Portugal vuelve a subirse al torneo
A Scolari le dan resultado los cambios en la alineaci¨®n frente a una Rusia desahuciada
Portugal regres¨® a la estela de su Eurocopa con la sensaci¨®n de que es un equipo a la deriva, sometido a decisiones apresuradas, m¨¢s pol¨ªticas que deportivas. Cuando un seleccionador comienza un torneo con cuatro defensas y al partido siguiente sustituye a los dos laterales y a un central, adem¨¢s de quitar un media punta para poner a otro, es que hay un componente irracional operando bajo el tapizado. Si la selecci¨®n de la que se trata es la anfitriona, entonces hay que suponer que el t¨¦cnico, Scolari, y los jugadores, est¨¢n medio desesperados o no saben qu¨¦ hacer. Este es el caso de Portugal, que tras perder contra Grecia se transform¨®. Hay que decir que lo hizo con fortuna y para mejor. En esto le vino bien jugar contra Rusia, un contrincante que m¨¢s que confundido est¨¢ desahuciado.
La salida de Couto y el ingreso de Deco y Carvalho tuvieron consecuencias inmediatas sobre Portugal. Sobre todo en la defensa. Couto ha perdido esa presencia autoritaria que le export¨® al calcio, y por su zona se perdi¨® todo el equipo. Con Carvalho en su lugar, Andrade asumi¨® un rol que le vino bien a todo el equipo. Los dos laterales estuvieron en su papel, precisos, y el medio centro complet¨® lo que faltaba. Maniche hizo un partido superior. Apoyado en el anclaje que le proporciona Costinha, le dio consistencia al medio campo portugu¨¦s y liber¨® a Deco de funciones administrativas.
Deco es el t¨ªpico enganche ligero, algo intermitente, poco participativo pero capaz de transformar todo un equipo. Eso hizo ayer, lanzando a Pauleta, a Figo y a Simao con pases que estaban fuera del alcance del resto. No fue casual que todo el partido girase en torno a la jugada que culminaron Deco y Maniche. El brasile?o se fue por la derecha y meti¨® un pase que descoloc¨® a la inexperta defensa rusa. Maniche recibi¨® la pelota en el balc¨®n del ¨¢rea, se gir¨® y sac¨® un derechazo que se clav¨® pegado al palo derecho.
El gol libert¨® a Portugal de parte de la presi¨®n acumulada. El grito, m¨¢s que grito zumbido, del p¨²blico es la clase de ruido que emiten las multitudes cuando segregan adrenalina. Traspasados por la atm¨®sfera, los jugadores portugueses tardaron en serenarse, o no se serenaron. Figo hac¨ªa gestos a Deco para que durmiera un poco el juego, pero navegar contra la corriente era inevitable. La gente empujaba con fuerza y el perfil ca¨®tico de Rusia invitaba a la aventura.
Fue en este pasaje del partido, antes del descanso, cuando Loskov, el medio centro del diente de oro, retras¨® el bal¨®n para Ovchinnikov sin advertir la presencia de Pauleta en las inmediaciones. Fue una de las pocas pelotas que tuvo Pauleta a tiro, pero Ovchinnikov, que es como un mastodonte, se precipit¨® a interponerse sin poder frenarse ante la raya que limita el ¨¢rea. Cay¨® pesadamente y el bal¨®n le toc¨® las manos. Fue expulsado de inmediato.
El partido fue un ejercicio de improvisaci¨®n en todos los sentidos. Improvis¨® Protugal, improvis¨® Rusia, improvis¨® la organizaci¨®n del torneo, que celebra el ¨¦xito de su colaboraci¨®n con la CIA pero que ayer permiti¨® que un aficionado con la bandera rusa atravesara el campo al trote y se pusiera a discutir alguna cosa con el cuarto ¨¢rbitro en plena expulsi¨®n de Ovchinnikov. En pleno estadio de la Luz, el campo de la final, en Lisboa, el coraz¨®n de la Eurocopa. Tanto control, tantas vallas, tanto detector de metales y tantas patrullas alrededor de los entrenamientos de los jugadores no pudieron evitar el paseo triunfal de este ruso por el c¨¦sped.
A Portugal, lastrada por el desorden y los nervios, le cost¨® lo mismo enfrentarse a once que a diez. El equipo aguant¨® sin cometer errores defensivos graves y del resto se encargaron Maniche, Figo y Deco. La entrada de Rui Costa en la segunda parte sirvi¨® para reivindicar a este jugador extraordinario, representante del arte de tirar paredes y meter pases por huecos como la cabeza de una aguja. Su cambio ante Grecia, en el descanso, lo hab¨ªa dejado en el lugar del culpable ¨²nico, y ayer demostr¨® que todav¨ªa tiene vigencia.
Ante un rival inerme, Scolari tuvo la inteligencia suficiente de darle la entrada y hacerlo jugar junto a Deco y Figo primero, y junto a Deco y Cristiano Ronaldo al final. De una asociaci¨®n entre Costa y Ronaldo lleg¨® el segundo gol. El tanto dio licencia al p¨²blico portugu¨¦s para festejar, por fin, una Eurocopa que se les hab¨ªa convertido en motivo de melancol¨ªas. Al menos por un rato, hubo regocijo en la afici¨®n. A partir de ahora, los duelos angustiantes e irrevocables.
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