Hacia una sem¨¢ntica del arco iris
DURANTE LA ¨²ltima campa?a, el PP andaluz pidi¨® la suspensi¨®n de un debate electoral aduciendo que su candidata iba a aparecer sobre un fondo naranja, "que representa la agresividad y la falta de confianza", mientras que el adversario se iba a beneficiar de la "credibilidad y la tranquilidad" de un fondo azul. Los vendedores de pisos son conscientes de que una habitaci¨®n parece m¨¢s grande si est¨¢ pintada de blanco azulado que si lo est¨¢ de amarillo intenso, y los tragaldabas saben muy bien que no hay mejor dieta que vestir de negro. Aunque la demanda del PP no fue atendida por la junta electoral, la sem¨¢ntica del color existe, y camina entre nosotros.
El color ha sido importante en la evoluci¨®n del ser humano, hasta el punto de que nuestros simiescos ancestros se vieron forzados a renunciar a gran parte de su sentido del olfato para hacer sitio a la percepci¨®n crom¨¢tica -el cent¨ªmetro cuadrado est¨¢ muy caro dentro del cr¨¢neo-, y las franjas del arco iris le deben menos al cielo que a nuestro prisma mental: con escasas e irrelevantes excepciones, todas las culturas utilizan 11 nombres para dividir la luz visible en categor¨ªas discretas, y cada nombre designa la misma franja de frecuencias en todas ellas: rojo, amarillo, verde, azul, morado, marr¨®n, naranja, rosa, negro, blanco y gris.
Pero la cultura no respeta nuestra animalidad: los ingleses hablan de "morado pasi¨®n" y los espa?oles se ponen morados de comer; su rabia es negra y la nuestra roja, el verde es all¨ª el color de la envidia y aqu¨ª el de la lujuria. Schumann crey¨® que cada intervalo musical significaba una emoci¨®n, y Mir¨® sospech¨® lo mismo de los colores. Ambos se pasaron de casta?o oscuro.
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