El FMI llega a Alemania
La marcha de Horst Koehler como director gerente del FMI supone un motivo de reflexi¨®n. En v¨ªsperas del nombramiento de Koehler como director gerente, la confianza en el FMI estaba en el m¨ªnimo de todos los tiempos. Hab¨ªa gestionado mal la crisis del este de Asia, la rusa y la brasile?a. La elecci¨®n de Koehler estuvo asimismo enturbiada por la controversia. Est¨¢ claro que a la hora de elegir a su director, una instituci¨®n p¨²blica internacional deber¨ªa buscar a la persona m¨¢s cualificada, y la elecci¨®n deber¨ªa realizarse de la manera m¨¢s abierta y transparente posible. Al final, un acuerdo entre EE UU y Europa dict¨® que el m¨¢ximo directivo del FMI fuera europeo.
Entonces, los europeos acordaron que Alemania no hab¨ªa dispuesto del turno que le correspond¨ªa en la direcci¨®n de una organizaci¨®n internacional importante. La elecci¨®n era sencilla: el cargo ir¨ªa a un alem¨¢n aceptable para EE UU. La experiencia en los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, donde se producen casi todas las crisis con las que tiene que lidiar el FMI, ni siquiera se consider¨® un requisito previo.
La pol¨ªtica de contracci¨®n fiscal y monetaria impuesta por el Pacto de Estabilidad y un BCE obsesionado con la inflaci¨®n ha tenido graves repercusiones
Parece que la elecci¨®n del nuevo director gerente del FMI no ser¨¢ m¨¢s abierta que las pasadas. Aunque la confianza en el FMI ha mejorado, su actuaci¨®n ha sido desigual. Ciertamente, la ret¨®rica ha mejorado. El Fondo habla ahora abiertamente de la necesidad de centrarse en la pobreza, y reconoce que hab¨ªa impuesto demasiadas condiciones para financiar a los pa¨ªses pobres. Con los sucesivos fracasos de las ayudas financieras proporcionadas por el FMI, ¨¦ste ha buscado estrategias alternativas para abordar las crisis. Todav¨ªa no ha encontrado ninguna. Pero reconoce que la liberalizaci¨®n del mercado de capitales no ha proporcionado a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo un crecimiento m¨¢s r¨¢pido, sino m¨¢s inestabilidad.
En cuestiones fundamentales de la gesti¨®n econ¨®mica, el historial es mucho menos positivo. Se reconoce casi un¨¢nimemente que la crisis argentina se gestion¨® mal, y que la recuperaci¨®n en ese pa¨ªs s¨®lo comenz¨® despu¨¦s de que las autoridades abandonaran las constricciones del FMI. En Brasil se reconoce que el FMI evit¨® otro desastre, pero ?a qu¨¦ precio? La econom¨ªa pr¨¢cticamente se ha paralizado, impidiendo al presidente Lula avanzar en los objetivos sociales en los que hab¨ªa basado su candidatura a la presidencia. El marco econ¨®mico del FMI sigue sin proporcionar pol¨ªticas presupuestarias para superar los ciclos, porque sigue manteniendo una postura ambivalente respecto a la prescripci¨®n t¨ªpica keynesiana de estimular la econom¨ªa durante una recesi¨®n. En Brasil y en otras partes, los distorsionados marcos contables del FMI siguen impidiendo las inversiones necesarias para modernizar las empresas del sector p¨²blico e imponiendo un gran obst¨¢culo a la reforma agraria.
Aunque el presidente de Alemania no debe intervenir en la gesti¨®n diaria del pa¨ªs, no cabe duda de que su voz ser¨¢ influyente. Est¨¢ claro que Alemania se enfrenta a muchas dificultades; la mayor¨ªa de los economistas coinciden en que la reunificaci¨®n se gestion¨® mal y que la consiguiente carga para la econom¨ªa alemana fue excesiva. La ampliaci¨®n europea, que situar¨¢ grandes cantidades de trabajadores con salarios bajos en las fronteras de Alemania, supondr¨¢ nuevos retos. El historial del FMI en el diagn¨®stico de problemas y en la prescripci¨®n de soluciones no es envidiable. Su filosof¨ªa conservadora no ha generado crecimiento econ¨®mico, y los beneficios de cualquier crecimiento han ido a parar desproporcionadamente a los ricos.
En Europa, el resultado de las prescripciones econ¨®micas "conservadoras" no es mucho mejor. La pol¨ªtica de contracci¨®n fiscal y monetaria impuesta por el Pacto de Estabilidad y un Banco Central Europeo obsesionado con la inflaci¨®n ha tenido graves repercusiones.
Europa necesita reformas estructurales; pero dichas reformas no pondr¨¢n fin a la enfermedad del continente, y algunas medidas -las que disminuyen la protecci¨®n del empleo y la red de seguridad social- pueden suponer un alto precio, especialmente para los m¨¢s desfavorecidos.
Suecia ha demostrado que hay otro modelo de econom¨ªa de mercado. Aunque ha reducido su Estado de bienestar, no lo ha abandonado. Los resultados econ¨®micos igualan o superan a los de la mayor¨ªa del resto de Europa. Alemania se sentir¨¢ muy defraudada si piensa que virando hacia el conservadurismo superar¨¢ su actual estancamiento.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa 2001, es catedr¨¢tico de esta especialidad en la Universidad de Columbia y miembro de la Comisi¨®n sobre las Dimensiones Sociales de la Globalizaci¨®n.
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