Habla Carmen Bin Ladin
Los polic¨ªas y aduaneros que controlan su documentaci¨®n se suelen atragantar y ni siquiera el pasaporte suizo aten¨²a el impacto que provoca la lectura del apellido: Bin Ladin, una transcripci¨®n fon¨¦tica algo diferente de la tradicional. La titular de ese documento de viaje es Carmen Bin Ladin, cu?ada de Osama Bin Laden, y esposa, en tr¨¢mite de divorcio, de Yeslam, uno de los 24 hermanos del terrorista m¨¢s buscado del mundo.
Carmen Bin Ladin hubiese permanecido en el relativo anonimato de no haber sido por los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Ese d¨ªa su patron¨ªmico "se convirti¨® en una enorme carga", con tanta m¨¢s raz¨®n que alg¨²n rotativo sensacionalista norteamericano dej¨® caer que su hija mayor, Wafa, que resid¨ªa en Nueva York, no se encontraba en la ciudad porque hab¨ªa sido advertida de antemano de la matanza en preparaci¨®n.
"Debat¨ª con mis hijas si deb¨ªamos rescatar mi apellido de soltera porque el nuestro era un lastre. Llegamos a la conclusi¨®n de que no ten¨ªamos nada que esconder"
"Abr¨ª la puerta y era Osama, pero camin¨® d¨¢ndome la espalda, sin mirarme porque no iba tapada. Intent¨¦ hablarle, pero no me contest¨®. Me escond¨ª en otra habitaci¨®n"
"Es una insinuaci¨®n repugnante", asegura Carmen Bin Ladin. "Wafa terminaba sus vacaciones veraniegas conmigo, en Ginebra, y se dispon¨ªa a regresar a Nueva York", en cuya Universidad de Columbia estudiaba la carrera, a?ade la madre en un hotel de la periferia de la ciudad suiza en el que cit¨® a este corresponsal. Carmen Dufour, su apellido de soltera, hija de un suizo y de una iran¨ª, tiene el rostro marcado de las mujeres que han sufrido, pero la cara se le ilumina cuando sonr¨ªe al hablar de sus hijas.
Las puertas se cierran
Wafa, de 26 a?os, no volvi¨® a Nueva York. La polic¨ªa de la ciudad se lo desaconsej¨® por tel¨¦fono. Tem¨ªa por su seguridad. La vida de Carmen, un nombre espa?ol porque a su madre le gustaba la opera de Georges Bizet, y de sus tres hijas -Wafa, Najia (24 a?os) y Noor (16 a?os)- cambi¨® bruscamente. "Muchas puertas se cerraron, muchas ofertas de trabajo se desvanecieron", recuerda apesadumbrada.
"Debat¨ª largo y tendido con mis hijas si deb¨ªamos rescatar mi apellido de soltera porque el nuestro, sin¨®nimo de muerte y de terror, era un lastre", se?ala Carmen Bin Ladin. "Llegamos a la conclusi¨®n de que no, de que no ten¨ªamos nada que esconder, nada de que avergonzarnos, que deb¨ªamos asumir nuestra trayectoria y rechazar la barbarie".
Las Bin Ladin conservaron el apellido, pero Carmen, la madre, decidi¨® desmarcarse p¨²blicamente de ese clan saud¨ª del que form¨® parte durante una larga d¨¦cada. "Lo hice ante todo por mis hijas", subraya. Public¨®, primero, el 11 de septiembre de 2002, un alegato demoledor contra los Bin Laden en Le Monde. Despu¨¦s escribi¨® un libro autobiogr¨¢fico, Un reino lejano, una carga de profundidad contra la sociedad de Arabia Saud¨ª. La semana pr¨®xima lo publicar¨¢ en Espa?a la editorial Temas de Hoy.
Carmen conoci¨® a Yeslam Bin Laden, hermano mayor de Osama, en el verano de 1973, cuando la madre de este joven saud¨ª alquil¨® una casa de vacaciones, al borde del lago Leman, propiedad de la familia Dufour. Enamorados, ambos emigran a Los ?ngeles para estudiar Empresariales, y, en 1974, contraen matrimonio en Arabia Saud¨ª.
Dos a?os despu¨¦s el clan familiar reclama a Yeslam, que regresa a Yedda para convertirse, seg¨²n su esposa, "en el director financiero" de las constructoras que fund¨® su padre, el jeque Mohamed, y que est¨¢n encargadas, entre otras actividades, del mantenimiento de los lugares santos del islam. No en balde tienen estrechas relaciones con la familia real.
