Milagro en Lavapi¨¦s
Una red de ayuda vecinal hace posible la supervivencia en Madrid de un jubilado de 75 a?os con una pensi¨®n mensual de 179 euros
No hay santos de por medio, ni certificaciones de expertos de la Iglesia, pero s¨®lo un milagro puede explicar que Jes¨²s Galindo, madrile?o de 75 a?os, antiguo taxista, sobreviva en Madrid con una pensi¨®n de las no contributivas, en su caso de menos de 200 euros mensuales, poco m¨¢s que una limosna del Estado destinada a los que nunca cotizaron a la Seguridad Social. Galindo trabaj¨® como ch¨®fer 43 a?os de su vida, pero eso qued¨® en la letra peque?a de su biograf¨ªa porque sus patrones no le dieron nunca de alta en la Seguridad Social. Cuando se deshizo el hogar de su hermano, donde viv¨ªa, la vida le mostr¨® su peor cara. Estaba solo, enfermo -reci¨¦n operado de un c¨¢ncer de garganta-, y con una pensi¨®n miserable. ?C¨®mo salir adelante? La empresa, de por s¨ª dificil¨ªsima para una persona en su situaci¨®n, adquiri¨® dimensiones tit¨¢nicas porque Galindo no estaba dispuesto a separarse de su perro, Batman, un chucho sin pedigr¨ª, recogido en la calle. En la pensi¨®n donde encontr¨® una habitaci¨®n de alquiler no se aceptan animales. Fue entonces cuando se acord¨® de la se?ora Angelita, una vecina de 95 a?os, capaz de hacer milagros.
Las miserias cotidianas le parecen peque?as incomodidades cuando saca a pasear a 'Batman'
Galindo fue ch¨®fer 43 a?os, pero sus patrones no le dieron de alta en la Seguridad Social
"Yo a este se?or lo conoc¨ªa de toda la vida, de aqu¨ª del barrio", dice esta anciana diminuta, que cose en el sal¨®n dom¨¦stico, enfundada en una bata azul. "Cuando se muri¨® su cu?ada y los hijos se llevaron con ellos a su padre, a Carabanchel, ¨¦l se qued¨® solo y sin donde vivir. Un d¨ªa llega y me dice, 'Angelita ?podr¨ªa usted cogerme al perro?'. Yo le dije que si no daba problemas con mi gata me lo quedaba". Y no los dio. Batman y la gata China, se respetan. Los dos son viejos y han sabido acoplarse a las circunstancias. Cada uno tiene su plato. "Les doy carne, coraz¨®n, h¨ªgado, bofe", dice ella, que vive con una pensi¨®n de 390 euros, como viuda de un combatiente de la Guerra Civil.
Antes de que el se?or Galindo asome por la esquina de la calle, Batman ya sabe que se acerca la hora del paseo y ladra como un loco. "El hombre viene dos veces al d¨ªa para sacar al perro", dice Angelita. "Luego, cuando termina el trabajo, a las 8 de la noche, le dejo algo de cena, un pl¨¢tano, unas natillas, porque yo tampoco me puedo deslizar. Tambi¨¦n le he cosido el chaquet¨®n que lleva. Era de mujer y le he cambiado de sitio los ojales y los botones y le ha quedado fant¨¢stico. Parece un var¨®n dandy. Porque otra vecina viuda le dio toda la ropa de su marido. Era un se?or italiano que ten¨ªa abrigos muy buenos, y hasta camisas de seda natural. La ropa se la lava y se la plancha la Luisa, la vecina de abajo".
Poco a poco se ha ido tejiendo esta red de ayuda vecinal, entre las calles de la Encomienda, Dos Hermanas, Embajadores, Abades, o Ave Mar¨ªa, nombres evocadores de un Madrid castizo que hoy es historia. Jes¨²s Galindo ense?a los recibos sellados del alquiler del cuarto donde duerme. Le cuesta 120 euros mensuales. El resto de sus ingresos, da para bien poco. Dice que no encontr¨® plaza en ning¨²n asilo, pese a que el suyo es un caso extremo.
O quiz¨¢s no lo es. En Espa?a hay 279.432 personas que cobran pensiones no contributivas, a cargo de los gobiernos auton¨®micos. En Madrid, este tipo de pensi¨®n, que incluye la asistencia sanitaria y farmac¨¦utica gratuita, alcanza un m¨¢ximo de 276'30 euros. "Pero si el beneficiario dispone de otros recursos, o si vive en una unidad de convivencia econ¨®mica, en una familia, la pensi¨®n disminuye", dice un responsable de la Consejer¨ªa de Asistencia Social. Es imposible saber por qu¨¦ Galindo cobra s¨®lo 179 euros. "La memoria me falla", dice ¨¦l, que no ha pensado nunca en afrontar los laberintos de la burocracia para reclamar m¨¢s dinero.
El futuro no le agobia, pese a que su vida depende del vecindario. Si no fuera por la comida gratis que le sirven en el bar donde hace las veces de chico de los recados, y por la ropa que le dan los vecinos y, sobre todo, si no fuera por Angelita, nadie sabe qu¨¦ ser¨ªa de ¨¦l. Quiz¨¢s pasar¨ªa el d¨ªa dormitando en los bancos de la plaza de Tirso de Molina, y se acercar¨ªa a desayunar, como muchos ancianos vagabundos, al comedor Ave Mar¨ªa, fundado, en 1611. Tampoco ¨¦l se ha permitido un desfallecimiento. Entreabre el chaquet¨®n de cuadros y ense?a el traje azul marino que viste debajo. "Todo regalado", dice satisfecho de su aspecto asombrosamente elegante. No es que su familia le haya abandonado, puntualiza. Los sobrinos le han dicho que deje la pensi¨®n, que tiene abiertas las puertas de sus casas. "Pero en este barrio muri¨® mi madre, que es lo que m¨¢s he querido", dice.
A veces la voz sofocada se apaga totalmente y no es posible entenderle. Entonces, Galindo escribe la respuesta inaudible con una caligraf¨ªa esmerada. La vida no le ha sido f¨¢cil, pero tampoco tiene quejas. No es f¨¢cil que hasta ¨¦l lleguen los servicios de teleasistencia del Ayuntamiento, porque en su pensi¨®n no hay tel¨¦fono. Tampoco hay ducha, "s¨®lo un v¨¢ter y un lavabo en cada una de las dos plantas", a compartir por una docena de ancianos.
Las miserias cotidianas a Galindo le parecen peque?as incomodidades cuando saca a pasear a Batman, abrigado con una manta a cuadros. A esa hora, las calles de Lavapi¨¦s son un hervidero de furgonetas de reparto que abastecen a las tiendas de ropa al por mayor gestionadas por chinos. El caos es total, pero Jes¨²s Galindo ha encontrado en ¨¦l su particular para¨ªso vecinal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.