Intelectuales colectivos
Al escuchar las palabras condenatorias de Jes¨²s Caldera sobre la posici¨®n cr¨ªtica de la ex ministra Alberdi, me vinieron a la mente dos reflexiones de Antonio Gramsci, contenidas en sus cuadernos de la c¨¢rcel. La primera, que la posibilidad de dar vida a ese "moderno Pr¨ªncipe" que es el partido pol¨ªtico depende de la existencia de un n¨²cleo amplio de dirigentes capaces de asegurar tanto la cohesi¨®n como la inventiva. Sin capitanes no hay ej¨¦rcito, y el PSOE de hoy bien lo confirma. La segunda, que en un partido progresivo la disciplina es una cosa y otra convertir a ese partido en un mero ejecutor de ¨®rdenes superiores, "un ¨®rgano de polic¨ªa" privado de capacidad de deliberaci¨®n.
En cambio, para un partido regresivo, como es entre nosotros el Partido Popular, lo adecuado es una s¨®lida dominaci¨®n burocr¨¢tica desde el v¨¦rtice. No tendr¨ªa sentido alguno forjar un "intelectual colectivo", ya que se trata de garantizar la gesti¨®n pol¨ªtica de un sistema de poder ya constituido, y por ello de restringir consecuentemente al m¨¢ximo el pluralismo intelectual, tanto dentro como fuera de la propia esfera de poder. Una vez realizado el oportuno cambio de piel, el legado autoritario procedente del franquismo sirve a las mil maravillas para que la maquinaria pol¨ªtica se configure como una pir¨¢mide con un ¨²nico centro supremo de decisiones aparentemente infalible. De ah¨ª la preocupaci¨®n obsesiva en nuestros responsables "populares" de que all¨ª donde alcanza su control, en televisi¨®n, radio o prensa, desaparezca el m¨¢s leve signo de discrepancia o de pluralidad de ideas. No hacen falta intelectuales, sino repetidores voluntarios del l¨ªder, a la vez ciegamente fieles, censores y transmisores de propaganda. No es extra?o el papel estelar que la televisi¨®n desempe?a desde esa perspectiva, ni tampoco que la labor reaccionaria en profundidad, bajo la m¨¢scara de la tecnocracia, corresponda al Ministerio de Educaci¨®n: la tela de ara?a tejida mediante comisiones designadas a dedo para la selecci¨®n del joven profesorado constituye una obra maestra de control preventivo a cargo de un ¨®rgano estrictamente oficial llamado ANECA. Con Franco hab¨ªa sorteos.
Parece obvio que al PSOE le interesa imponer una imagen alternativa de cara a la opini¨®n, exhibiendo una concepci¨®n pluralista e integradora de las relaciones pol¨ªticas, como ant¨ªtesis de la consolidaci¨®n autoritaria de la era Aznar. A t¨ªtulo personal, Jos¨¦ Luis R. Zapatero lo ha logrado sin duda, pero no es menos evidente que la gente echa en falta claridad de ideas, lo que sugiere deficiencias en su equipo de asesores, y se ve sorprendida negativamente por la inconsistencia de su partido en cuanto tropieza con un problema complejo, como el de hacer compatible su profesi¨®n de fe constitucional con el plan de Maragall para Catalu?a, o con una crisis como la de la FSM en torno a las elecciones de la Comunidad. De nada sirve fichar a seiscientos especialistas de prestigio si acaban convirti¨¦ndose en floreros para decorar una pol¨ªtica ejecutada de forma ramplona. Y la soluci¨®n no consiste en ejercicios de depuraci¨®n interna, al margen de los propios Estatutos del partido, en cuanto surge una autorizada voz discrepante. Nadie con un m¨ªnimo sentido democr¨¢tico puede exigir la renuncia al esca?o a quien no ha sido objeto de un procedimiento de sanci¨®n consumado. Nadie con dos dedos de frente puede ignorar que los verdaderos amigos del partido adversario dentro del PSOE son a estas alturas aquellos que se limitan a echar la culpa al PP en el tema de los traidores.
En el otro gran problema, tampoco basta con elaborar un texto muy razonable como es el dise?o de reforma del Estado que aprob¨® la reuni¨®n de Santillana (por cierto, de forma tambi¨¦n escasamente democr¨¢tica al ser publicado el texto definitivo dos d¨ªas antes de la convenci¨®n). Hay que explicar c¨®mo va a articularse ese paso adelante con la resistencia a la amenaza inmediata del plan Ibarretxe, y c¨®mo va a encajar y con qu¨¦ reformas constitucionales el otro plan, el de Maragall, quien por otra parte tiende a hablar con dos lenguajes, aqu¨ª y en Catalu?a, lo que en t¨¦rminos de nuestro so?ado intelectual colectivo supone el imperio de la confusi¨®n. Sin mayor claridad y con palos de ciego como los dados por Caldera, esa negaci¨®n viviente del intelectual colectivo que es el PP tendr¨¢ la partida ganada.
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