Djivan Gasparyan extiende el hechizo del 'duduk' en su primera gira espa?ola
Dicen los armenios que cuando alguien escucha un duduk ya no olvida jam¨¢s la extraordinaria melancol¨ªa de su timbre. El maestro por antonomasia de esta especie de oboe ancestral, Djivan Gasparyan, se encargar¨¢ de extender la fascinaci¨®n por un sonido con 3.500 a?os de antig¨¹edad en su primera gira espa?ola, que comprende ocho ciudades. A sus 75 a?os, este hombre, cuatro veces galardonado por la Unesco, sigue desarrollando una actividad fren¨¦tica, con actuaciones a ambos lados del Atl¨¢ntico.
Gasparyan hab¨ªa asombrado en la edici¨®n de 2001 de La Mar de M¨²sicas, pero su magisterio no hab¨ªa visitado hasta ahora otras latitudes de la geograf¨ªa espa?ola. La gira que arranc¨® el jueves
en Tarragona le lleva hoy a Majadahonda (Madrid), y despu¨¦s a Murcia (el lunes 10), Madrid (martes 11), Girona (d¨ªa 13), Palma de Mallorca (14), Galapagar (15) y Valladolid (el domingo 16 de noviembre).
El hombre que ostenta la m¨¢s alta consideraci¨®n oficial del Gobierno de su pa¨ªs, la de Artista de Armenia, viene a Espa?a acompa?ado por un segundo duduk, Armen Ghazaryan, y el duduk bajo de Vazgen Makaryan. Los tres son herederos de una tradici¨®n musical que hunde sus ra¨ªces, seg¨²n los ¨²ltimos estudios etnogr¨¢ficos, entre los a?os 1200 y 1500 antes de Cristo.
C¨¢lido y nost¨¢lgico
En realidad Gasparyan y el instrumento nacional armenio eran perfectos desconocidos hasta el terremoto que asol¨® aquel pa¨ªs en 1989. Conmovido, Djivan escribi¨® una obra inmensamente triste, I will not be sad in this world, que lleg¨® a o¨ªdos de Brian Eno. A partir de entonces los gemidos de su instrumento han conocido una extraordinaria alianza con el guitarrista canadiense Michael Brook (Black rock, 1998) y se han dejado o¨ªr en las bandas sonoras de Gladiator, La casa Rusia, El cuervo y hasta en el todav¨ªa ¨²ltimo ¨¢lbum de los gallegos Berrog¨¹etto, Hepta.
El duduk es una ca?a de madera de albaricoque que se construye en tres tama?os distintos (28, 33 y 40 cent¨ªmetros), presenta ocho o nueve agujeros y precisa de una leng¨¹eta doble. Su aspecto tosco esconde un sonido nasal, c¨¢lido y nost¨¢lgico, ideal para interpretaciones de aire muy solemne. "Es la voz misma de la espiritualidad", explica Gasparyan desde su villa natal, Solag, a pocos kil¨®metros de la capital (Yerevan). Y apunta: "Mi pueblo acumula episodios hist¨®ricos a menudo amargos, y el duduk es una expresi¨®n de todo ese dolor".
Coincidiendo con esta visita a Espa?a, el sello madrile?o Resistencia ha puesto en circulaci¨®n una nueva antolog¨ªa de Gasparyan, From the soil, que re¨²ne nueve de sus caracter¨ªsticas piezas meditativas.
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