El Consejo de Seguridad: renovaci¨®n o marginaci¨®n
La ONU ha encarnado durante d¨¦cadas el ideal del esp¨ªritu de di¨¢logo y entendimiento entre las naciones, de la soluci¨®n pac¨ªfica de las diferencias, de la paz entre los pueblos y de la primac¨ªa del derecho internacional.
Como toda creaci¨®n humana, la ONU es hija de su tiempo y acusa la erosi¨®n producida por su transcurso. Acabada la guerra fr¨ªa, que at¨® de manos al Consejo de Seguridad, nos enfrentamos hoy a la realidad de sus defectos, unos estructurales y otros sobrevenidos.
Hay que tener la honradez y la valent¨ªa pol¨ªtica necesaria para decirlo sin tapujos. Sobre todo cuando de lo que se trata es de poner remedio antes de que sea demasiado tarde.
Ha llegado el momento de actuar si queremos dar una respuesta eficaz a los nuevos: la aparici¨®n a escala global del terrorismo, el peligro real de la proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva, la desintegraci¨®n de los Estados fallidos, la necesidad de la injerencia humanitaria en caso de graves y masivas violaciones de los derechos humanos...
El debate sobre la reforma de la ONU se centra en el Consejo de Seguridad: su composici¨®n -para algunos implica ampliaci¨®n- y el ejercicio del derecho de veto son los aspectos m¨¢s destacados.
Los s¨ªntomas de ineficacia son claros: pa¨ªses que no se ponen de acuerdo en temas fundamentales que afectan a la seguridad y la estabilidad del mundo, naciones que amenazan o utilizan el veto cuando sus intereses estrictamente nacionales no se ven respaldados, resoluciones que pierden la fuerza y la raz¨®n ¨²ltima que las anima porque son sacrificadas en el altar de una reconciliaci¨®n de posturas tan alejadas unas de otras que, al final, las priva de credibilidad.
?Renovarse o morir? Me temo que, aunque planteado en t¨¦rminos muy dram¨¢ticos, la cuesti¨®n no escapa del todo a estos par¨¢metros.
?Qu¨¦ propone Espa?a? Realismo y democratizaci¨®n s¨ª, pero sobre todo eficacia.
La reforma debe ser realista y orientarse a facilitar la toma de decisiones. Al mismo tiempo este pragmatismo tiene que ser compatible con la defensa eficaz de unos principios que tienen proyecci¨®n universal.
La dificultad para tomar decisiones en el Consejo (lo vimos el 16 de septiembre al vetarse una resoluci¨®n contraria a la deportaci¨®n de Arafat) produce un peligroso desgaste provocado por el abuso de la amenaza o la utilizaci¨®n del derecho de veto que afecta a su eficacia y, lo que es m¨¢s grave, a su propia credibilidad.
Las divergencias en el Consejo de Seguridad en la cuesti¨®n de Irak son buena muestra de ello. No es nuevo, por desgracia. En Kosovo y Afganist¨¢n, fueron coaliciones ad hoc las que pusieron fin a una exterminaci¨®n masiva en un caso, y a la "vampirizaci¨®n" de un Estado por un grupo terrorista, en el otro (en Afganist¨¢n, era evidente la leg¨ªtima defensa consagrada en el art¨ªculo 51 de la Carta).
Uno de los t¨¦rminos m¨¢s o¨ªdos es la ampliaci¨®n del Consejo. Ampliaci¨®n no es sin¨®nimo de eficacia. Espa?a no se opone por principio a la ampliaci¨®n de los miembros del Consejo de Seguridad, pero anteponemos la facilitaci¨®n de la toma de decisiones.
En cambio, s¨ª nos parece antidemocr¨¢tico y profundamente ineficaz el incremento de los miembros permanentes, con o sin derecho de veto. Los pa¨ªses que pretenden acceder a un puesto permanente, y los que los apoyan, no buscan realmente que el Consejo funcione, sino simplemente garantizarse una mayor esfera de poder nacional. ?se no es el camino.
Nuestra experiencia como miembros de la Uni¨®n Europea nos hace tener una prevenci¨®n especial hacia los directorios por su inclinaci¨®n inmovilista.
Una hipot¨¦tica ampliaci¨®n deber¨ªa incrementar ¨²nicamente el n¨²mero de miembros no permanentes, procedentes de todos los grupos regionales. Los pa¨ªses que aspiren a acceder al Consejo de Seguridad deben someterse al escrutinio de los otros Estados para que decidan qui¨¦n merece estar en el Consejo. Y, sobre todo, para asegurarse que los nuevos miembros est¨¢n comprometidos con la defensa del acervo de Naciones Unidas. No podemos permitirnos "caballos de Troya".
La eficacia tambi¨¦n est¨¢ re?ida con la cuesti¨®n de la reforma del derecho de veto. ?ste es el asunto m¨¢s dif¨ªcil. La dificultad no puede hacernos titubear sobre el objetivo a conseguir: su utilizaci¨®n debe ser reformulada en sentido restrictivo. Quiz¨¢ no sea posible eliminarlo, pero debemos perseguir la m¨¢xima limitaci¨®n de su uso.
Una posibilidad es reducir su utilizaci¨®n al Cap¨ªtulo VII de la Carta, esto es, en caso de amenaza a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresi¨®n. Otra v¨ªa limitadora es la exigencia de un doble veto o veto compuesto. Es decir, que para que hubiese veto efectivo fuese preciso el voto en contra de, al menos, dos miembros permanentes.
Estamos ante una encrucijada de la Historia. En poco tiempo se ha evaporado el orden internacional que hemos conocido durante d¨¦cadas. Barreras que separaban a naciones enteras se han desvanecido. Ideolog¨ªas que parec¨ªan inmutables son s¨®lo un recuerdo. La paz y la seguridad son hoy indisolubles.
Hoy, m¨¢s que nunca, es el momento de los principios y los valores. Aquellos que est¨¢n en la base de la dignidad del hombre. Estos principios no pueden ser otros que el respeto de las libertades fundamentales, el imperio de la ley, la universalidad de los derechos humanos, el derecho a buscar mayores cotas de progreso y bienestar. Son los ¨²nicos que pueden asegurar la paz y la estabilidad internacional.
No vacilemos al invocarlos. No dudemos a la hora de que sean los que inspiren nuestras decisiones. Digamos alto y claro, sin complejos, que son ¨¦stos, y no otros, los ¨²nicos capaces de seguir impulsando la gran aventura humana.
Ram¨®n Gil-Casares Satr¨²stegui es secretario de Estado de Asuntos Exteriores.
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