Cuidar ancianas, especialidad del Este
Organizaciones mafiosas cobran m¨¢s de 2.000 euros por visado y transporte de Moldavia a Italia
Basta con verles la cara, en la gasolinera de la autopista a Italia, para comprender qui¨¦n tiene los papeles en regla y qui¨¦n no. Raia S., de 44 a?os, est¨¢ tranquila. "Trabajo en Rovigo desde hace tres a?os. Tengo permiso de residencia de un a?o. He vuelto a casa durante un mes para ver a mis hijos. El viaje me ha costado 220 euros, ida y vuelta". Entra en el bar, se compra un bocadillo y una botella de agua. Dispone de algunos minutos para hablar. "Todos los que vienen conmigo en el autob¨²s tienen los papeles en regla. Pero el permiso de residencia lo tenemos s¨®lo tres, los otros vienen ¨²nicamente con el visado de turista, con el que se puede permanecer en Italia o en el resto de la Uni¨®n Europea, durante un m¨¢ximo de tres meses, y no se puede trabajar".
Hasta hace poco m¨¢s de un a?o, casi todas las mujeres inmigrantes encontraban trabajo
Estamos en Villach, un pueblo de Moldavia. Raia S. conoce al dedillo la autopista y tambi¨¦n a las organizaciones que traen a los inmigrantes de la Europa del Este a este para¨ªso occidental. "Hay agencias que te cobran 2.000 euros por el visado y el viaje y, cuando llegas a la frontera, te enteras de que el documento es falso y te tienes que dar la vuelta. Eso le ocurri¨® a una amiga m¨ªa. Quer¨ªa suicidarse de la desesperaci¨®n que le entr¨®".
La se?ora Raia viene de Chisinau, siempre en Moldavia, una de las antiguas rep¨²blicas de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, fronteriza por el este con Rumania, a 2.000 kil¨®metros de distancia de Italia, y dos d¨ªas de viaje en autob¨²s.
"Los que vienen con visado s¨®lo tur¨ªstico har¨¢n lo que hice yo: trabajar como clandestinos, viviendo con el miedo de que te descubran y te manden para casa, con la angustia que sientes cuando est¨¢s en un pa¨ªs del que, al principio, no sabes nada de nada. Pero todas nosotras venimos del infierno y no nos cabe ninguna duda: si quieres que tus hijos coman y puedan ir a la Universidad, hay que darse prisa y echar a volar, como el ave que abandona el nido para encontrar comida para sus polluelos".
Todas las inmigrantes que vienen del Este tiene el mismo sue?o: encontrar una familia con la que puedan trabajar como cuidadoras o se?oras de compa?¨ªa. D¨ªa y noche al cuidado de un anciano, para hacerlo todo, ayudarle, limpiarle, darle de comer, llevarlo de paseo sosteni¨¦ndolo del brazo o empujando un coche de ruedas. Alimentaci¨®n y alojamiento, con lo que no gastan ni un c¨¦ntimo de los entre 600 y 800 euros que cobran al mes. S¨®lo de cuando en cuando, una ficha telef¨®nica para llamar a casa. Para hacer realidad este sue?o, hay que jug¨¢rselo todo, como en la ruleta rusa: venden alg¨²n bien preciado o se endeudan para tomar el autob¨²s, s¨®lo con un billete de ida. Tambi¨¦n Irina, de Ucrania, tiene los papeles en regla, incluida la residencia.
"Hice mi primer viaje hace ya cuatro a?os. Hab¨ªa obtenido un visado tur¨ªstico de la Embajada francesa en Mosc¨². Pagu¨¦ 800 d¨®lares, mientras que mis amigas tienen que pagar ahora entre 1.800 y 2.300 (de 1.500 a casi 2.000 euros). Yo tuve que endeudarme con la organizaci¨®n: las cuatro primeras mensualidades que gan¨¦ acabaron en sus bolsillos. Los organizadores me hab¨ªan retenido el pasaporte".
