Al estilo de la Monarqu¨ªa espa?ola
Cuando en 1906 el abuelo del actual Rey de Espa?a se cas¨® en Madrid la ceremonia fue precedida por alguna pol¨¦mica pol¨ªtica.Un matrimonio como aquel era una indicaci¨®n de prop¨®sitos: al elegir una c¨®nyuge brit¨¢nica se indicaba una voluntad liberal. Una boda real previa hab¨ªa sido mal acogida en estos medios pol¨ªticos porque parec¨ªa se?alar un rumbo diverso. Describe todo un tiempo el que un matrimonio real pudiera adquirir esta significaci¨®n. La Monarqu¨ªa guardaba, en todas las latitudes, poderes importantes que s¨®lo hab¨ªa ido perdiendo por la v¨ªa de hecho. Si hoy todo esto nos parece inconcebible tambi¨¦n lo resulta, por ejemplo, que Do?a Victoria Eugenia fuera obligada a la conversi¨®n al catolicismo en condiciones penosas. Los invitados extranjeros a aquella boda real tuvieron que alojarse en las mansiones de la nobleza espa?ola por la sencilla raz¨®n de que, por el momento, no hab¨ªa en la capital espa?ola hoteles en donde alojarlos.
Todo lo antedicho mide la distancia entre dos tiempos hist¨®ricos. En la boda del pr¨ªncipe de Asturias ha habido pol¨¦mica previa proporcionada por otros factores. Hay sectores conservadores cuyas exigencias simplemente no se corresponden a la realidad de lo que es habitual en la sociedad espa?ola. Pero existe sobre todo una exposici¨®n de la Monarqu¨ªa a los medios de comunicaci¨®n contradictoria en sus efectos.Por un lado padece una sed infinita de noticias que hace proliferar supuestos especialistas en nader¨ªas y bobadas. Pero de ellas nace tambi¨¦n la cr¨ªtica y no s¨®lo por puro rechazo. Claro est¨¢ que esta actitud ser¨ªa m¨¢s meritoria y justificada si tuviera mas s¨®lido sustento.
En la Monarqu¨ªa lo que verdaderamente importa es la funcionalidad y el estilo. En ambos existe un cierto paralelismo entre las dos bodas. La Monarqu¨ªa de Alfonso XIII pudo tener funcionalidad durante muchos a?os; por lo menos as¨ª lo pens¨® la mayor parte de la clase dirigente, incluidos los intelectuales, durante casi tres d¨¦cadas. Muy a menudo se confi¨® demasiado en ella: un rey regenerador pensaron derechas e izquierdas, pol¨ªticos y escritores, pod¨ªa cumplir una misi¨®n salv¨ªfica. Era confiar demasiado. Alfonso XIII y la instituci¨®n que personificaban se hundieron en las contradicciones que acompa?an a los procesos de transici¨®n del liberalismo a la democracia. Pero el estilo de Alfonso XIII fue el de su hijo y el de su nieto. Como le explic¨® al rey de Portugal, su Monarqu¨ªa hab¨ªa perdido los rastros de aura semireligiosa del pasado remoto y le era preciso acercarse al contacto popular. Con asiduidad se dedic¨® a practicar la sencillez, la llaneza y la amabilidad personal, a veces indiscreta pero siempre simp¨¢tica e interesada en la presencia all¨ª donde coincidieran los intereses colectivos.
La funcionalidad de la Monarqu¨ªa actual en Espa?a hoy es evidente, aunque quiz¨¢ la entiendan menos los j¨®venes que no vivieron la transici¨®n. A fin de cuentas lo que el Rey debe hacer -mucho m¨¢s que presidir actos protocolarios- no s¨®lo no se tiene que notar sino que su ¨¦xito consiste en que no se note. Pero ?qu¨¦ sucede con el estilo?.
No s¨®lo Don Juan Carlos sino el conjunto de la familia real,de manera singular algunos de sus miembros, participa de un estilo que, al margen de que sea espont¨¢neo, es resultado tambi¨¦n de la intencionalidad y el aprendizaje. Cualquiera ha podido percibirlo, por ejemplo, en la repetida voluntad de seducci¨®n del Rey cerca del mundo cultural e intelectual. La familia real en pleno saludando uno a uno a los familiares de los asesinados en el brutal atentado del 11-M es otra buena muestra de lo que se espera de ella. El pr¨ªncipe de Asturias presente en una manifestaci¨®n contra el terrorismo es una tercera. Pero tambi¨¦n la infanta Cristina con la bufanda del Valencia en la final de la UEFA o hablando en catal¨¢n con un diputado de Esquerra resulta un buen testimonio de lo que los espa?oles esperamos de la familia real.
La funcionalidad de la Monarqu¨ªa se conserva y esto se har¨¢ m¨¢s patente aun si sabe reinventarse de cara a nuevos campos y cuestiones. El estilo sigue provocando entusiasmo: ha sido patente en el singular y emocionado respaldo a las personas del Rey y la Reina, tan evidentes como apreciados por ellos. La boda del Pr¨ªncipe no ha resultado, en cambio, una ocasi¨®n tan propicia para la afloraci¨®n manifiesta de ese rasgo de la Monarqu¨ªa espa?ola.Las inclemencias del tiempo quiz¨¢ no han contribuido a hacerlo viable. Una retransmisi¨®n televisiva lejana a las calidades que consegu¨ªa Pilar Mir¨® se ha sumado a ello. Ya sab¨ªamos que, en cuanto a los aspectos materiales, la Espa?a de hoy est¨¢ muy lejos de la de hace un siglo. Pero hubieran sido esperables y deseables, en esta ocasi¨®n, m¨¢s gestos. Por ejemplo en relaci¨®n con el recuerdo de quienes hace unas cuantas semanas perdieron la vida o est¨¢n todav¨ªa en las cl¨ªnicas padeciendo las consecuencias del atentado.
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