"Vivo en un posoperatorio interminable"
A Miguel Delibes, sus personajes -El Nini, el se?or Cayo o el Mochuelo- le han abreviado la vida hasta dejarle "una mente enajenada y una apariencia de vida". Con su novela El hereje cerr¨® en 1997 el arco literario que hab¨ªa abierto con La sombra del cipr¨¦s es alargada en 1948, y desde entonces asegura emplear todas sus fuerzas en "sobrevivir". Estos d¨ªas anda apesadumbrado. Su equipo, el Real Valladolid, tiene un pie en Segunda Divisi¨®n.
A sus 83 a?os, pasa las horas contestando a la prensa para promocionar desde su casa Espa?a 1936-1950: muerte
y resurrecci¨®n de la novela, que sale a la venta hoy y recopila sus reflexiones y notas de cursos, seminarios y viajes. Con este volumen, Destino celebra el n¨²mero 1.000 de la colecci¨®n ?ncora y Delf¨ªn.
"Cela se recreaba cuando le conven¨ªa para ocultar que era un t¨ªmido vergonzante"
"No me hac¨ªa gracia tener como competidor a Ferlosio, el autor espa?ol que m¨¢s admiraba"
Delibes est¨¢ encantado con la portada del libro, una foto que le recuerda sus principios como novelista. En ella, Italo Calvino, Carmen Mart¨ªn Gaite y Mercedes Salisachs, entre otros, navegan con ¨¦l en un barquito por aguas de Mallorca. Hoy no viaja, delega sus compromisos en sus hijos y tan s¨®lo se desplaza de Valladolid a su refugio en Sedano (Burgos).
Pregunta. Los editores aseguran que tuvo reparos a la hora de aceptar este proyecto. ?Por qu¨¦?
Respuesta. Siempre he sido remiso a la confidencia. Soy bastante hur¨®n. Aquellas notas que hice hace medio siglo eran para usar y tirar. Pero, por otro lado, soy conservador y las guard¨¦ en una carpeta. De ciento en viento les echaba un vistazo y m¨¢s o menos sab¨ªa lo que hab¨ªa en ellas, que era poco, naturalmente, porque yo acababa de llegar a la literatura. Pero los editores se empe?aron en ver cierto inter¨¦s en lo que ten¨ªa hecho. Y as¨ª claudiqu¨¦ y prepar¨¦ con esas notas unas p¨¢ginas que, junto con cuatro o cinco conferencias, ven¨ªan a dar una idea de lo que yo pensaba de nuestra novela.
P. ?Ha resultado dificultoso ordenar las antiguas notas en las que se basa este libro?
R. Dif¨ªcil, no. Las notas guardaban cierto orden. Si acaso vigilar los empalmes y recordar libros y escritores que cada lustro iban significando menos. Conforme ojeaba los pliegos de la carpeta, me consolaban los que han confirmado su val¨ªa.
P. ?Ha estado tentado de modificar parte de lo escrito hace d¨¦cadas? En el texto se presta poca atenci¨®n a escritores como Carmen Mart¨ªn Gaite, Ana Mar¨ªa Matute o los hermanos Goytisolo, cuya obra posterior ha apreciado p¨²blicamente.
R. No, nunca quise cambiar mis ideas iniciales. Por otro lado, a los autores citados no les doy menos importancia que a otros de su talla. Queda la salvedad de Carmi?a
[Mart¨ªn Gaite], pero ella no hab¨ªa nacido a la literatura cuando yo escrib¨ªa mis notas. Es posible que diga algo de otros que nacieron despu¨¦s, pero es el riesgo de la improvisaci¨®n. Yo tomaba informes cuando sent¨ªa deseos de hacerlo, sin ponerme l¨ªmites de tiempo. Mi librito resulta as¨ª un poco caprichoso y desordenado.
P. Cuando Cela afirmaba "soy el mejor, pido perd¨®n por lo f¨¢cil que me ha sido", ?qu¨¦ cara se les quedaba a los dem¨¢s novelistas?
R. A Cela le admitimos siempre su histrionismo defensivo. Sab¨ªamos que era parte del personaje. No s¨¦ si fue [Eugenio de] Nora, Torrente
Ballester o [Juan Luis] Alborg quien dijo en una ocasi¨®n que Cela era un buen creador de personajes, pero que el m¨¢s perfecto y divertido hab¨ªa sido ¨¦l mismo. Creo que no le faltaba raz¨®n. Lo que nunca dijo nadie es que Cela se recreaba, volv¨ªa a crearse, cuando le conven¨ªa, para desviarnos de lo que verdaderamente quer¨ªa ocultar: que era un t¨ªmido vergonzante.
P. En el caso de personajes como Cela o Dal¨ª, considera que no se puede separar la persona de la obra. ?Su car¨¢cter reservado le ha favorecido o perjudicado ante la cr¨ªtica y el p¨²blico?
