Siete siglos de teatro
No abundan los libros de historia de nuestro teatro. Como dir¨ªa Anatole France, ¨¦se es un desierto con escasos anacoretas: estudios individuales, todo lo amplios que un solo especialista pod¨ªa abarcar; historias "personales", como la de Valbuena Prat, a finales de los cincuenta. O, en 1967, la m¨¢s vasta y difundida: Historia del teatro espa?ol, de Ruiz Ram¨®n, aquellos dos consultad¨ªsimos tomos en la colecci¨®n de bolsillo de Alianza, verdadera biblia para quienes entonces and¨¢bamos hambrientos de memoria teatral. Textos apasionados y desiguales, forzosamente incompletos, y, sobre todo, m¨¢s centrados en la historia de la literatura dram¨¢tica que en su devenir esc¨¦nico. Tuvimos que esperar hasta los ochenta para que apareciera la Historia del teatro espa?ol, el estudio colectivo coordinado por D¨ªez Borque para Taurus, que, por desgracia, qued¨® interrumpido en 1988. Tambi¨¦n recuerdo que D¨ªez Borque y Andr¨¦s Amor¨®s dirigieron en Castalia una Historia de los espect¨¢culos en Espa?a que supuso otro buen paso adelante para la fusi¨®n de ambos enfoques: la cr¨®nica del texto y su representaci¨®n, abordada desde una ¨®ptica plural de especialistas.
Todas estas aproximaciones, siendo muy rigurosas, huyen de la temible "prosa universitaria": son legibles y amenas
Todos estos precedentes confluyen hoy en la monumental y ambicios¨ªsima Historia del teatro espa?ol que Javier Huerta Calvo, profesor de la Complutense, ha comandado para Gredos; una de esas obras que s¨®lo aparecen cada veinte o treinta a?os, con vocaci¨®n de punto de referencia. Y menudo punto: tres mil p¨¢ginas, divididas en dos tomazos. ?Por d¨®nde hincarle el diente? Veamos. El primer volumen va de la Edad Media al siglo XVII. El segundo, del XVIII a la ¨¦poca actual. Muy actual: en el apartado de Arrabal se habla del ¨¦xito -"un a?o en cartel"- de Carta de amor. Los textos se dividen en 93 monograf¨ªas, a cargo de otros tantos especialistas espa?oles y extranjeros. Abraham Madro?al y H¨¦ctor Urz¨¢iz coordinan el primer volumen; Fernando Dom¨¦nech y Emilio Peral, el segundo. Ellos son los responsables de las introducciones, donde repasan los estudios publicados de cada periodo, se?alando las "zonas oscuras", esto es, insuficientemente exploradas. Acto seguido, nunca mejor dicho, entramos en harina. El m¨¦todo es el siguiente: el estudio de los autores y las obras va precedido de un marco te¨®rico -arte esc¨¦nico y teor¨ªa teatral- tanto de las po¨¦ticas de cada ¨¦poca como de los factores que hacen posible el teatro: espacios, actores, directores, escen¨®grafos, compa?¨ªas, etc¨¦tera. Sigue siempre un an¨¢lisis de las reacciones de cr¨ªtica y p¨²blico y las controversias suscitadas, siguiendo las pautas acad¨¦micas de la est¨¦tica de la recepci¨®n de Hans Robert Jauss y la "escuela de Constanza". Hay que decir, porque es importante, que todas estas aproximaciones, siendo muy rigurosas, huyen de la temible "prosa universitaria": son legibles, amenas, reducen la jerga al m¨ªnimo y tienen el detalle de insertar la bibliograf¨ªa al final de cada texto para no entorpecer su lectura. En el apartado de los autores tambi¨¦n conviene destacar que se recupera a muchos olvidados, raros y curiosos (desde los prelopistas valencianos hasta Tono, para entendernos) y hay una serie de cap¨ªtulos dedicados a la m¨²sica y el teatro musical: no es com¨²n, por ejemplo, encontrarse con Carlos Santos en una obra de estas caracter¨ªsticas.
Pormenorizar los estudios suculentos supondr¨ªa convertir esta rese?a en un reparto de notas. He disfrutado mucho con el cap¨ªtulo de Nicasio Salvador sobre La Celestina, y el de Josep Llu¨ªs Sirera sobre los prelopistas, y el de Maria Grazi Profeti sobre Lope. En mi hit-parade particular colocar¨ªa tambi¨¦n La teor¨ªa dram¨¢tica en el siglo XVI , de Javier Huerta, el texto de V¨ªctor Pag¨¢n sobre Goldoni en Espa?a, el de Penas Varela sobre El drama rom¨¢ntico y, siguiendo la cronolog¨ªa, el Valle-Incl¨¢n de Huerta y Peral; El g¨¦nero chico, de Romero Ferrer, y Arniches y el teatro c¨®mico, de R¨ªos Carratal¨¢. Ahora vamos con las pegas.
a) Los apartados de Teatro en otras lenguas. Ya advierte Huerta que se trata de apuntes sin vocaci¨®n de totalidad, pero aun as¨ª hay carencias alarmantes. No entrar¨¦ en cuestiones de gusto, como la preponderancia del teatro alem¨¢n sobre el franc¨¦s, pero la entrada de Teatro norteamericano del siglo XX, de L¨®pez Garc¨ªa, es muy exigua, y el teatro brit¨¢nico brilla por su total y absoluta ausencia.
b) Las desigualdades de tratamiento. Para poner un solo ejemplo, que el se?or Pem¨¢n merezca el triple de p¨¢ginas que Jardiel clama un poco al cielo. Ah¨ª se echa absolutamente en falta una entrada tan justiciera y apasionada como la de Arniches a cargo de R¨ªos Carratal¨¢.
c)La eterna asignatura pendiente de las "dramaturgias perif¨¦ricas". El Teatro en otras lenguas no abarca, por lo que parece, los idiomas peninsulares. Ni basta el apartado de Relaciones entre los teatros contempor¨¢neos castellano, catal¨¢n y gallego, donde se limitan a mencionar, sin el menor comentario, los nombres y un pu?ado de obras traducidas de Benet i Jornet, Sergi Belbel (el dramaturgo "espa?ol" contempor¨¢neo m¨¢s representado en el extranjero, por cierto) o Rodolf Sirera. Y bien est¨¢, faltar¨ªa m¨¢s, que Rodrigo Garc¨ªa o Yag¨¹e-Pall¨ªn tengan entradas de varios p¨¢rrafos, pero uno desear¨ªa el mismo trato para Boadella, Lluisa Cunill¨¦ o Roger Bernat, si vamos a hablar de dramaturgias recientes.
d) ?ltima ausencia: la cr¨ªtica contempor¨¢nea. En el segundo volumen apetecer¨ªa muy mucho leer lo que opinaron y opinan Marquer¨ªe y Ricardo Dom¨¦nech, Manegat y Coll, Sagarra y Haro Tecglen, entre otros muchos: no puede hablarse de "recepci¨®n" sin que sus an¨¢lisis complementen el acercamiento a obras y autores.
Pese a estas carencias, el trabajo de Huerta y su equipo es fundamental y se merece todos los aplausos. No debe faltar en ninguna biblioteca.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.