Marem¨¢gnum de Vigo
C¨®mo discurre una noche en la lonja, antes de que, al amanecer, el mar avance en camiones hacia los mercados
A las tres y media de la madrugada grazna la primera gaviota sobre la ciudad, una ciudad muy moderna pero que a¨²n tiene ecos a?ejos como esta R¨²a de C¨¢novas del Castillo, donde est¨¢ la Estaci¨®n Mar¨ªtima por donde sali¨® hacia Am¨¦rica tanta carne humana nuestra, tanta gente que perdimos y nos desangr¨®, un edificio lleno de fantasmas de una ¨¦poca siniestra y triste. M¨¢s all¨¢ est¨¢ O Berb¨¦s, el puerto pesquero, antiguo barrio marinero que hoy es una verdadera f¨¢brica mar¨ªtima. La lonja de Vigo es eso, una fecunda gran f¨¢brica que mueve 700.000 toneladas de pescado al a?o. Una terrible cosecha arrancada al mar cada a?o por la gente m¨¢s enigm¨¢tica, los marineros.
Frente a la lonja hay cinco bares que mueven humo de tabaco, caf¨¦s y copas. Uno tiene nombre mar¨ªtimo, Marux¨ªa, el otro el del lugar donde han estado emigrados los propietarios, Canaria's, dos tienen nombre apocal¨ªptico, Milenio y Nueva era, y el ¨²ltimo en abrir tambi¨¦n nos remite a un final, pero nos da una pr¨®rroga, Bar das almas perdidas. De los cinco, en tres tienen sintonizada la TVE, pura sociolog¨ªa, los que se formaron viendo Nodos y oyendo el parte ahora sintonizan el Telediario del se?or Urdaci; hubo transici¨®n sin ruptura. Fuera, un marinero echa de comer a una paloma, en el interior aparece el candidato del partido del Gobierno en la pantalla, luego viene el socialista, luego el de Izquierda Unida. El hombre que est¨¢ arrimado en el mostrador a mi lado con una segunda copa de aguardiente de hierbas, empujar¨¢ una carretilla dentro de la lonja dentro de una hora, ahora est¨¢ mirando ensimismado la pantalla. No imagino qu¨¦ puede pensar viendo al candidato popular con traje de buen corte mientras habla en una reuni¨®n en un gran hotel en la isla de A Toxa, un luminoso mar paradis¨ªaco para ricos a pocos kil¨®metros de este bar de almas de la noche. Mientras ve al candidato socialista firmemente sonriente en una planta industrial a la que parecen haberle pasado la fregona brillante hace tres minutos. Al candidato de Izquierda Unida dirigi¨¦ndose tras un atril a personas que lo escuchan desde butacas. Lo que pasa por la cabeza de ese hombre o de la chica tras el mostrador no hay encuesta electoral que lo averig¨¹e. Tampoco lo que piensan este grupo de marineros que hablan una lengua que no comprendo, "deben ser rusos", aventura la camarera. Un puerto de mar sin marineros rusos no es puerto ni es nada y este puerto de Vigo es nada menos que el primero de Europa en pescado fresco.
Los que se formaron viendo 'Nodos' ahora sintonizan el Telediario del se?or Urdaci
A la entrada de la lonja un vigilante inspecciona los veh¨ªculos que salen. ?Busca contrabando, pescado de tama?o ilegal? No, es para evitar que los transportistas, por ahorrar tiempo, se lleven el pescado en las cajas de pl¨¢stico de la cofrad¨ªa, miles de transportistas llev¨¢ndose cajas cada d¨ªa es p¨¦rdida enorme. Aqu¨ª todo es a miles. Miles de mujeres abrigadas con muchos jerseys para defenderse de la humedad del mar, de la humedad de la noche, con katiuskas, mandiles de pl¨¢stico. Mujeres conmovedoramente mayores que, envueltas en ropas de pl¨¢stico, esperan que llegue la carga de mar. Una con la vista ensimismada y las manos cruzadas, gastada por los trabajos; otra m¨¢s joven con un cigarrillo en la mano, guardando el equilibrio entre su imagen y su disposici¨®n para trabajar.
El mar ha sido hasta hoy de los hombres, ellos embarcan y se van, vuelven y traen y cuentan. Pero en estas grandes naves del puerto las mujeres son dominantes, ellas dominan estos interiores, la vida ¨ªntima y privada de la pesca. Y como los oficios relacionados con la pesca siempre han estado estigmatizados, los marineros han sido los m¨¢s pobres de cada comunidad, los que no ten¨ªan ni tierra para trabajar, se percibe en las mujeres esa conciencia de pertenecer a un mundo se?alado y tambi¨¦n se las ve luchar contra ello. Las mujeres que trabajan el mar gustan de arreglarse m¨¢s que ninguna otra, se arreglan de un modo m¨¢s desafiante. Y aqu¨ª est¨¢n de todas las edades, las mayores y sus guapas hijas con sus pelos rubios te?idos. Es el comienzo de la noche, las cuatro, ordenan las cajas de pescado de todos los tama?os, cajas del olor fresco y primordial, preparativos para lo que va a suceder dentro de dos horas cuando acabe de llegar a la lonja todo el pescado.
