La adicci¨®n al m¨®vil llega al psiquiatra
La patolog¨ªa afecta sobre todo a chicas solitarias o inadaptadas - Es un tipo de trastorno obsesivo-compulsivo, con factores gen¨¦ticos y ambientales - Los afectados cambian de car¨¢cter y llegan a pagar facturas de 800 euros
Los psiquiatras han empezado a examinar en sus consultas los primeros casos de adicci¨®n al tel¨¦fono m¨®vil, una patolog¨ªa emergente que afecta sobre todo a mujeres solitarias o inadaptadas de 16 a 25 a?os de edad. Los adictos pueden llegar a tener nueve m¨®viles, a veces no duermen para poder mandar mensajes toda la noche, o evitan salir con amigos que les distraigan de su h¨¢bito, y sus facturas se disparan con facilidad hasta los 800 euros al mes. Seg¨²n los especialistas, la adicci¨®n al m¨®vil es un tipo de trastorno obsesivo-compulsivo, que afecta m¨¢s a las personas predispuestas gen¨¦ticamente.
Espa?a alcanz¨® en enero pasado los 33,5 millones de abonados al m¨®vil. Aunque todav¨ªa hay pocos casos de adicci¨®n diagnosticados, varios expertos predicen que el n¨²mero ir¨¢ en aumento.
El m¨®vil es una forma nueva de estimular el circuito cerebral de la gratificaci¨®n
Emma tiene 9 m¨®viles, siempre se lleva alguno al lavabo y no soporta los lugares sin cobertura
El caso de Emma es paradigm¨¢tico. Hace tres a?os que apenas duerme por las noches, no se relaciona con su familia ni con sus amigos, paga grandes facturas de tel¨¦fono cada mes y su car¨¢cter ha cambiado radicalmente. Ya no es una chica tranquila, sincera y estudiosa. Ahora es arisca, mentirosa, soberbia y ego¨ªsta, explica su madre apenada, quien ha pedido que se oculte su identidad y la de su hija.
Emma se ha convertido en una esclava de sus m¨®viles. Tiene nueve, y siempre se lleva alguno al lavabo. No soporta estar en un lugar sin cobertura. Emma y sus m¨®viles son inseparables. En alguna factura detallada de las varias compa?¨ªas que utiliza se registran m¨¢s de 200 mensajes o llamadas en una misma noche.
"La adicci¨®n al m¨®vil es un tipo de trastorno obsesivo-compulsivo", explica Carlos ?lvarez-Vara, psiquiatra especializado en adicciones y responsable de relaciones internacionales de la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid. "Cuando se desea algo y se consigue, lo normal es que la persona se sienta gratificada y el deseo se inactive por un mecanismo de feedback [retroalimentaci¨®n] negativo. En el trastorno obsesivo-compulsivo, ese mecanismo no funciona".
Un caso t¨ªpico es la persona que cierra el gas, va a salir de casa, vuelve a la cocina para comprobar que el gas est¨¢ cerrado, se va otra vez hacia la calle, pero entonces decide volver otra vez a comprobar el gas y as¨ª hasta siete veces (o hasta renunciar a salir de casa por completo). "Todos nacemos con un cierto potencial obsesivo-compulsivo", dice ?lvarez-Vara, "pero su grado depende en buena medida de un peque?o n¨²mero de genes. Si un padre es obsesivo-compulsivo, el 30% de sus hijos lo son tambi¨¦n".
Todas las adicciones, de la filatelia a la hero¨ªna, tienen relaci¨®n con una trampa que la evoluci¨®n biol¨®gica ha tendido al Homo sapiens: el circuito cerebral de la gratificaci¨®n, que inunda el cerebro de placer (es decir, de dopamina y endorfinas) cada vez que su portador hace algo aconsejable desde el punto de vista de la evoluci¨®n darwiniana. El ejemplo m¨¢s obvio es la pr¨¢ctica del sexo. Pero ?y el m¨®vil?
"El problema es que el circuito de la gratificaci¨®n tiende a hacerse aut¨®nomo, y su activaci¨®n se convierte en un fin en s¨ª mismo", explica ?lvarez-Vara. "El circuito de la gratificaci¨®n es universal, pero las formas de estimularlo no lo son, y var¨ªan mucho de un individuo a otro. Unas personas estimulan el circuito masturb¨¢ndose, pero otras se aburren en seguida de eso. Unas prefieren activar el circuito mediante el voyeurismo y otras jug¨¢ndose la vida con el parapente, unas con el chat y otras con la filatelia, unas con el Tetris y otras con el bird watching [mirar p¨¢jaros sistem¨¢ticamente]. Las drogas son un truco qu¨ªmico para estimular el circuito directamente. El adicto al tel¨¦fono m¨®vil ha descubierto un nuevo m¨¦todo para estimular el viejo circuito de la gratificaci¨®n".
Blas Bomb¨ªn es psiquiatra especializado en adicciones sociales y desde hace dos a?os atiende en CETRAS (Centro Espec¨ªfico de Tratamiento y Rehabilitaci¨®n de Adicciones Sociales), en Valladolid, a personas enganchadas al m¨®vil. Bomb¨ªn prev¨¦ un aumento progresivo de esta adicci¨®n, que afecta especialmente a mujeres de 16 a 25 a?os solitarias, t¨ªmidas, inmaduras, frustradas y con problemas para socializar.
