa el futuro del PSOE, un futuro en¨¦rgico y relativamente pr¨®ximo, pero no es menos verdad que Zapatero ha llegado a La Herradura arrastrando consigo los esp¨ªritus viscosos de Tamayo y la se?ora S¨¢ez como pellas de alquitr¨¢n portuario. Cuando Zapatero se zambulla en el mar, a su rebujo, haci¨¦ndose los muertos, los esp¨ªritus de los tr¨¢nsfugas flotar¨¢n como una boya de m¨¢rmol. Balduino los bendiga.
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