La OMC y el ciclo de Doha vistos desde el Sur
El autor defiende que la cumbre de Canc¨²n ha servido para poner de relieve un cambio en el balance de fuerzas del comercio multilateral.
El interesante art¨ªculo del eurodiputado Sami Na?r -publicado el 30 de septiembre- contiene aportes para el debate pos-Canc¨²n, y para el que concierne al futuro de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio. Quisiera detenerme en algunas de las cuestiones que all¨ª se plantean desde la perspectiva de mi pa¨ªs.
El ciclo de desarrollo lanzado en Doha, desde mi punto de vista, ni ha muerto ni desfallece. M¨¢s bien parecer¨ªa que se trata de un espectacular y bien mediatizado resbal¨®n en la Quinta Conferencia Ministerial de la OMC. Canc¨²n ha puesto en relieve un cambio evidente en el balance de las fuerzas dentro del sistema multilateral de comercio.
Con un sustento pol¨ªtico sin precedentes, ha aparecido un grupo de pa¨ªses que, con decisi¨®n, remarcable capacidad negociadora y una s¨®lida preparaci¨®n t¨¦cnica, plantearon la necesidad de enfocar la negociaci¨®n desde una perspectiva que tenga como centro "el desarrollo" de la gran mayor¨ªa de los miembros de la OMC. ?ste es uno de los mayores ¨¦xitos del "fracaso de Canc¨²n", aunque a primera vista luzca como una paradoja. El se?or Na?r reconoce esta situaci¨®n cuando se?ala que, "... una vez abierta la conferencia, los pa¨ªses negociaron como si el acuerdo final ya se hubiera alcanzado". Nada m¨¢s ajustado a la verdad.
La sobreproducci¨®n deprime los precios internacionales e impide la competencia efectiva
Casi 150 pa¨ªses integramos la OMC, y el peso de los que casi siempre esperamos y vimos c¨®mo unos pocos consum¨ªan los recursos y la riqueza del mundo se hizo sentir. Por primera vez en mucho tiempo, los pa¨ªses emergentes, cuyas econom¨ªas dependen en mayor o menor medida de la agricultura, presentamos un frente com¨²n para tratar de negociar con las potencias comerciales.
?ste es un hecho de naturaleza sist¨¦mica que de ahora en adelante va a impactar en la din¨¢mica negociadora de la organizaci¨®n. La forma en que presentaron sus demandas los pa¨ªses del G20 + es por s¨ª sola un buen resultado para el Sur. La OMC funcion¨® como una verdadera democracia y no como una democracia aparente, donde los dos principales actores acordaban previamente, y el resto de los pa¨ªses deb¨ªa plegarse con sumisi¨®n teol¨®gica. El Sur, lejos de haberse negado a comprometerse m¨¢s con el proceso, trat¨® de presentar en una propuesta agr¨ªcola los tres pilares que constituyen su estructura: acceso a mercados, medidas de apoyo interno y subsidios a la exportaci¨®n.
Pese a las diferencias de poblaci¨®n, peso espec¨ªfico y desarrollo, hay algo que claramente nos une: todos nos perjudicamos enormemente como resultado de los subsidios, incluyendo los pa¨ªses desarrollados. En concreto, dejamos de exportar mucho de lo que podr¨ªamos, perdemos empleos, se amplifica el problema de la pobreza y la inviabilidad del pago de la deuda externa.
El mundo que subsidia gasta m¨¢s de 300.000 millones de d¨®lares por a?o, mientras que la ayuda alimentaria mundial apenas supera los 56.000 millones de d¨®lares. Ello resulta no s¨®lo injusto, especialmente para los pa¨ªses en desarrollo, sino que, por a?adidura, econ¨®micamente ineficiente.
?C¨®mo influyen los subsidios en los ingresos de los productores (por ejemplo, bajo la forma de apoyo interno)? En muchos casos, aument¨¢ndolos de manera escalofriante, como el caso del arroz (casi 400%), leche (m¨¢s de 90%), az¨²car (90%), trigo (57%). La consecuente sobreproducci¨®n deprime los precios internacionales y, en definitiva, los productores eficientes no pueden competir en un pie de igualdad frente a esa realidad.
