El voto es ¨²til
1. No hay mejor manera de demostrar fiabilidad que cumplir la palabra dada. La promesa de retirar (o regresar o replegar) las tropas de Irak viene de un a?o atr¨¢s y era, sin duda, el compromiso estrella de la campa?a de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Cumplir lo prometido no deber¨ªa ser noticia. Forma parte de la lealtad exigible en la relaci¨®n entre personas. Pero es habitual en pol¨ªtica que las promesas se las lleve el viento. Para justificarlo se ha utilizado y se ha abusado de la distinci¨®n weberiana entre ¨¦tica de la responsabilidad y ¨¦tica de la convicci¨®n, tratando de convertir en regla lo que deber¨ªa ser una excepci¨®n. Zapatero no ha querido fallar, convencido de que nada puede dar m¨¢s credibilidad ante aliados y enemigos que cumplir lo que se ha prometido. La decisi¨®n de Zapatero evita que la democracia espa?ola sufra una nueva fractura de frustraci¨®n como la que provoc¨® el refer¨¦ndum de la OTAN.
Las elecciones de marzo han culminado un largo proceso de movilizaci¨®n ciudadana contra el abuso de poder y el desprecio a la opini¨®n p¨²blica que empez¨® en la huelga de junio de 2002, sigui¨® con el Prestige y tuvo en la guerra de Irak su momento central. Desde el discurso del fin de la historia o la victoria definitiva del ¨²nico modelo posible, se ha tratado de imponer la despolitizaci¨®n colectiva de modo que la democracia quedara reducida a un ritual de cada cuatro a?os, con carta blanca a las ¨¦lites dirigentes para hacer y deshacer. Con la sensaci¨®n de tener licencia para actuar a su antojo, el Gobierno del PP fue creciendo en arrogancia y desprecio, y los ciudadanos se sintieron humillados por las instituciones. Como dice Avishai Margalit, cuando esto ocurre las sociedades dejan de ser decentes.
La ciudadan¨ªa reaccion¨® contra la indecencia. Zapatero es presidente gracias a esta reacci¨®n. No sabemos hasta qu¨¦ punto el retorno de la pol¨ªtica es transitorio, pero habr¨ªa sido una nueva humillaci¨®n que Zapatero no hubiese retirado las tropas de Irak. Por m¨¢s que algunos crean que las mejores democracias son aqu¨¦llas en que los ciudadanos est¨¢n calladitos y en casa, la democracia espa?ola no pod¨ªa permitirse otra quiebra de legitimidad. Las distancias entre una ciudadan¨ªa que tiene motivos para ser desconfiada y los gobernantes se ensanchan con mucha facilidad. Zapatero no ha querido volver a abrir la fractura que el 14-M empez¨® a cerrarse. La ciudadan¨ªa ha podido constatar algo de lo que a veces duda: que el voto es ¨²til.
2. Zapatero ha querido evitar un debate largo y confuso, lleno de presiones y de emboscadas. Zapatero sabe que Estados Unidos no aceptar¨¢ que la ONU asuma de verdad el mando militar de las operaciones en Irak. Si ¨¦sta era su condici¨®n para no retirar las tropas, no hay duda de que no iba ser cumplida. Pero era perfectamente posible -y el activismo de Blair apuntaba en esta direcci¨®n- que norteamericanos e ingleses promovieran una resoluci¨®n que sin decir lo que Zapatero pretend¨ªa pudiese parecer que se acercaba a ello. Zapatero ha querido escapar de esta tela de ara?a justo cuando empezaba a tejerse. Durante dos meses las tropas espa?olas hubieran estado en una situaci¨®n de interinidad que pod¨ªa convertirlas en objeto de chantajes y secuestros.
Queda, eso s¨ª, un flanco delicado: la solidaridad. Los espa?oles se van, pero los polacos, italianos y salvadore?os, por ejemplo, se quedan. En una coyuntura, adem¨¢s, especialmente dif¨ªcil, en que la ocupaci¨®n est¨¢ derivando cada vez m¨¢s en guerra abierta. En el mundo globalizado, la pregunta ?qui¨¦nes son los nuestros? cada vez es m¨¢s dif¨ªcil de precisar. La vieja doctrina de los Estados soberanos tiene muy claro cu¨¢l es el ¨¢mbito de la solidaridad: la naci¨®n. Pero en tiempos de terrorismo global este ¨¢mbito es un poco estrecho. Solidaridad con las dem¨¢s fuerzas presentes en Irak, solidaridad con los iraqu¨ªes. El argumento a¨²n se complica m¨¢s: ?son compatibles estas dos solidaridades? ?Querr¨ªan los iraqu¨ªes que las tropas espa?olas siguieran all¨ª o preferir¨ªan que se marchasen? Estas cuestiones, dif¨ªciles, por no decir imposibles, de responder objetivamente, no son soslayables. Son las que generan las dudas sobre la decisi¨®n de Zapatero.
3. La gran discrepancia entre Estados Unidos y el presidente Zapatero es que ¨¦ste no cree que la guerra de Irak tenga que ver con la lucha contra el terrorismo. ?Qu¨¦ pinta el ej¨¦rcito espa?ol en una guerra de elecci¨®n hecha simplemente para reforzar el papel de Estados Unidos en el mundo? Zapatero tiene toda la raz¨®n de salirse de una operaci¨®n sin inter¨¦s alguno para Espa?a en la que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar nunca nos debi¨® haber metido. Las causas de la guerra ya son el pasado, se dice; el inter¨¦s de todos, ahora, es que Irak salga adelante. Es un argumento tramposo que s¨®lo sirve para legitimar los hechos que se consumaron sin respeto a la legalidad internacional. El gesto de Zapatero es una apuesta por un modo alternativo de resolver los conflictos internacionales que muchos ciudadanos desean: respetando la legalidad compartida y con planteamientos multilaterales de cooperaci¨®n. A Europa -ahora que los traidores est¨¢n debilitados- corresponde encabezar esta estrategia.
El compromiso de Zapatero -y de Espa?a- en la lucha contra el terrorismo es incuestionable. Utilizar el argumento de la cobard¨ªa para explicar una retirada tan precipitada es ofensivo para un pa¨ªs que ha sufrido una barbaridad en esta materia y no ha claudicado nunca. La retirada de las tropas de Irak no hace a Espa?a ni m¨¢s ni menos vulnerable al terrorismo global. La cuesti¨®n de las tropas es un argumento ventajista que utilizan los comunicados de los terroristas porque sirve para crear divisi¨®n y malestar. Si estamos de acuerdo en que no hay que dar respuesta a los comunicados de Bin Laden ni aceptar sus chantajes, la obligaci¨®n de Zapatero era no cambiar su decisi¨®n de retirar las tropas por lo que pueda haber dicho el propietario de la franquicia Al Qaeda. Es importante, sin embargo, que Zapatero concrete los t¨¦rminos de su compromiso en la lucha contra el terrorismo internacional y en la reconstrucci¨®n de Irak. Pero la decisi¨®n tomada refuerza tanto al presidente que le da plena libertad para volver a mandar tropas a Irak si, en un futuro, se dieran las condiciones exigibles.
Queda una operaci¨®n complicada: el repliegue militar que, sin cobertura a¨¦rea, puede ser dif¨ªcil, y no parece que los norteamericanos est¨¦n por la labor. Por lo dem¨¢s, los riesgos para unos y otros no cambian. Todos estamos expuestos al terrorismo global.
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