Buscarnos por mejorarnos
A pesar de que desde hace unos cuantos siglos ya Juan Ruiz de Alarc¨®n hab¨ªa observado que mudarse no es otra cosa que "trocar un da?o a otro", la vida de los Eliot, T. S. y Vivienne, su mujer, fue una sucesi¨®n mareante de mudanzas.
T. S. naci¨® en San Luis, Misuri, y se mud¨® a Boston, concretamente a la zona de Cambridge, en donde, si no una placa en una casa, hay una calle con su nombre. De ah¨ª, se mud¨® a Inglaterra, y no mud¨® solamente de pa¨ªs, pues pronto lo hizo de nacionalidad. Si sus ex paisanos, los estadounidenses, son afectos a mudarse de casa, no tomaron a bien que T. S. se hiciera s¨²bdito ingl¨¦s, mucho menos cuando, tiempo despu¨¦s, recibir¨ªa el Premio Nobel como ciudadano brit¨¢nico. Dej¨® en su lugar de origen un amor plat¨®nico de un amigo muerto y otro, de una joven, pendiente, que, m¨¢s adelante en la vida, estuvo a punto de mudar por el de su esposa Vivienne, inglesa, que tambi¨¦n se hab¨ªa contagiado ya del af¨¢n de las mudanzas.
Eliot ten¨ªa en mente mudar de su vida a su mujer. Y lo logr¨® al internarla en un sanatorio psiqui¨¢trico
De casados, nunca lograron la constancia en la vivienda. Y me parece raro que si no ambos, el poeta no se percatara de que mudarse de casa no era mejorar el caos de su relaci¨®n de pareja. En menos de veinte a?os, se mudaron incontables veces: en el mismo Londres, de barrio, de calle, de n¨²mero en una misma calle y, bueno, de la ciudad al campo y de regreso, sin hallar sosiego en ninguna de estas mudanzas.
Para incorporarse al prestigioso y falto de ¨¦tica grupo de Bloomsbury, los Eliot llegaron al extremo de mudar de condici¨®n: si fueron una pareja moralmente casada, pronto Eliot, el poeta, accedi¨® o instig¨® a que Vivienne fuera amante de Bertrand Russell, para, m¨¢s tarde, achacar la mudanza de ella, de fiel en ad¨²ltera, la repugnancia que ella y, por extensi¨®n, la mujer, le causaba al poeta. La propia Vivienne cay¨® pronto en la mudanza de nombre, ya que dej¨® el suyo de familia para adoptar el de su esposo, antes de que ¨¦l fuera quien llegar¨ªa a ser. (Cuando ella muri¨®, sin embargo, y en el obituario de The Times se notific¨® la muerte con el nombre de familia, el hecho, desesperantemente, indign¨® al laureado poeta). (Ya en la l¨¢pida, Vivienne recuper¨® la mudanza de apellido y, al de familia, le a?adieron de nuevo, ya in¨²til, el de Eliot).
En calidad de miembros destacados de Bloomsbury, arribo debido en gran parte al fil¨®sofo Russell, todav¨ªa fue servible Vivienne para T. S. Cuando T. S. cre¨® por fin su propia revista, y se mud¨® de ser empleado de banco a la mudanza de ser su propio jefe, ella recurri¨® a un sinn¨²mero de mudanzas de seud¨®nimos para llenar huecos sin cobrar, alentada, quiz¨¢, porque algunos versos de la Tierra bald¨ªa son de ella, son, ufanablemente, de los que Pound no mud¨®. Vivienne ayud¨® a T. S. a mantener viva la revista. Mud¨® de poeta a prosista; mud¨® de rese?ar libros hasta alcanzar la mudanza casi permanente de la cr¨ªtica antisocial. Hab¨ªa encontrado, aun en la mudanza de nombre, que pod¨ªa escribir. Pero cuando tom¨® vuelo y pudo hacerlo al grado de ocasionar esc¨¢ndalos, el poeta se vio en la necesidad de prescindir de su colaboraci¨®n, y oblig¨® a su esposa a mudar de personalidad, de escritora a la de despose¨ªda de esa profesi¨®n.