A la joven Carmen no le queda m¨¢s remedio que adaptarse a una sociedad impregnada de wahabismo en la que las mujeres "no pueden ser vistas sin velo y s¨®lo salen a la calle acompa?adas por miembros masculinos de su familia". Una nieta del rey, de 19 a?os, que ten¨ªa la intenci¨®n de fugarse con su amante, fue decapitada en 1977.
A mediados de la d¨¦cada de los setenta el precio del petr¨®leo se ha cuadruplicado y Arabia Saud¨ª se desarrolla a marchas forzadas. "Cre¨ª que el progreso econ¨®mica traer¨ªa consigo una mayor apertura, pero me equivoqu¨¦", recuerda Carmen. "Los saud¨ªes se aprovechan de los avances t¨¦cnicos, pero no conozco a uno s¨®lo, incluidos destacados miembros de la familia real, que en el fondo no desprecie los valores occidentales", asegura. "Son como los talibanes, pero rodeados de lujo". "Soy pesimista sobre la evoluci¨®n del pa¨ªs".
Carmen Bin Ladin s¨®lo vio tres veces a Osama durante los casi 10 a?os que vivi¨® en Arabia Saud¨ª, pero fue, curiosamente, despu¨¦s de su primer encuentro, en Taif, en 1977, cuando empez¨® a angustiarse. Hac¨ªa mucho calor, y un beb¨¦, el primero de los siete hijos de Osama, no paraba de llorar porque ten¨ªa sed. Su padre hab¨ªa prohibido que se le diera agua con biber¨®n. "Deb¨ªan hacerlo con cuchara, pero la criatura", recuerda Carmen, "no sab¨ªa c¨®mo absorber el l¨ªquido".
A trav¨¦s de su marido, Yeslam, Carmen intercedi¨® ante Osama para que el ni?o pudiera beber en un biber¨®n y no se deshidratase. En vano. Su padre fue inflexible. "Exasperada por su llanto ped¨ª a Yeslam que nos march¨¢semos", recuerda. "En el camino de vuelta tuve miedo; pens¨¦ lo que ser¨ªa de m¨ª y de mis hijas si le pasase algo grave a Yeslam, un liberal en el contexto saud¨ª, y cay¨¦semos bajo la tutela de un Osama".
Otro encuentro con Osama fue casi peor. Carmen jugaba con sus hijas cuando un hombre llam¨® a la puerta al tiempo que preguntaba por Yeslam. "Abr¨ª y era ¨¦l, pero camin¨® d¨¢ndome la espalda, sin mirarme porque no iba tapada", afirma. "Intent¨¦ hablarle, pero no me contest¨®". "Un sobrino que le acompa?aba explic¨® entonces que Osama no quer¨ªa ver a mujeres". "Tuve que esconderme en otra habitaci¨®n".
Su rigorismo no era ¨®bice para que Osama fuese muy querido por su familia. "En el islam wahabita no se es nunca demasiado piadoso", se lamenta Carmen. "Para ellos, ¨¦l es la conciencia de la familia y, adem¨¢s, un h¨¦roe". "Por algo el clan ha reprobado los atentados de Nueva York, pero no ha llegado a condenarle a ¨¦l". "A¨²n hoy en d¨ªa estoy convencida de que le siguen ayudando porque no se priva a un hermano de la herencia de su padre". "M¨¢s all¨¢ del c¨ªrculo familiar, goza, en su pa¨ªs, de muchas simpat¨ªas".
"Odio a los jud¨ªos"
La gota de agua que acab¨® de exasperar a Carmen fue el cuaderno de su hija, Wafa, en el que le hab¨ªan mandado escribir, en el colegio: "Quiero a Palestina. Odio a los jud¨ªos". "No quer¨ªa que me hija odiara a nadie", se?ala. "No quer¨ªa que mis hijas fueran educadas como saud¨ªes, que siguieran siendo menores de edad toda su vida". "Quer¨ªa que pudieran decidir por s¨ª mismas, que fueran libres".
Unas vacaciones en Ginebra, durante el verano de 1986, brindaron la ocasi¨®n de convencer a Yeslam de trasladar el domicilio familiar a orillas del lago Leman, desde donde el cabeza de familia podr¨ªa seguir dirigiendo sus negocios. El matrimonio sobrevivi¨® unos a?os, pero las disputas sobre la educaci¨®n de las hijas acabaron provocando, en 1994, un juicio por divorcio que a¨²n no ha terminado.
Carmen, acusada, seg¨²n ella, de adulterio en Yedda por su marido no se atreve desde entonces a pisar un pa¨ªs musulm¨¢n. "Podr¨ªa ser extraditada a Arabia Saud¨ª y ser condenada a muerte".
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