Las personas que llegan a su consulta se organizan la vida en funci¨®n de los m¨®viles. "Son capaces de no salir con sus amigos en todo el fin de semana porque prefieren quedarse en casa chateando con el m¨®vil", dice. "Se convierten en mentirosos, distantes, agresivos, y llegan a robar para comprarse tel¨¦fonos nuevos. Y, como cualquier adicto, niega el problema".
La madre de Emma est¨¢ desesperada. Lleva tres a?os sin reconocer a su hija, quiere ayudarla pero no sabe c¨®mo. Emma niega la evidencia. Considera que controla sus actos y se enfada mucho cuando le mentan que deber¨ªa rebajar el uso del m¨®vil, e incluso ir a un m¨¦dico para curar su uso abusivo, explica su madre.
Emma necesita ayuda, pero no la quiere. En CETRAS ayudan a personas como ella a salir del agujero. Las personas con este tipo de dependencia llegan "cogidos de la oreja, porque no ven ning¨²n motivo para asistir", relata Bomb¨ªn, quien dice que el m¨®vil es un aparato de f¨¢cil acceso y que cada vez re¨²ne m¨¢s usos (llamadas, mensajes, chats, Internet, fotograf¨ªas) que pueden facilitar la dependencia. A diferencia de Internet, otra adicci¨®n que ha ido creciendo en los ¨²ltimos a?os, el tel¨¦fono m¨®vil acarrea graves problemas econ¨®micos. Emma ha llegado a pagar facturas de 800 euros al mes.
Antes de llegar a este punto de dependencia total se produce un uso social, explica Bomb¨ªn, quien considera que la frontera del abuso se sit¨²a a partir de la media hora de uso diario. En Proyecto Hombre tambi¨¦n empezaron a tratar los primeros casos el a?o pasado. Tienen un servicio de atenci¨®n telef¨®nica al que llaman muchos padres preocupados por sus hijos. Lino Sala, que fue una de las personas que puso en marcha este nuevo proyecto, ve fundamental el papel de padres y profesores para prevenir este tipo de situaciones.
"Cuando los padres compran un m¨®vil a sus hijos han de hablar con ellos y consensuar el uso y el gasto", explica. Los profesores pueden jugar un papel fundamental para detectar esta patolog¨ªa. "Muchos chavales pasan las noches enganchados al tel¨¦fono, sus padres no se enteran, pero los profesores s¨ª porque luego se duermen en clase", dice Sala.
?ste es el caso de E. A. G. Tras pedir repetidamente sin ¨¦xito a sus padres que le comprasen un m¨®vil, E. A. G. se compr¨® uno con sus ahorros cuando lleg¨® a la mayor¨ªa de edad. Ah¨ª empez¨® su calvario y el de su familia. Fueron ocho meses "terribles", asegura su madre. E. A. G. tiene ahora tiene 20 a?os, y se la ve feliz tras un a?o y tres meses de terapia, pero lleg¨® a robar en casa y fuera de casa para poder comprar tel¨¦fonos nuevos. En una ocasi¨®n entr¨® en los vestuarios de un supermercado y rob¨® tarjetas de cr¨¦dito y m¨®viles. Pasaba la noche chateando por el m¨®vil, y por las ma?anas se dorm¨ªa en clase. Tras dos a?os en primero de bachillerato tuvo que dejarlo porque no segu¨ªa el ritmo.
"Al principio me gust¨® chatear por el m¨®vil porque la gente me dec¨ªa cosas bonitas, y como por la calle no me las dec¨ªan porque soy un poco gordita, me enganch¨®", dice ahora.
Francisco Alonso-Fern¨¢ndez, catedr¨¢tico de la Universidad Complutense de Madrid y autor de Las nuevas adicciones, explica que en algunos casos no hay una adicci¨®n, sino un trastorno depresivo que es el que lleva a la gente a engancharse temporalmente a este aparato.
Pero E. A. G. se pon¨ªa rabiosa cuando le quitaban alguno de sus m¨®viles, y en una ocasi¨®n lleg¨® a tomarse 22 pastillas de un tranquilizante. No pod¨ªa vivir sin tener un m¨®vil cerca. "Era como una droga", asegura la joven. "Quiz¨¢ no te desgracia por dentro, pero psicol¨®gicamente te deja hecha una mierda".
La adicci¨®n al m¨®vil tiene aspectos en com¨²n con las drogas -ambos activan el circuito de gratificaci¨®n-, pero ?lvarez-Vara recuerda que las drogas tienen efectos directos sobre ese circuito que son mucho m¨¢s dif¨ªciles de revertir. "El cerebro de un heroin¨®mano deja de fabricar sus propias endorfinas, y el high de dopamina inducido por la coca¨ªna no se puede obtener por ning¨²n medio natural", se?ala. Es probable que la adicci¨®n al m¨®vil sea m¨¢s f¨¢cil de tratar, pero para ello es preciso que alguien cercano al adicto reconozca el problema.
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