Eliot mud¨® de religi¨®n, punto que perturb¨® a¨²n m¨¢s a su familia y aun al grupo de Bloomsbury. Pero el hecho a ¨¦l lo benefici¨®. Por ejemplo, cuando quiso mudarse a una casa de hu¨¦spedes habitada no ¨²nicamente por hombres sino por hombres de la religi¨®n a la que Eliot se acogi¨® o se mud¨®. Adem¨¢s, esta mudanza, secreta, le permiti¨® mudar de condici¨®n, pues por fin se atrevi¨® a mudar de preferencia sexual, despierta con el amigo que muri¨® en la Primera Guerra, y acallada durante a?os de repudio a Vivienne y, a trav¨¦s de ella, la mujer. Eliot hab¨ªa mudado de modales al afirmar los innatos, y tambi¨¦n de color de piel, al mud¨¢rsela mediante maquillaje. Hab¨ªa aprovechado una invitaci¨®n a su ex pa¨ªs, en donde permanecer¨ªa mudado y en mudanzas aproximadamente seis meses, para dar los primeros pasos en mudarse de casado a divorciado. Pero la carta en la que, a trav¨¦s del Atl¨¢ntico y de los abogados, anunciaba el deseo de su nueva mudanza de estado legal, fue desatendida tercamente por Vivienne, que se negaba a abandonar la mudanza de nombre, la de estado legal y la de estatus; y recuperar el nombre de familia le implicaba una mudanza demasiado humillante como para quererla aceptar.
No sin raz¨®n. De regreso de Estados Unidos, doble paradoja, al Reino Unido, con la personalidad mudada hacia la que Eliot no hab¨ªa hecho sino aproximarse los ¨²ltimos cuarentaitantos a?os con que contaba, Eliot ten¨ªa en mente mudar de su vida a su mujer. Y lo logr¨® tras intentos intermitentes, pues ella mudaba de ida y vuelta de la locura a la cordura, hasta que, apoyado por el hermano y la mam¨¢ de Vivienne, Eliot la mud¨® con consistencia de la libertad a la prisi¨®n, pues la intern¨® en un sanatorio psiqui¨¢trico de forma por fin permanente, ya que ah¨ª fue donde ella muri¨®. Es decir, mud¨® de persona viviente a cuerpo muerto con firmeza. Hay que reconocer que, antes, Vivienne logr¨® mudarse a un lapso de luz al mudar su profesi¨®n al canto y al piano, hasta mudarse de estable (aun en hoteles) a vagabunda trasnochada.
Los viajeros que van tras la b¨²squeda de casas de escritores, satisfar¨¢n su anhelo al dar con el hospital donde Vivienne muri¨®, direcci¨®n de la que le fue imposible mudarse viva, y con la que cort¨® el infatigable ejercicio de ganar la embestida contra la inconstancia que es la de mudarse.
Los Eliot, una vez destacados miembros de Bloomsbury, mudaron una y otra vez de amistades. Al final, sin embargo, el grupo en conjunto se ali¨® a Eliot y dio la espalda a Vivienne, como conspiradores protegidos bajo el manto del poeta, que ya hab¨ªa mudado en el de celebridad. Y, dado que su preferencia sexual, si abierta, segu¨ªa siendo penalizada, mud¨® su celibato y, s¨ª, diez a?os antes de morir, volvi¨® a casarse, con su secretaria, unos treinta a?os menor que ¨¦l.
"La vida es como ir andando apresuradamente en la oscuridad: un traspi¨¦ a ciegas", escribi¨® Vivienne alguna vez. "La muerte, en cambio, debe ser como abrir la puerta de una casa iluminada y decir jadeando, 'bueno, ya estoy aqu¨ª, aunque no s¨¦ c¨®mo llegu¨¦". Si es que Vivienne se suicid¨®, pues su muerte no fue aclarada, "realiz¨® su ¨²ltima apuesta: mudarse de la oscuridad a la luz", seg¨²n escribi¨® su bi¨®grafa, Carole Seymour-Jones, creo que con raz¨®n.
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