La vigencia del esp¨ªritu de Estella
Si 1997 fue el a?o del "esp¨ªritu de Ermua", 1998 fue el a?o del Pacto de Estella o Lizarra, que sirvi¨® de pista de aterrizaje para la inmediata tregua de ETA. Desde entonces, toda la pol¨ªtica vasca, as¨ª como buena parte de la pol¨ªtica espa?ola, ha girado en torno a la disyuntiva de Estella, a favor o en contra, como f¨®rmula para alcanzar la paz y/o la construcci¨®n nacional vasca, al haberse mezclado ex profeso estos dos procesos diferentes. Adem¨¢s, 1998 marc¨® el inicio de una nueva etapa en la historia reciente de Euskadi, la tercera desde Gernika en 1979, tras la etapa de hegemon¨ªa del PNV (1980-1986) y la del Pacto de Ajuria Enea y los Gobiernos de coalici¨®n PNV-PSE (1987-1998).
Estella fue consecuencia de Ermua: fue la respuesta del nacionalismo vasco a la inmensa movilizaci¨®n popular de julio de 1997 en Euskadi y en toda Espa?a. Aunque ETA continu¨® matando, su desprestigio y fragilidad eran flagrantes
En 1995, el PNV hab¨ªa dejado ya el discurso integrador de Arzalluz y preconizaba la v¨ªa Ollora en pro de una Euskal Herria triling¨¹e, dulce, tranquilamente soberana e independiente
Tras Ermua parec¨ªa factible que una derrota policial de ETA trajese una derrota pol¨ªtica de todo el nacionalismo vasco. Para evitar esto, en septiembre de 1998 surgi¨® Estella
Desde la perspectiva actual, parece claro que Estella fue consecuencia de Ermua: fue la respuesta del nacionalismo vasco a la inmensa movilizaci¨®n popular de julio de 1997 en Euskadi y en Espa?a entera. Aunque ETA continu¨® matando, su desprestigio y su debilidad eran flagrantes, al igual que el fracaso de la t¨¢ctica de HB dirigida a "socializar el sufrimiento" en el seno de la sociedad vasca y espa?ola (ponencia Oldartzen, aprobada en 1995). Su seguidismo de ETA contribuy¨® a la criminalizaci¨®n de Herri Batasuna, cuyo m¨¢ximo exponente fue la condena de su Mesa Nacional en diciembre de 1997. Fue entonces, con su sustituci¨®n por una nueva direcci¨®n liderada por Arnaldo Otegi, cuando HB decidi¨® cambiar de t¨¢ctica y "hacer pol¨ªtica", esto es, aproximarse al resto del nacionalismo para superar as¨ª su creciente aislamiento.
Los partidos nacionalistas moderados vieron bien el di¨¢logo con el sector radical, del cual hab¨ªa antecedentes, como las conversaciones patrocinadas por Elkarri y celebradas en Bilbao en marzo de 1995. En dicho a?o, el PNV hab¨ªa abandonado ya su "esp¨ªritu del Arriaga" (el discurso integrador de Arzalluz en enero de 1988, coincidiendo con la firma del Pacto de Ajuria Enea) y comenzaba a seguir la llamada v¨ªa Ollora, preconizada por este ide¨®logo y parlamentario peneuvista, cuyo "sue?o personal" era "una Euskal Herria en paz, triling¨¹e, dulce y tranquilamente soberana e independiente" ("El nacionalismo del futuro").
La v¨ªa Ollora
?En qu¨¦ consist¨ªa la v¨ªa Ollora? Seg¨²n sus propias palabras, la pacificaci¨®n de Euskadi tendr¨ªa que conseguirse a trav¨¦s de una soluci¨®n dialogada, que situaba entre el modelo del Pacto de Ajuria Enea y el del MLNV, y que descansaba en el reconocimiento y el ejercicio del derecho de autodeterminaci¨®n del pueblo vasco. En el mismo libro en que se public¨® este texto de Juan Mar¨ªa Ollora (Un futuro para Euskadi, 1994), Carlos Garaikoetxea se?alaba que la normalizaci¨®n del Pa¨ªs Vasco pasaba por "un entendimiento b¨¢sico entre las fuerzas nacionalistas", sustentado en un triple compromiso: el cese de la lucha armada de ETA, la revisi¨®n del actual marco estatutario y el impulso de la convergencia interterritorial vasca, incluyendo Navarra e Iparralde (Pa¨ªs Vasco franc¨¦s), y recordaba que el objetivo ¨²ltimo de su partido, Eusko Alkartasuna, era el derecho de autodeterminaci¨®n para lograr la independencia de Euskal Herria en el marco de Europa.