Fuera en la noche y la d¨¢rsena, los barcos de bajura traen jurel, sardina, pescadilla, pulpo... Y los barcos de altura gallegos y portugueses que han estado 20 o 25 d¨ªas en el Atl¨¢ntico alto descargan de uno en uno peces espada, cuelgan como ahorcados, vienen envueltos ya de la bodega en pl¨¢sticos y son limpiados con manguera brillante. Baja uno de 250 kilos con la ayuda de la gr¨²a y de tres hombres, que recogen el cuerpo vencido de aquel animal espl¨¦ndido. De qu¨¦ poco le vale aqu¨ª su arma, esa gran espada tan impresionante. Alguien tiene que recordar que esos animales que nos comemos fueron animales espl¨¦ndidos y estuvieron vivos, debemos recordarlo con admiraci¨®n para merecer los filetes que nos comemos.
Un perro negro y peludo ladra al pasar junto a un barco, un tripulante inesperado.
Un marinero en el barco siguiente va eviscerando los tiburones que descarga, las gaviotas aqu¨ª son osadas y se disputan unas tripas, la carro?a que cae al agua. Ordenados en la lonja, cada uno a su lado, el pez espada es brillante como el pl¨¢stico negro y el tibur¨®n mate y blando como la goma gris azulada. Estirados en la gran nave en filas de pal¨¦s de poli¨¦ster blanco los grandes animales ca¨ªdos parecen esperar el momento de su autopsia. Hay peces espada a los que les faltan bocados, son los tiburones que los muerden cuando ya est¨¢n muertos flotando enganchados al anzuelo. A algunos tiburones les faltan tambi¨¦n bocados, son las grandes tortugas que los muerden cuando ya est¨¢n muertos tambi¨¦n flotando enganchados al anzuelo. Que todos los animalitos tienen que comer.
Ya son las cinco de la madrugada y en la lonja de bajura las voces son en gallego de la r¨ªa, en algunos barcos de altura son m¨¢s en gallego de Portugal, en la lonja de altura hay voces en todos los idiomas, esas cajas de pescado dicen "Blue sea"..., ?en qu¨¦ idioma hablar¨¢n los peces?
Esos peces que dentro de una hora, cuando se subasten los lotes, saldr¨¢n en todas direcciones, reparti¨¦ndose peque?os trozos de mar a los mercados cercanos, por autov¨ªas a los mercados de Madrid, Barcelona y toda Europa. Mientras los camiones y furgonetas aguardan, una mujer laboriosa y ordenada hace el tiempo barriendo la d¨¢rsena. En la puerta de un almac¨¦n ha pasado m¨¢s de un a?o pero permanece una gran bandera de Nunca M¨¢is. La acci¨®n se traslada de la lonja de bajura, casi familiar, "?xurelo, chincho, congro....!", a la de altura, donde se han ido ordenando antes cientos y miles de cajas de pulpos, que componen rect¨¢ngulos confusos como cuadros de expresionismo abstracto, qui¨¦n sabe si Pollock no trabaj¨® antes en una lonja, quiz¨¢s en ¨¦sta de Vigo, cajas de merluza, de abadejos grandes como perros, de doradas, de pez sapo, de erizos, de centollas...., cajas de colores, gris, rosa, roja, plata...Y entonces, a las seis y media de esta noche industrial, la gran nave que ahora est¨¢ llena de gente con oficios invisibles, pero cada uno en su puesto, empieza a construir un estupendo ruido y confusi¨®n, que tiene dentro un orden cierto, en que alguien con un silbato da paso a cada subastador sucesivo y empieza un tumulto febril de voces con meg¨¢fono, "?vendo martillo, tengo martillo. Vendo martillo, tengo martillo!", "?rapante, rapante, rapante!", "?vendo congrio, vendo congrio, vendo congrio, vendo congrio!", "?vendo calamar, vendo calamar!", "?Cento cincuenta, cento corenta, cento trinta...!" Es el momento del frenes¨ª, un frenes¨ª ordenado en que la gente corre con elegancia entre las carrexadoras que empujan las carretillas, entre las m¨¢quinas que transportan pal¨¦s sorteando todo lo sorteable. Todo sobre un suelo l¨ªquido y en un aire con olor al fondo del mar, pues el oc¨¦ano es un mundo y un tiempo distinto, los marineros son gente extra?a a nosotros, se adentran y viven en una ¨¦poca remota en que los animales a¨²n no ten¨ªan pelo y apenas hab¨ªa emergido la tierra, y lo que ellos traen alcanza primero a los hombres y mujeres que trajinan su mercanc¨ªa, tan at¨¢vica, y llega a bocaditos a nosotros, a nuestros platos.
Cuando amanece ya est¨¢ todo el pescado vendido y el mar avanza en camiones hacia los mercados.
Abandon¨¦ la lonja y, tras ver tanto pez, me promet¨ª no probar pescado en un mes y no comer pez espada en un a?o, pero ?a que no imaginan que hab¨ªa ese d¨ªa en casa para comer?
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