De excepci¨®n a norma
Pienso que no est¨¢ de m¨¢s recordar que la f¨®rmula que parece haberse acabado imponiendo para la renovaci¨®n del liderazgo en el PP no es la que se intent¨® poner en pr¨¢ctica en primer lugar. Tras el fracaso de Manuel Fraga en las elecciones generales de 1986, se ensay¨® una f¨®rmula que encajaba dentro de las pr¨¢cticas normales en los partidos democr¨¢ticos. Se convoc¨® un congreso extraordinario y se presentaron distintas candidaturas, entre las cuales los afiliados eligieron al que deb¨ªa ser el nuevo l¨ªder del partido. Como se recordar¨¢, en aquella ocasi¨®n compitieron Miguel Herrero y Rodr¨ªguez de Mi?¨®n y Antonio Hern¨¢ndez Mancha, siendo elegido este ¨²ltimo como sustituto de Manuel Fraga para dirigir el PP.
Fue el fracaso del liderazgo de Antonio Hern¨¢ndez Mancha lo que condujo a que Manuel Fraga recuperara la direcci¨®n y a que se pusiera en marcha un mecanismo de designaci¨®n personal de su sustituto, designaci¨®n que tendr¨ªa que ser ratificada en un congreso convocado al efecto. As¨ª es como fue designado Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en el congreso de Sevilla, en el que Manuel Fraga rompi¨® p¨²blicamente la carta de dimisi¨®n sin fecha que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar le hab¨ªa hecho llegar en el momento en que el presidente le comunic¨® que iba a ser su sucesor.
El fracaso de la primera experiencia y el ¨¦xito de la segunda parecen haber conducido al PP a la convicci¨®n de que es preferible el procedimiento no democr¨¢tico para la renovaci¨®n del liderazgo. Las circunstancias en las que se celebr¨® en 1989 el congreso de Sevilla son completamente distintas de las circunstancias en las que el PP se encuentra en 2003 y, sin embargo, se ha optado por dejar que sea el presidente del partido el que de manera exclusivamente personal efect¨²e la propuesta de qui¨¦n debe sucederle, sometiendo dicha propuesta a una simple ratificaci¨®n por los ¨®rganos correspondientes del partido, de cuyo resultado no se ten¨ªa la m¨¢s m¨ªnima duda. Lo que pudo parecer una excepci¨®n en un momento casi inici¨¢tico (no se olvide que en el congreso de 1989 se refund¨® Alianza Popular como PP) se ha convertido en norma en un momento de consolidaci¨®n.
Se trata de una apuesta arriesgada. En primer lugar, porque pasa inexcusablemente por la victoria en la pr¨®xima convocatoria electoral. Si el PP no consigue ganar las pr¨®ximas elecciones generales, se queda casi sin recursos para hacer frente a tal eventualidad en la medida en que es todo el partido sin rechistar el que se ha comprometido con la f¨®rmula de designaci¨®n del sucesor. Y en segundo lugar, porque si la operaci¨®n tiene ¨¦xito y el PP vuelve a ganar las elecciones, el modelo de renovaci¨®n no democr¨¢tico resultar¨¢ dif¨ªcil de obviar en el futuro.
Y ese es un modelo que aunque haya parecido que favorece la estabilidad y la cohesi¨®n internas del partido en este momento no puede ser un modelo de estabilidad y cohesi¨®n de manera indefinida. El PP es un partido muy joven, que se ha tenido que constituir en circunstancias singulares: autodestrucci¨®n de UCD, constituci¨®n de una mayor¨ªa a partir de una posici¨®n de casi extrema derecha, prolongaci¨®n de una hegemon¨ªa socialista muy intensa... No es extra?o que en tales circunstancias haya tenido que hacer de necesidad virtud y poner en pr¨¢ctica procedimientos no democr¨¢ticos en su funcionamiento interno. Pero esos procedimientos no pueden convertirse en norma. Simplemente las circunstancias en las que va a tener que moverse en el futuro van a ser otras. Y no es probable que para dichas circunstancias el modelo no democr¨¢tico de renovaci¨®n del liderazgo pueda ser operativo. Lo que es pan para hoy puede ser, probablemente ser¨¢, hambre para ma?ana.
![Mariano Rajoy y Eduardo Zaplana, ayer, en La Moncloa.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/NKZZ7HEUIHCC4FDKV7XE4HXNGM.jpg?auth=35b07f157254c5da924c8dc5f3d7164c818b232c38840f01e23f14fd1f8fe38a&width=414)
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