El presidente que resucit¨®
Pasar¨¢ a la historia como el alcalde que en 1992 consigui¨® los Juegos Ol¨ªmpicos para Barcelona, pero tambi¨¦n como el pol¨ªtico que sepult¨® contra pron¨®stico 23 a?os de pujolismo. Porque Pasqual Maragall i Mira (Barcelona 1941) no es presidente de la Generalitat gracias a esa gran ola gigante, ese tsunami del cambio que deb¨ªa tener su epicentro en el Partit dels Socialistes (PSC) y que las encuestas preve¨ªan como inexorable. Maragall ha llegado a la playa del poder catal¨¢n gracias al oleaje de menor calibre desencadenado por otras dos fuerzas de izquierda. Especialmente Esquerra Republicana (ERC) e Iniciativa per Catalunya-Esquerra Unida (ICV-EUiA), en menor medida.
Nada hac¨ªa prever esa coyuntura el 16 de noviembre pasado, cuando a la vista de los resultados de las urnas, las caras largas se adue?aron de la sede de los socialistas catalanes. A Maragall le pas¨® por la cabeza tirar la toalla. Se repet¨ªan las mismas im¨¢genes que en 1980, cuando Converg¨¨ncia i Uni¨®, el gran rival, les amarg¨® una victoria pronosticada por la entonces incipiente industria de los sondeos. Con todo, el ahora presidente se sobrepuso y sali¨® a levantar los ¨¢nimos de una militancia que 23 a?os despu¨¦s de la primera derrota a manos de CiU era incapaz de apuntillar a un pujolismo que acud¨ªa a las urnas sin Pujol. El mensaje que lanz¨® era la verbalizaci¨®n de un deseo, una carta a los Reyes Magos: un gobierno tripartito de izquierdas. Los republicanos de Josep Llu¨ªs Carod hab¨ªan estado los ¨²ltimos cuatro a?os y durante la campa?a electoral tratando de mantener un equilibrio -bautizado como equidistancia- entre el PSC y CiU. Y ahora ten¨ªan la doble llave. Artur Mas, el candidato convergente a la presidencia de la Generalitat, superaba en cuatro esca?os -pese a tener 7.000 votos menos- a un Maragall a quien las encuestas hab¨ªan dado como vencedor. Por segunda vez, el ahora presidente de la Generalitat demostraba que era capaz de hacer lo que ning¨²n pol¨ªtico hab¨ªa logrado: superar en n¨²mero de votos a CiU (ya lo hizo en 1999 con 4.000 votos m¨¢s). Pero tambi¨¦n por segunda vez derribaba el list¨®n electoral que el pujolismo hace reposar en los oxidados extremos de una disposici¨®n transitoria del Estatuto de Catalu?a y en base a un reparto de diputados de acuerdo con el el censo de 1976.
Sin haber logrado derrotar a CiU en n¨²mero de diputados, Maragall resucit¨® y lleg¨® a la presidencia de la Generalitat gracias al pacto de izquierdas
Sea como fuere, la situaci¨®n creada por las urnas del 16 de noviembre era excitante a la vista de los ¨²ltimos apacibles y previsibles 23 a?os. Algunos elementos permit¨ªan pensar que ERC podr¨ªa inclinar su elecci¨®n -como en 1980- por el lado nacionalista. De hecho el mejor resultado en n¨²mero de diputados correspond¨ªa a Artur Mas. Algunos convergentes ya brindaban por el frente nacionalista que juzgaban inminente. Pero Jordi Pujol no estaba nada optimista la noche del 16-N. ?l sab¨ªa que el ¨²nico hombre capaz de derrotarle -Maragall- ten¨ªa bazas por jugar.
Y la pesadilla de los convergentes cobr¨® cuerpo. Jos¨¦ Montilla, el primer secretario del PSC, logr¨® junto a los negociadores de ERC e ICV-EUiA el sue?o socialista. Y Maragall resucit¨®. Despu¨¦s de cuatro a?os como jefe de la oposici¨®n -una aut¨¦ntica traves¨ªa del desierto para un pol¨ªtico acostumbrado siempre a mandar- el olor del poder obr¨® el milagro: su figura pol¨ªtica se agigant¨® en el debate de investidura de los pasados 15 y 16 de diciembre. Volvieron los destellos de brillantez parlamentaria a la oratoria de un l¨ªder sobre la que pesaban los tonos grises de cuatro a?os de oposici¨®n.
Maragall se convirti¨® el martes 16 de diciembre y gracias a los votos de su partido, Esquerra e Iniciativa en el primer presidente de izquierdas de la Generalitat despu¨¦s de la Guerra Civil. El hilo rojo, tal como ¨¦l mismo lo defini¨®, volv¨ªa a hacerse visible en Catalu?a, de la mano de un presidente que en su sesi¨®n de investidura sac¨® a la superficie los nombres de la tradici¨®n de la izquierda catalana que ha permanecido durante 23 a?os en las catacumbas del poder.
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