Estos subsidios, que estimulan la producci¨®n, determinan un nivel de autoabastecimiento mayor que el que tendr¨ªa lugar sin su existencia, reduciendo as¨ª las importaciones. En la medida en que una gran parte de los subsidios a la producci¨®n se concentran en los pa¨ªses desarrollados, ese nivel de autoabastecimiento desplaza o impide las posibilidades de exportaci¨®n de los pa¨ªses en desarrollo que no utilizan subsidios.
?Gan¨® el Sur, perdi¨® el Norte? ?Ganaron ambos? ?Empataron? ?Perdi¨® el Sur o perdieron ambos? Dir¨ªa que en la respuesta hay algo de cada cosa. En definitiva, como escribi¨® Marco Aurelio, "todo es opini¨®n", aunque el estoico agregaba: "Es evidente la utilidad de dicha m¨¢xima, si sabemos valernos de su agudeza, sin franquear el l¨ªmite de su verdad".
Sin franquear el l¨ªmite de la verdad, podr¨ªa decirse que Canc¨²n reafirma la validez del sistema de comercio multilateral como foro de negociaci¨®n. Lo hace, sin dudas, de manera parcial, especialmente para los pa¨ªses menos influyentes del sistema.
Sin ret¨®rica y con sustancia y aportes constructivos, los pa¨ªses emergentes estuvimos presentes de manera activa en la conferencia y en sus propuestas. ?ste no es un mal resultado. Es una se?al valiosa para el sistema. Es una alerta que no puede ignorarse.
No se trata ahora de buscar al "chivo emisario", sino que los grandes responsables tomen el toro por las astas y den se?ales concretas de voluntad de cambio. Si ello no ocurre, no se puede tildar de "ret¨®ricos de la resistencia" a los otros. Lo que "los otros" no quieren, como bien dice Na?r, es verse obligados a continuar soportando por m¨¢s tiempo una situaci¨®n dram¨¢tica para su poblaci¨®n.
No queremos en la OMC cualquier resultado ni a cualquier precio. Es crucial para el mundo en desarrollo que se incorpore la agricultura en forma plena a las normas del multilateralismo comercial. Eso va a ayudar a mitigar el hambre, la pobreza, la calidad de vida de centenas de millones de personas, y a pagar las deudas.
El aumento del bienestar incrementa el consumo de productos y servicios de los pa¨ªses desarrollados. Es as¨ª de obvio y de complejo al mismo tiempo. Por eso, todos necesitamos a la OMC. Es obvio tambi¨¦n que todos tenemos que alejarnos de posiciones irreductibles. Pero, seamos realistas, aunque todos en alguna medida seamos pecadores, algunos lo son mucho m¨¢s que otros.
Hay que trabajar con objetivos ambiciosos, pero accesibles, para que la organizaci¨®n retome su din¨¢mica y se plantee objetivos posibles. Quiz¨¢s, antes de pensar en reformulaciones sist¨¦micas de envergadura, debamos detenernos un poco en las causas que motivaron el traspi¨¦ de Canc¨²n y proponer alternativas de superaci¨®n.
Probablemente haya que pensar en c¨®mo cumplir con el mandato de la agenda de Doha de manera clara, dejando para m¨¢s adelante cuestiones que todav¨ªa no concitan la prioridad de la gran mayor¨ªa de los miembros de la OMC. La vuelta a rondas de negociaci¨®n "tradicionales" puede ser una v¨ªa recomendable.
Pero debe quedar en claro que no podr¨¢ avanzarse si, de una vez por todas, no se coloca como prioridad al "desarrollo", particularmente el de los menos adelantados, m¨¢s marginados y que menos beneficios han recibido del sistema. "Desarrollo": precisamente el nombre que lleva el ciclo lanzado en Doha.
Rafael Bielsa es ministro de Relaciones Exteriores de Argentina.
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