Estas ideas de Ollora y Garaikoetxea prefiguraban el Pacto de Estella: unidad de los nacionalistas, superaci¨®n del Estatuto de Gernika, derecho de autodeterminaci¨®n, independencia como horizonte final del proceso. Entre 1995 y 1997, la huida hacia delante de ETA y HB, con el acoso violento a la Ertzaintza y a las sedes del PNV y EA, hizo imposible el avance por esa v¨ªa, hasta que Ermua trastoc¨® el panorama pol¨ªtico vasco. La gran reacci¨®n popular que suscit¨® contribu¨ªa a debilitar al nacionalismo, que ven¨ªa perdiendo votos en los a?os noventa por el estancamiento del PNV y el paulatino descenso de EA y de HB. As¨ª, en las elecciones legislativas de 1996, los partidos constitucionales hab¨ªan superado en votos y en esca?os a los nacionalistas en la comunidad aut¨®noma vasca.
Tras Ermua, parec¨ªa factible que una pr¨®xima derrota policial de ETA trajese aparejada una derrota pol¨ªtica del conjunto del nacionalismo vasco. Para evitar esto ¨²ltimo (y adem¨¢s, en el caso del PNV y EA, para acabar de una vez con el terrorismo), en septiembre de 1998 surgi¨® Estella, que supuso el paso del nacionalismo a la acci¨®n ofensiva como forma de superar la situaci¨®n a la defensiva en que se hallaba a ra¨ªz de los sucesos de Ermua.
Despu¨¦s de dos d¨¦cadas de enfrentamiento pol¨ªtico, en ocasiones violento, el entendimiento entre los partidos nacionalistas no resultaba sencillo, pero ten¨ªa un ejemplo a imitar en el nacionalismo sindical: ELA (vinculado hist¨®ricamente al PNV y hoy emancipado de ¨¦ste) y LAB (miembro relevante del MLNV) hab¨ªan llegado a una unidad de acci¨®n en 1995 y la manten¨ªan contra viento y marea a pesar del asesinato de alg¨²n afiliado de ELA por ETA y de los frecuentes ataques de los radicales a los ertzainas, bastantes de ¨¦stos sindicados en ELA. Su acuerdo se basaba en la buena relaci¨®n entre sus l¨ªderes Jos¨¦ Elorrieta y Rafael D¨ªez Usabiaga, personalidad clave en el seno del MLNV.
Si tradicionalmente el nacionalismo sindical se hab¨ªa subordinado al pol¨ªtico, ahora los sindicatos iban a marcar el rumbo a seguir por los partidos asumiendo iniciativas pol¨ªticas significativas. La m¨¢s importante fue la escenificaci¨®n por ELA, con el apoyo de LAB, de la muerte del estatuto, en Gernika en octubre de 1997, en presencia de destacados dirigentes del PNV, EA y HB, e incluso de alg¨²n consejero del Gobierno aut¨®nomo.
El objetivo de la alianza sindical abertzale ser¨ªa construir un "marco vasco de relaciones laborales", en el cual su mayor¨ªa absoluta en Euskadi postergar¨ªa por completo a UGT y Comisiones Obreras. Para conseguirlo, resulta inequ¨ªvoca la estrategia independentista de ELA (pese a haber defendido el voto favorable al estatuto de autonom¨ªa en el refer¨¦ndum de 1979). En dicho acto celebrado en Gernika, Elorrieta se?al¨® el camino a los partidos nacionalistas: la articulaci¨®n de una nueva mayor¨ªa abertzale plural para superar el estatuto y alcanzar la paz. Tambi¨¦n dej¨® claro que ETA era un estorbo para llevar adelante este proceso.
All¨ª mismo, el entonces secretario del EBB del PNV, Ricardo Ansotegi, manifest¨® que "para superar el actual marco jur¨ªdico" era preciso un nuevo consenso, del cual no ten¨ªan "por qu¨¦ quedar fuera ni HB ni LAB".
