"El esp¨ªritu cr¨ªtico ahora, aunque no sea alentado, por lo menos es tolerado"
El otro d¨ªa encontr¨¦ al se?or Ludvik Vaculik en el caf¨¦ Slavia, el m¨¢s impregnado de vida literaria en Praga, frecuentado por los literatos locales generaci¨®n tras generaci¨®n y cuyo nombre est¨¢ asociado a los de Seifert, Rilke, Havel, etc¨¦tera. En la misma mesita donde me esperaba Vaculik -75 a?os, corpulento y grueso, con un rostro que pregona su inteligencia y malicia, de ojos p¨ªcaros tras gruesas gafas de pasta negra, con blanca cabellera y blanco bigote- le¨ªa Kafka sus cuentos en voz alta y las risas de sus contertulios cruzaban la cristalera y llegaban a la avenida Nacional, por donde pasaban y pasan los tranv¨ªas rojos; ahora por detr¨¢s del se?or Vaculik pasaba un tranv¨ªa, y me pareci¨® verle sentado tal como era hace 25 a?os, con el ce?o fruncido, las mismas gafas, negros la cabellera y el bigote, y sobre la rodillas la cartera donde lleva los libros de Petlice, su editorial clandestina, libros peligrosos de Havel, de Grusa, de Klima, que distribu¨ªa entre sus suscriptores, casa por casa, tal como cuenta en su dietario Libro checo de los sue?os. Entre visita y visita, Vaculik se deten¨ªa en un caf¨¦ a conspirar o a discutir con alguna novia o a despistar al polic¨ªa. El citado libro, su mayor logro, in¨¦dito, como el resto de su obra, en lengua espa?ola, es una obra de arte literaria y un documento hist¨®rico fenomenal sobre la vida del hombre bajo los reg¨ªmenes socialistas, y cuando circul¨® secretamente por Praga a principios de los ochenta levant¨® una polvareda formidable tambi¨¦n entre sus amigos, los disidentes, irritados, algunos, por las indiscreciones sobre su vida privada, otros porque revelaba su extrema debilidad y aislamiento. El tranv¨ªa se fue, cruz¨® el puente de las Legiones hacia Mala Strana, llev¨¢ndose al Vaculik fantasmal, al h¨¦roe demediado de 1979 con sus libros peligrosos, y volv¨ª la atenci¨®n al Vaculik de hoy, que estaba llev¨¢ndose el vaso de vino blanco a los labios, pues ten¨ªa seco el gaznate. Ven¨ªa de cantar en el coro, el mismo donde forma mi amiga la tambi¨¦n escritora Alexandra Berkov¨¢. Cantan canciones del folclore moravo, de las que Kundera habla elegiacamente en su primera novela, La broma, publicada legalmente en 1966, el mismo a?o en que Vaculik tambi¨¦n public¨® su primera novela, El hacha. Ambos escritores, procedentes del partido comunista, eran las voces m¨¢s prometedoras de la intelectualidad checoslovaca y encarnaban literariamente la apostas¨ªa a la que Dubcek dio forma pol¨ªtica en la Primavera de Praga, y tras el aplastamiento de esta tentativa de apertura imposible Kundera se exili¨® y Vaculik se qued¨®, reducido al silencio. En su editorial clandestina public¨® 400 libros, cada uno con una tirada de seis ejemplares mecanografiados por una u otra abnegada secretaria. En 1990, a la ca¨ªda del comunismo, algunos de los autores de esos libros fueron llamados a dirigir el pa¨ªs. Vaculik se mantuvo al margen de la actividad pol¨ªtica, volvi¨® a la radio y a la prensa, public¨® sus propios libros: El hacha, Los conejillos de indias, Una taza de caf¨¦ con mi inquisidor, Inmemorias. Cada martes escribe en la contraportada del Lidov¨¦ Noviny, el diario m¨¢s influyente de la Rep¨²blica, y bajo el ep¨ªgrafe La ¨²ltima palabra, una cr¨®nica mordaz, de opiniones contundentes, perif¨¦ricas y, a veces, disparatadas sobre la actualidad. Desde la La ¨²ltima palabra ha abanderado la oposici¨®n a la adhesi¨®n de su pa¨ªs a la UE.
"Europa es una fatalidad, se trata de montar un gran mercado para los negocios de los comerciantes"
El se?or Vaculik me ilustr¨® sus argumentos antieuropeos: "El mes pasado fui a Correos para enviar un paquete a Espa?a, s¨¦ c¨®mo se escribe Espa?a, con esa tilde tan graciosa sobre la 'n', pero el funcionario tach¨® 'Espa?a' y escribi¨® 'Spain'. ?Qu¨¦ le parece?". Alc¨¦ las cejas, y lanz¨® otro argumento: "?Sabe usted que ahora no podemos llamar mermelada a la mermelada, porque seg¨²n no s¨¦ qu¨¦ directiva europea s¨®lo es mermelada la inglesa, compuesta de c¨ªtricos? No estoy dispuesto a aceptar que unos tipos en Bruselas me digan c¨®mo tengo que llamar a las cosas". El se?or Vaculik espiaba con el rabillo del ojo el efecto de sus boutades, pero asent¨ª beatamente. Se encogi¨® de hombros y a?adi¨®: "Mire, me opuse a la UE porque creo que aunque sea de forma testimonial alguien ten¨ªa que decir no, pero s¨¦ perfectamente que Europa es una fatalidad, que de lo que se trata es de montar un gran mercado para que los comerciantes hagan buenos negocios, y contra esa fuerza no hay resistencia posible". El se?or Vaculik mir¨® por la ventana, vio pasar turistas despechugados echando fotos, luego dijo: "?No vaya usted a creer que soy socialista!...
Todo lo contrario, me empe?¨¦ contra aquel r¨¦gimen, y ya entonces sab¨ªa lo que nos esperaba despu¨¦s de su entrop¨ªa: esto que se ve, la apoteosis de la vacuidad, la corrupci¨®n, el economicismo, lo prev¨ª, pero mejor esto que aquello, por lo menos ahora el esp¨ªritu cr¨ªtico aunque no sea alentado es tolerado. Con eso me basta. No, no estoy decepcionado... Pero tampoco soy dem¨®crata. ?Sabe por qu¨¦? La observaci¨®n, la reflexi¨®n y la estad¨ªstica me han convencido de que el 90% de las personas son est¨²pidas. En consecuencia, votar¨¢n a un est¨²pido como ellos para que les represente. Y como son mayor¨ªa... F¨ªjese en el caso de EE UU, el pa¨ªs m¨¢s poderoso del mundo: tiene un presidente idiota, y c¨®mo iba a ser de otra manera si lo ha elegido una multitud de idiotas...".
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