R. Yo he sido un tipo m¨¢s bien aburrido con el personal, aunque luego, en la intimidad, resultaba divertido. Pero este ¨²ltimo rasgo lo atenuaba en mi obra. En mis libros nunca falta la iron¨ªa, pero la utilizo para un fin muy claro: aligerar situaciones y escenas demasiado tensas. Nunca me agrad¨® llegar al tremendismo. Si esto me favoreci¨® o me perjudic¨®, es una decisi¨®n que delego en los otros.
P. Afirma que el mejor escritor de su generaci¨®n es Rafael S¨¢nchez Ferlosio, con el que mantuvo alguna relaci¨®n aquellos a?os. ?Es cierto que ambos proyectaban escribir sendos libros con un cazador como protagonista?
R. ?sta es una cuesti¨®n risible que alguna vez he contado. Ocurri¨® en Ruidera, en las lagunas, en un encinar donde hac¨ªa un calor insoportable. Hab¨ªamos comido y and¨¢bamos por ah¨ª so?olientos y medio desnudos. Est¨¢bamos en los comienzos de nuestra carrera y entonces nos interes¨¢bamos unos por los proyectos de los otros. Alguien me pregunt¨® entonces qu¨¦ preparaba y le dije muy ufano que la historia de un cazador de pueblo, mal hablado y buen tirador, que sal¨ªa en bicicleta por los alrededores de la ciudad y se enamoraba de la hija de un churrero.
Ferlosio, que estaba all¨ª, habl¨® entonces de la casualidad, pues ¨¦l ten¨ªa en la cabeza la historia de un cazador furtivo todav¨ªa m¨¢s disipado. Al o¨ªr a Ferlosio, se me cay¨® el alma a los pies. No me hac¨ªa gracia tenerle como competidor porque era el novelista espa?ol que m¨¢s admiraba. Pero, curiosamente, la cosa no fue m¨¢s all¨¢.
Pas¨® aquella tarde, pas¨® aquella excursi¨®n, y cuando volv¨ª a ver a Ferlosio, la idea de la novela sobre el furtivo hab¨ªa volado de su cabeza. Cuando le habl¨¦ de la caza me dijo tranquilamente que la hab¨ªa dejado: "La Torci -su hija- me dijo el otro d¨ªa que por qu¨¦ hab¨ªa matado aquel conejito. Me dej¨® de un aire y en efecto pens¨¦ que no ten¨ªa ninguna raz¨®n para matar aquel conejito, y fue entonces cuando colgu¨¦ la escopeta". Ignoro si estas escenas, tan seguidas y apretadas, tendr¨ªan algo que ver con la decisi¨®n de Ferlosio de dejar la literatura, aunque he de suponer que no, que su determinaci¨®n obedecer¨ªa a razones m¨¢s profundas. El caso es que yo publiqu¨¦ Diario de un cazador, en tanto que el furtivo de Ferlosio ha pasado medio siglo en la nebulosa, sin que su presunto creador volviera a hablarme de ¨¦l.
P. Algunos de los escritores de los que habla en el libro cayeron pronto en el olvido, y hay otros, como Juan Antonio de Zunzunegui, de los que no se ocupa. ?Qu¨¦ pas¨®?
R. Una entrevistadora, de las que saca las frases de contexto, ha publicado un titular m¨ªo que dec¨ªa, resumiendo: "No es el tiempo, es el azar quien nos pone a todos en nuestro sitio". Ahora aprovecho la pregunta para precisar lo que dec¨ªa el texto en esa ocasi¨®n: "No suele ser el tiempo el que pone en su sitio a los autores, sino las circunstancias: el azar, la salud, las crisis vocacionales". Lo de Zunzunegui es una omisi¨®n notoria. Es uno de los enlaces que quedaron entre la novela de anteguerra y los primeros de la posguerra y me lo com¨ª, sencillamente, porque no figuraba en mis notas. Disculpa inadmisible.
P. El Premio Nadal permiti¨® a muchos escritores de su generaci¨®n darse a conocer. ?Un debutante lo tiene m¨¢s complicado ahora?
R. No, por favor, hoy es mucho m¨¢s sencillo. Hoy, aparte de muchos premios, hay editores que leen y descubren, me consta. Esto garantiza una continuidad y que algo importante no pase inadvertido, como ocurri¨® en primera instancia con Cien a?os de soledad.
P. ?A qu¨¦ novelistas de generaciones posteriores a la suya dedicar¨ªa unas p¨¢ginas?
R. A muchos. A m¨¢s de una docena de nombres para concretar. Los dar¨ªa si supiera que no iba a olvidar ninguno. Pero esto, y m¨¢s a mis 83 a?os, es muy aventurado, muy dif¨ªcil, por no decir un imposible.
P. En su discurso del Premio Cervantes dec¨ªa que hab¨ªa vivido la vida a trav¨¦s de los personajes de sus novelas. ?C¨®mo vive desde que no escribe?
R. Vivo con los achaques y trastornos propios de un posoperatorio interminable. A estas alturas, sobrevivo en buena parte gracias a mi familia.
Babelia
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