El asesinato de Blanco
Tan s¨®lo hab¨ªan transcurrido tres meses de la denuncia expl¨ªcita de la Mesa de Ajuria Enea a los miembros de Herri Batasuna como "c¨®mplices de este vil asesinato" de Miguel ?ngel Blanco por ETA. Desde entonces quedaba patente que el PNV, lejos de contribuir a aislar al abertzalismo radical y violento, apostaba por la unidad de los nacionalistas para sobrepasar el estatuto (aun sin considerarlo todav¨ªa muerto), en lugar de la unidad de los dem¨®cratas, proclamada tantas veces en las declaraciones de la Mesa de Ajuria Enea, liderada por el lehendakari Jos¨¦ Antonio Ardanza.
La direcci¨®n del PNV (y, por supuesto, la de EA) acept¨® la v¨ªa abierta por el t¨¢ndem sindical ELA-LAB y se aprest¨® a seguirla a finales de 1997, cambiando sustancialmente de estrategia pol¨ªtica. Sus contactos con HB, iniciados ya con la antigua mesa nacional poco antes de su encarcelamiento, se aceleraron con la nueva, y en especial con su l¨ªder Otegi, quien aport¨® un discurso m¨¢s pol¨ªtico y menos virulento a la coalici¨®n abertzale. A la estrecha relaci¨®n entre Elorrieta y D¨ªez Usabiaga se sum¨® la de Arnaldo Otegi y Joseba Egibar, el joven portavoz del EBB y presunto delf¨ªn de Xabier Arzalluz. Si Ollora hab¨ªa sido el ide¨®logo de la nueva estrategia, Egibar iba a ser el pol¨ªtico encargado de llevarla a la pr¨¢ctica progresiva e inexorablemente, contando siempre con el respaldo de Arzalluz, el presidente del EBB y l¨ªder carism¨¢tico del PNV desde la transici¨®n.
Para lograr ese nuevo consenso con el nacionalismo radical, el PNV y EA ten¨ªan que salvar previamente dos obst¨¢culos importantes: el Pacto de Ajuria Enea y su coalici¨®n gubernamental con el Partido Socialista de Euskadi. Ambos desaparecieron en el primer semestre de 1998. Sin pretenderlo, el PP y el PSE allanaron el camino al nacionalismo moderado y facilitaron su viraje estrat¨¦gico. En primer lugar, rechazaron el plan de paz de Ardanza, que dejaba "la resoluci¨®n dialogada del conflicto en manos de los partidos representativos de la sociedad vasca", dentro de un proceso abierto "sin condiciones previas y sin l¨ªmites de resultados". Ciertamente, era dif¨ªcil que los partidos constitucionalistas aprobaran esta aplicaci¨®n del "¨¢mbito vasco de decisi¨®n", reivindicado por los nacionalistas. Pero el plan de Ardanza ten¨ªa tambi¨¦n aspectos positivos al partir de la aceptaci¨®n de la legitimidad democr¨¢tica de las instituciones auton¨®micas y de que "el n¨²cleo del problema no est¨¢ en una confrontaci¨®n Estado-Euskadi, sino que consiste en la contraposici¨®n de opiniones vascas sobre lo que somos y queremos ser (tambi¨¦n en relaci¨®n con Espa?a)".
Condici¨®n previa
Estos planteamientos, concordantes con el Pacto de Ajuria Enea, eran antag¨®nicos a los de HB y ETA, cuyo "cese ilimitado en el tiempo" de la lucha armada o terrorismo era una condici¨®n previa al di¨¢logo pol¨ªtico resolutivo sobre "la llamada cuesti¨®n nacional (el modelo de autogobierno del que los vascos querr¨ªamos dotarnos)". En marzo de 1998, la negativa del PP y del PSE a asumir la propuesta de Ardanza trajo aparejada la desaparici¨®n f¨¢ctica de la Mesa de Ajuria Enea (que nunca m¨¢s se ha reunido) y dej¨® las manos libres al PNV y EA para negociar directamente con el MLNV, al margen y en contra de los partidos estatales, otra v¨ªa pol¨ªtica cuyo punto de partida era la superaci¨®n del marco estatutario y constitucional.