Los miembros de esa organizaci¨®n -Irina conoce bien la lengua del pa¨ªs y los llama los mafiosos- tienen contactos con amigos en embajadas occidentales y fletan los autobuses. "Por 2.000 euros te llevan hasta Padua, y con 3.000 puedes llegar, con empleo incluido, a Avi?¨®n, en Francia". Hasta hace poco m¨¢s de un a?o, casi todas las mujeres inmigrantes encontraban trabajo, mientras que, en cambio, ahora la mayor¨ªa se arriesga a tirar por la ventana la inversi¨®n de toda una vida. Pero la organizaci¨®n contin¨²a con su tarea de deportar emigrantes, para mantener en pie la ¨²nica industria floreciente de tantos pa¨ªses del Este.
En Chisinau, de donde procede Raia, otra mujer, la hermana Michelina Bettega, cuenta la desesperaci¨®n que impulsa a tantas otras a la emigraci¨®n. "Estoy en Chisinau desde septiembre de 2000 y he visto c¨®mo sal¨ªan las primeras emigrantes. Vistas desde aqu¨ª, en Moldavia, Francia e Italia son el para¨ªso. Un buen sueldo en este pa¨ªs, y estoy hablando de m¨¦dicos, maestros, enfermeros, es de unos 800 lei al mes. Un euro vale 15 lei y es f¨¢cil hacer la cuenta: 800 euros ganados en Italia equivalen a 15 veces el sueldo mensual medio en Moldavia. Una doctora gana unos 50 euros. Y ?por qu¨¦ no emigrar ahora mismo para colocarse de cuidadora de ancianos? ?El resultado? Hay localidades donde ya no quedan mujeres capaces de desarrollar una actividad productiva, donde los ni?os est¨¢n solos, donde los viejos se mueren de hambre. Nosotras, las hermanas de la Providencia, aqu¨ª en Chisinau, hemos organizado una cocina para los ancianos, pero s¨®lo podemos preparar 110 platos de pasta al d¨ªa. Las j¨®venes moldavas cuidan a los viejos de Mil¨¢n o de Avi?¨®n, mientras sus padres tienen que venderse la ¨²nica chaqueta que les queda para comprar un kilo de patatas".
Las que emigraron primero han tenido suerte. "Pero los dineros que llegaban de fuera -el 70% de todas las divisas que entran en Moldavia- han desencadenado una grave inflaci¨®n. El a?o 2000, con 8.000 d¨®lares se pod¨ªa comprar un apartamento con cocina y dos habitaciones, y hoy eso cuesta m¨¢s de 20.000 d¨®lares. Los que reciben dinero del extranjero viven; los otros, no. Hay ni?os que tienen tel¨¦fono m¨®vil e Internet, y otros que para mantenerse calientes en invierno tienen que vivir en las conducciones de las cloacas. Hay verdaderos palacios de 10 o 15 pisos, los del tiempo del comunismo, con una cocina s¨®lo para cada tres o cuatro apartamentos, donde no hay agua, ni luz, ni gas, porque el comunismo se acab¨®, y ahora cuando no se paga te cortan el suministro. Yo soy de Trento y conozco bien la situaci¨®n en Italia. Y digo con toda claridad a las mujeres que no pueden irse, porque las parroquias italianas nos informan de que ya no hay trabajo como antes. No hay nada que hacer. Esta ma?ana, una profesora universitaria me ha dicho que se ha gastado 3.000 d¨®lares para comprar el visado y pagarse el viaje. Ha tenido que vender todo lo que pose¨ªa y pedir prestado a sus parientes. Me ha dicho que no quiere acabar como otros profesores, que acaban jubil¨¢ndose con 14 euros al mes".
Cada una de estas mujeres lleva en el bolsillo un papelito con la direcci¨®n de una amiga que trabaja en el extranjero, o de una parroquia, como la de San Pellegrino en Reggio Emilia. Don Giuseppe Dossetti les explicar¨¢ cuando lleguen que trabajo no hay y tampoco lugar para dormir. Cada s¨¢bado por la ma?ana se celebra una reuni¨®n entre el p¨¢rroco y sus 10 colaboradores. "De octubre para ac¨¢", dice el cura Dossetti, "han pasado por aqu¨ª al menos 800 mujeres del Este. S¨®lo algunas decenas han encontrado ocupaci¨®n". Todas hacen la misma pregunta: "?Don Giuseppe, hay trabajo? Don Giuseppe, ?c¨®mo digo en casa que no tengo un c¨¦ntimo?".
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