La memoria lejana
Max Aub, como Gald¨®s o como Flaubert, concibe siempre las tramas de sus novelas de madurez en la encrucijada de los acontecimientos p¨²blicos y los destinos particulares, y la historia de Espa?a no est¨¢ menos presente en La calle de Valverde que en cualquier otra de sus obras maestras: el tiempo de la acci¨®n es, expl¨ªcitamente, la dictadura de Primo de Rivera, y los personajes de ficci¨®n se entrecruzan en sus p¨¢ginas con los de la vida pol¨ªtica y literaria de la ¨¦poca, de modo que, por el influjo de su cercan¨ªa, se nos vuelven tan reales como ellos, y a la vez les conceden parte de su propia identidad de criaturas imaginarias. Nos parece que caminamos por ese Madrid, entre menestral y moderno, con nuevos edificios, con autom¨®viles veloces, con muchachas que ya no trabajan como modistillas, sino como mecan¨®grafas, y que se han aficionado a bailar los ritmos de la m¨²sica americana. Al fondo de un caf¨¦, o entre las mesas de un colmado, distinguimos las figuras familiares de Valle-Incl¨¢n, de Juan Negr¨ªn, que todav¨ªa no es m¨¢s que un brillante cardi¨®logo, de Manuel Aza?a, que no pertenece todav¨ªa a la historia ni a la vida p¨²blica, sino a la celebridad modesta y local de la literatura y de las aulas del Ateneo.
?sa es una clave del libro: la historia, en esos a?os, todav¨ªa es una promesa, y las esperanzas pol¨ªticas del pa¨ªs, las energ¨ªas dif¨ªcilmente contenidas por la dictadura, se confunden con las ilusiones personales de la juventud, con los sue?os de progreso y de ¨¦xito en el amor, en el trabajo, en la vocaci¨®n. La Rep¨²blica casi se vislumbra en el horizonte, pero el monstruo de la guerra, para la que en realidad no faltan muchos a?os, nadie puede presagiarlo.
Ese juego de pasado y porvenir, de realidad y ficci¨®n, de mentira y memoria, de casticismo y modernidad, da al Madrid de La calle de Valverde su tono tan peculiar, su aleaci¨®n tan perceptible de vitalismo y melancol¨ªa. Como sus personajes, nosotros mismos casi llegamos a creer que el futuro de aquel tiempo no est¨¢ escrito, que la historia hubiera podido suceder de otro modo. Qui¨¦n pod¨ªa imaginarse que sobre ese Madrid moderno y popular de la novela acabar¨ªa cerni¨¦ndose un horizonte de bombardeos y de incendios, un ma?ana negro de hambre, derrota y dolor.
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