En segundo lugar, los s¨ªntomas iniciales del acercamiento del PNV y EA al mundo radical, al votar en varios asuntos en el Parlamento de Vitoria junto con HB y en contra de sus socios del PSE de Nicol¨¢s Redondo, provocaron la salida de este partido del Gobierno de Ardanza al comienzo del verano de 1998, cuando faltaban pocos meses para la celebraci¨®n de los comicios auton¨®micos. Entonces pudo parecer electoralista la ruptura de la coalici¨®n PNV-PSE que duraba m¨¢s de una d¨¦cada, pero resultaba contradictorio para los socialistas continuar en el mismo Gobierno con los nacionalistas que hab¨ªan sustituido ya la Mesa de Ajuria Enea por el Foro Irlanda, creado por HB con el pretexto de analizar la posible aplicaci¨®n del modelo irland¨¦s al caso vasco (...).
Las conversaciones del Foro Irlanda, entre numerosos grupos pol¨ªticos, sindicales y sociales del nacionalismo vasco, con Izquierda Unida como extra?o compa?ero de viaje, culminaron el 12 de septiembre de 1998 con la firma del famoso Pacto de Estella, que fue seguido apenas cuatro d¨ªas despu¨¦s por la declaraci¨®n de ETA de una tregua indefinida. Tras la ruptura de ¨¦sta al cabo de catorce meses, se supo con certeza que la coincidencia cronol¨®gica de ambos hechos no fue en absoluto casual, sino buscada.
Como resalt¨® el actual lehendakari, Juan Jos¨¦ Ibarretxe, Estella fue un campo preparado para que pudiese aterrizar ETA con su tregua, decidida previamente: fue su pista de aterrizaje. Le proporcion¨® a ETA una "cobertura pol¨ªtica" (Florencio Dom¨ªnguez) para dejar las armas despu¨¦s de treinta a?os de acciones terroristas y con ochocientos asesinatos en su haber. Empero, Estella ten¨ªa otra cara oculta, que qued¨® al descubierto con el comunicado de ETA de finalizaci¨®n de la tregua: serv¨ªa igualmente como pista de despegue que, por medio del frente nacionalista all¨ª constituido, llevar¨ªa a la ruptura con la Constituci¨®n y el estatuto, a la autodeterminaci¨®n y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, a la independencia de Euskal Herria.
El salto cualitativo en el giro estrat¨¦gico del PNV tuvo lugar en el verano de 1998, poco despu¨¦s de sellar una nueva edici¨®n de Galeusca, esta vez con Converg¨¨ncia i Uni¨® y el Bloque Nacionalista Galego, con la Declaraci¨®n de Barcelona, que propugnaba un Estado espa?ol plurinacional. Pero la apuesta (vocablo utilizado constantemente por Egibar) del PNV iba mucho m¨¢s all¨¢ de la transformaci¨®n del actual Estado auton¨®mico en un Estado federal o incluso confederal. Su apuesta se centraba en Euskadi e implicaba el progresivo abandono del autonomismo y la asunci¨®n sin ambages del independentismo, prescindiendo de la se?a de identidad m¨¢s conspicua del PNV a lo largo del siglo XX: su calculada ambig¨¹edad sobre su meta, su balanceo pol¨ªtico pendular entre su independentismo te¨®rico y su estatutismo pr¨¢ctico.
As¨ª, el PNV dec¨ªa, por boca de sus m¨¢ximos dirigentes, que sus fines (la creaci¨®n de un Estado vasco independiente) eran los mismos que los del nacionalismo radical, del cual s¨®lo le separaban los medios (el recurso a la violencia por parte de este ¨²ltimo). De esta forma, si ETA renunciaba a la lucha armada y declaraba una tregua, ser¨ªa plausible la formaci¨®n de un frente de todo el movimiento nacionalista por la autodeterminaci¨®n hacia la independencia: tal fue la esencia de Estella.
El Pacto de Lizarra era la punta del iceberg que ocultaba el acuerdo secreto negociado por el PNV y EA con ETA en agosto de 1998 y desvelado por ETA al romper su tregua. Al margen de la pol¨¦mica de si el PNV y EA lo firmaron o no, y a?adieron matices en el dorso de su texto, objetivamente resultaba evidente que los dos compromisos exigidos por ETA para llevar a cabo un alto el fuego indefinido fueron aceptados y puestos parcialmente en pr¨¢ctica por el PNV y EA, a saber: la creaci¨®n de "una instituci¨®n con una estructura ¨²nica y soberana", que acoja a todos los territorios de Euskal Herria, y el abandono de "los acuerdos que les unen a los partidos que tienen como objetivo la destrucci¨®n del Pa¨ªs Vasco (PP y PSOE)" (sic).
