Francisco Bernis
El Guardian Weekly, que uno lee para no perder el contacto con lo mejor del periodismo progresista de Gran Breta?a, publicaba la semana pasada un reportaje escalofriante sobre c¨®mo Estados Unidos est¨¢ destrozando nuestro planeta, empezando con sus propios territorios v¨ªrgenes. "Si vuelas desde Washington a Boston", escribe Matthew Engel, "apenas quedan espacios verdes abajo". Cada d¨ªa del a?o se levantan en EE UU 5.000 casas nuevas (no pisos, casas). Desde 1970 la poblaci¨®n ha crecido de 200 a casi 300 millones (la de Nevada y Arizona, en la d¨¦cada de los noventa, en un promedio del 50%). El mastodonte norteamericano produce la cuarta parte de las emisiones mundiales de bi¨®xido de carbono, y la administraci¨®n Bush, indiferente a todo menos ganar las pr¨®ximas elecciones, no est¨¢ dispuesta a reducirlas. Eso s¨ª, para ganar votos los pol¨ªticos prometen iniciativas ecol¨®gicas que, una vez en el poder, olvidan con todo desparpajo. Y, el peor sarcasmo, las inmobiliarias se han adue?ado de la terminolog¨ªa de los verdes, de modo que cada nueva urbanizaci¨®n se presenta como eminentemente cari?osa con el entorno.
Entretanto leo en este diario, con algunos d¨ªas de retraso, la noticia de la muerte del eminente ornit¨®logo Francisco Bernis, nacido en Salamanca en 1916. Espa?a est¨¢ profundamente en deuda con Bernis, sobre todo por su contribuci¨®n a la conservaci¨®n de la avifauna nacional. Le fui a ver en mi primera visita a Madrid, en 1957, con una tarjeta de presentaci¨®n de un distinguido ornit¨®logo irland¨¦s, y me recibi¨® cordialmente en su despacio del Museo de Ciencias Naturales, muy cerca, aunque entonces yo no lo sab¨ªa, de la m¨ªtica Residencia de Estudiantes. Nunca le volv¨ª a ver. Me entero ahora de que fue alumno de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza (ILE) y que, en palabras de Eduardo de Juana, presidente de la Sociedad Espa?ola de Ornitolog¨ªa, hered¨® "la doble preocupaci¨®n por la naturaleza y por la regeneraci¨®n moral del pa¨ªs" que caracterizaba la escuela laica de la calle de Mart¨ªnez Campos, tan perseguida luego por el franquismo.
Nos vendr¨ªa bien no olvidar tal "doble preocupaci¨®n" de la ILE, expresada con honda emoci¨®n en la eleg¨ªa dedicada por Antonio Machado, otro alumno de la casa, al fundador, el ronde?o Francisco Giner de los R¨ªos. Ya que particip¨® eficazmente Francisco Bernis en las iniciativas que hicieron posible suprimir los eucaliptos en Do?ana (como autor an¨®nimo de un memorando dirigido al Caudillo por los propietarios del coto), podemos incluso decir que el Instituto Libre, aunque abolido por el r¨¦gimen, ayud¨® a hacer posible la conservaci¨®n de un espacio hoy mundialmente emblem¨¢tico.
No olvido que tambi¨¦n hemos perdido recientemente a quien, tal vez m¨¢s que nadie, hizo posible la salvaci¨®n de Do?ana: Tono Valverde. Lo que pasa es que no basta recordar las haza?as de hombres as¨ª, que entend¨ªan que hablar del amor a Espa?a sin preocuparse del medio ambiente era un contrasentido. Hay que actuar. Los especuladores no descansan nunca, ni en Estados Unidos ni aqu¨ª. Y la desidia de los pol¨ªticos, del color que sean, est¨¢ a la orden del d¨ªa. Para comprobarlo s¨®lo hace falta asomarse a la Vega de Granada... y llorar.
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