Una treintena de vecinos socorri¨® a los heridos antes de que llegaran los servicios sanitarios
Agust¨ªn. Es el nombre del chaval de 17 a?os que fue uno de los primeros en auxiliar a los heridos de la explosi¨®n de la estaci¨®n de Atocha. En una treintena de ciudadanos que oyeron la explosi¨®n desde su casa o desde la calle pudo m¨¢s el deseo de socorrer a las v¨ªctimas que el miedo a acercarse a la zona. A¨²n no hab¨ªa cord¨®n policial. Y estos vecinos -la mayor¨ªa j¨®venes de entre 25 y 35 a?os, dice Agust¨ªn Serrano- se fueron acercando al tren. Ayudaron como pudieron.
Improvisaron una cadena humana de socorristas. Algunos sacaban a los viajeros de vagones mientras otros llevaban agua y mantas. Los empezaron a trasladar "a las piscinas del polideportivo" en construcci¨®n donde antiguamente estaban los cuarteles de Dao¨ªz y Velarde,
un inmenso recinto pegado a las v¨ªas del tren. Una pareja joven contaba c¨®mo all¨ª daban agua a los heridos y les tapaban a la espera del personal sanitario. "Todo eran gritos, sangre y confusi¨®n. Cog¨ª a un hombre con metralla en el pecho, a otro que estaba sangrando por la boca. A una se?ora le ca¨ªa una cascada de sangre por un lado de la cara, probablemente haya perdido el ojo, y a algunas personas les faltaba alg¨²n brazo", relata Agust¨ªn. Estudia 1? de bachillerato en el Instituto Virgen de Atocha.
Al poco tiempo aparecieron las ambulancias del Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate (SAMUR). Y empezaron a montar un hospital de campa?a en los antiguos cuarteles de Dao¨ªz y Velarde. Atendieron, junto al resto del personal sanitario de Cruz Roja y del Servicio de Emergencias de Madrid (Sermas), a unos 250 heridos en el suelo, sobre mantas y camillas. De ellos, 25 salieron "muy graves" para los hospitales y 10 murieron all¨ª. En las v¨ªas hab¨ªa 64 muertos. "Los acabamos de contar, es horrible", dec¨ªa un miembro del SAMUR.
Parad¨®jicamente, de este hist¨®rico cuartel de artiller¨ªa salieron en los inicios de la Guerra Civil espa?ola miles de fusiles que se repartieron entre la poblaci¨®n para la defensa de la ciudad.
Tambi¨¦n se habilit¨® un hospital de campa?a en la calle del Comercio, a la altura de la avenida Ciudad de Barcelona. "Es imposible saber a cu¨¢ntos hemos atendido. A cientos. Pero los primeros que han necesitado ayuda han sido nuestros propios compa?eros", contaba all¨ª Soledad, una portavoz del grupo de apoyo psicol¨®gico de Cruz Roja. "Tambi¨¦n est¨¢n llegando familiares de las personas que iban en el tren a los que intentamos tranquilizar", a?ade.
Los hospitales de campa?a estuvieron habilitados el tiempo justo para socorrer a los heridos y trasladarlos a diversos hospitales. A las 11.15 se hab¨ªa enviado a todos. Pero quedaban algunas huellas, como un guante azul arrugado en el suelo, igual al que llevaba el personal que atendi¨® a los afectados. A esa hora, s¨®lo quedaban los cad¨¢veres en los furgones del tren, a la espera de que llegara el juez de instrucci¨®n para ordenar su levantamiento. Le toc¨® a Baltasar Garz¨®n. Lleg¨® a las 13.00 horas y sali¨® al poco, cabizbajo, sin decir palabra.
El personal sanitario empez¨® entonces a sacar los cad¨¢veres por la calle de T¨¦llez, que estaba llena de cristales rotos y trozos del tren. Medio centenar de personas (entre las que destacaban grupos de j¨®venes y de inmigrantes) miraban atentas la escena desde detr¨¢s del cord¨®n policial. El silencio era sepulcral. Al otro lado del cord¨®n, junto a las v¨ªas, algunos miembros del SAMUR se abrazaban.
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