En efecto, en el transcurso de 1999, los nacionalistas crearon Udalbiltza como "la primera instituci¨®n nacional vasca" y rompieron sus acuerdos con esos dos partidos constitucionales, hasta el punto de que el PNV y EA, por vez primera, gobernaron solos en Vitoria gracias a un pacto de legislatura con HB (o Euskal Herritarrok, su marca electoral acu?ada en el verano de 1998 ante el temor a la posible ilegalizaci¨®n de HB). Se trataba de dos hechos muy significativos y novedosos, que no ten¨ªan parang¨®n en la historia del Pa¨ªs Vasco y que s¨®lo cab¨ªa entender a la luz del acuerdo del PNV y EA con ETA.
El comunicado de esta organizaci¨®n, publicado el 28 de noviembre de 1999, dej¨® meridianamente claro que su tregua no era el inicio de un proceso de paz, sino la coartada para llevar a cabo un proceso de construcci¨®n nacional con todas las fuerzas nacionalistas reunidas en Estella. A diferencia del PNV, para ETA no supon¨ªa un cambio de estrategia, sino un mero cambio de t¨¢ctica: abandonaba temporalmente las armas para conseguir por la v¨ªa de Estella su objetivo de siempre, el Estado vasco independiente.
Como el proceso no marchaba tan r¨¢pido y exitoso como quer¨ªa, y el PNV y EA no aceptaban dar un nuevo salto hacia delante, ETA opt¨® por romper la tregua y arrogarse otra vez el protagonismo. Con ello, ETA puso de manifiesto que Estella hab¨ªa fracasado pol¨ªticamente y que s¨®lo era posible culminar tal proceso de construcci¨®n nacionalista de Euskal Herria mediante el terrorismo, la ¨²nica manera de sojuzgar a la poblaci¨®n vasco-navarra que no quiso marchar por la senda de Estella, seg¨²n confirmaron las elecciones de 1998 y de 1999.
Contradicciones
Si la posici¨®n del abertzalismo radical resulta f¨¢cil de explicar, el comportamiento del nacionalismo moderado es m¨¢s complejo y contradictorio, sobre todo en el caso del PNV (Eusko Alkartasuna, desde su fundaci¨®n en 1986, ha afirmado sin tapujos que su objetivo es la independencia de Euskadi por medios pac¨ªficos). Desde principios de siglo, con su manifiesto tradicional de 1906 en el que fijaba la restauraci¨®n de los Fueros como meta, el PNV ha tenido una doble alma, autonomista e independentista a la vez, pero a la hora de la acci¨®n pol¨ªtica siempre ha predominado su pragmatismo estatutista, siendo el partido que m¨¢s ha capitalizado y hegemonizado la autonom¨ªa vasca en la Guerra Civil y desde la transici¨®n.
De ah¨ª la enorme trascendencia de su giro de 1998, de su deriva soberanista (eufemismo por independentista), que representa una quiebra de su tradici¨®n centenaria de posibilismo pol¨ªtico y de los ¨²ltimos veinte a?os en que ha gobernado a sus anchas las instituciones surgidas del Estatuto de Gernika, estatuto que ahora pretende sustituir por un "nuevo marco jur¨ªdico-pol¨ªtico". El PNV ha reconocido que se ha radicalizado, pero lo ha justificado en aras de alcanzar la paz, de conseguir que ETA abandone el terrorismo y su entorno del MLNV, la violencia callejera, cosa que no ha sucedido. Su arriesgada apuesta le ha llevado a entremezclar dos cuestiones distintas, paz y construcci¨®n nacional, supeditando la primera a la segunda, y a asumir en buena medida la concepci¨®n del MLNV sobre la construcci¨®n nacional de Euskal Herria. El PNV ha relegado su terreno pol¨ªtico habitual, delimitado por el Estatuto de Gernika, y ha aceptado jugar en un nuevo campo con las reglas puestas por el nacionalismo radical: Estella.
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