El sexo del homicidio
Es masculino, no lo duden. Por activa y por pasiva. Empecemos por las v¨ªctimas: si ustedes tienen miedo a que les maten de prop¨®sito, sepan que siempre ha resultado mucho m¨¢s seguro ser mujer que hombre. En Espa?a, la probabilidad de que una persona del sexo femenino sea v¨ªctima de un asesinato o de un homicidio doloso es tres veces inferior a la que afronta otra del sexo masculino. Las estad¨ªsticas del Ministerio del Interior del a?o 2001 son claras: cuentan 378 mujeres contra 1.224 hombres muertos de mala manera. No es distinto en otros pa¨ªses. Por ejemplo, en Estados Unidos hubo en 1999 unas 3.000 v¨ªctimas femeninas y 12.400 masculinas, seg¨²n estad¨ªsticas de la Oficina Federal del Censo. El femicidio es raro.
Las mujeres no matan a casi nadie. Hay mucha desproporci¨®n entre el da?o que causan y el que sufren
As¨ª, sale a cuenta nacer ni?a. Pero s¨®lo a largo plazo, pues durante los primeros a?os de vida las ni?as corren pr¨¢cticamente los mismos riesgos que los ni?os de que sus padres las maten y, al efecto, padres y madres act¨²an con paridad letal: matan tanto ellos como ellas. Impera en esto de antiguo la fuerza bruta y, dada la brutal diferencia de vigor corporal entre adultos y ni?os, la que media entre el sexo fuerte y el d¨¦bil es marginal. A partir de los 13 a?os de edad, entra en juego la adolescencia violenta de los chicos y la estad¨ªstica vuelve a escorarse hacia lo masculino.
Sin embargo, del lado de los matadores, la tendencia universal es que a la masculinidad de las v¨ªctimas se corresponda una abrumadora presencia de hombres: las mujeres matan poqu¨ªsimo, algo as¨ª como nueve veces menos que nosotros los hombres. Si teme que vayan a matarle, reh¨²yanos y busque compa?¨ªa femenina.
Pero entonces, si las cifras son tan correosas y, a?o tras a?o, la estad¨ªstica de v¨ªctimas y homicidas muestra con tanta claridad la predominancia masculina, ?por qu¨¦ los medios de informaci¨®n dedican mucho m¨¢s espacio a los asesinatos y homicidios de mujeres que a los de hombres?
Es el Zeitgeist, el esp¨ªritu de la ¨¦poca, claro, pero hay razones de fondo: primera, las mujeres no matan a casi nadie, pero son la tercera parte de las v¨ªctimas. Matar les resulta ajeno, no es su mundo. Hay demasiada desproporci¨®n entre el da?o que causan y el que sufren. Su protesta individual y colectiva resulta m¨¢s que comprensible: mal est¨¢, claman las mujeres, que todav¨ªa no gocemos de igualdad con los hombres, pero al menos que no nos maten.
En segundo lugar, a las mujeres las matan los suyos y, con frecuencia, en su propia casa. La estad¨ªstica norteamericana deja ver bien que casi la mitad de las mujeres v¨ªctimas de homicidio lo son de la violencia dom¨¦stica procedente de un familiar o allegado, normalmente de su pareja o ex pareja. Por el contrario, el homicidio masculino tiende a ser confrontacional o un ajuste de cuentas entre profesionales: algunos hombres, sobre todo j¨®venes, buscan bulla y, a veces, el reto absurdo a una ri?a homicida, pero a las mujeres las matan donde deber¨ªan estar y sentirse m¨¢s seguras.
En tercer lugar, hay un tipo de violencia, la sexual, que se dirige mayormente contra las mujeres y que contrarresta la ventaja que tienen en el caso del homicidio. La estad¨ªstica espa?ola del Ministerio del Interior sobre delitos sexuales manifiesta siete v¨ªctimas ni?as o mujeres por cada individuo del sexo masculino -normalmente ni?o o un joven adolescente- que sufren la agresi¨®n.
En cuarto lugar, matar a una mujer es infame en todas partes. Incluso en la subcultura carcelaria, el oprobio rodea al violador y al asesino de mujeres: el abusador extremo corre algo m¨¢s que el riesgo de ser desprecia-
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