La voz real, en su m¨¢s sutil acento
De la presencia a la ausencia, el punto de intersecci¨®n es un asombro y una desolaci¨®n que dejan al momento que pasa en la precariedad absoluta del vivir. Mientras voy ascendiendo a Vallvidrera, distingo n¨ªtidas las im¨¢genes que imantaron la imaginaci¨®n de Manolo; y la tristeza por su p¨¦rdida en este lunes transparente se acent¨²a. La ciudad al fondo semeja hoy el regalo merecido de sus ojos: este aire hoy sin m¨¢cula la embellece, pero con qu¨¦ indecible melancol¨ªa. Manolo, cu¨¢nta falta haces, cu¨¢nto se desvanece contigo y cu¨¢nta entereza no obstante has impreso en tus seres m¨¢s queridos y en tus amigos. Nunca una voz de mujer fue tan real como la de la tuya record¨¢ndote, retorn¨¢ndote. Contigo se va la redacci¨®n colectiva del novelista, del narrador, del mejor y m¨¢s opinante de los cronistas. En aquella timidez combativa y reacia a los estandartes de la vanagloria, qui¨¦n no advierte ahora la curiosidad incisiva material -y de esp¨ªritu, ac¨¦ptame la licencia- con la que tu mirada glos¨® y desenmascar¨® el laberinto urbano. Pero tambi¨¦n sus gracias pasajeras y sus ¨ªntimos secretos. La plaza del Padr¨® ya lleva tu nombre, y cualquier paso por el Raval sellar¨¢ la memoria indiscriminada de tu experiencia.
Con la evocaci¨®n musical de tu barrio de pianista sentimental, regalaste a Barcelona p¨¢ginas imborrables en las que todas y todos -de Anna a Carmen, de Gabriel a Sergi, de Joaquim a Joan Llu¨ªs y a Rafael- sentimos ya una orfandad generacional y cruelmente amputada. Te has llevado casi todos los nombres de tus barceloneses.
Y los legas imperecederos en tu figura cabal de poeta. Fuiste en tantos registros de tan generosa entrega que la l¨ªnea de fondo de tu obra radica, m¨¢s all¨¢ de su variedad incisiva, en tu voz po¨¦tica, el¨ªptica, de adolescente curtido en la lucha por no madurar impunemente. El espacio est¨¦tico no es la p¨¢gina donde conquistarlo s¨®lo en palabras, sino la conciencia de un asedio que, apenas formulado, sabe que un nuestro desaf¨ªo le espera. Y ese estar a la escucha de la realidad, ese pulsar sutil en las palabras, verifica tu condici¨®n de poeta. Por lo dem¨¢s tan l¨²cido y consecuente con el mundo en que vivimos que lo supiste enriquecer con todos los g¨¦neros posibles. Poeta de la ciudad, ¨¦sta s¨®lo debe reconocerse en ti.
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