Espa?a sin m¨ª
SE ME HACE EL BOICOT. Porque yo abro el peri¨®dico todos los santos d¨ªas por las p¨¢ginas de Econom¨ªa y, chica, que no me encuentro. Y la verdad, me parece muy significativo que se me ignore de esta manera cuando en boca de muchos comerciantes de esta Espa?a Plural est¨¢ el hecho inminente de que el pr¨®ximo oto?o me voy a vivir allende los mares. Y hay como cierta alarma entre ellos, porque hay tiendas, en Madrid concretamente, que en gran parte se mantienen por lo que yo compro. Y mi marcha va a suponer un serio rev¨¦s para su econom¨ªa. Y un acicate para la econom¨ªa americana. Ni Pedro Solbes, que parece un hombre al que no se le escapa un detalle, se ha hecho eco. Nada: silencio administrativo. La envidia es muy mala. Hay muchas escritoras en la Espa?a Plural a las que les da mucha envidia que a m¨ª los tenderos me quieran tanto. Mi dinero me ha costado. Me quieren los boticarios, los de las boutiques, los ferreteros, los de las tiendas de ortopedia, de decoraci¨®n, de tel¨¦fonos m¨®viles. A m¨ª, como a Juan Pablo II: me quiere todo el mundo. Hasta los que venden enciclopedias a domicilio me quieren. Todav¨ªa debe estar en estado de shock un muchacho que llam¨® una ma?ana a mi puerta. Ah¨ª estaba, tan jovencillo, con el nudo de la corbata que le hab¨ªa hecho su madre. El muchacho dijo deprisa y corriendo: me gustar¨ªa ense?arle la Enciclopedia Brit¨¢nica. Y luego cerr¨® los ojillos esperando el portazo, pero los abri¨®, porque yo le cog¨ª del brazo, lo sent¨¦ y le dije: "La compro". El muchacho trag¨® saliva. Para m¨ª que sospech¨® que le hab¨ªamos organizado una broma de Inocente, inocente. Es lo que tiene la juventud, que le ha hecho mucho da?o el nacimiento de la televisi¨®n privada. Al tragar saliva se le quedaba la nuez atascada a medio recorrido porque su madre le hab¨ªa hecho el nudo apretad¨ªsimo (el cari?o de una madre siempre roza el sadismo). Empez¨® a soltarme el rollo de las mensualidades. En estas, aparece mi santo, que es un hombre de una austeridad rayana en el ascetismo, pero que en lo tocante a los libros no le duelen prendas. Lo que yo le digo: t¨², librito a librito, al final de tu vida te habr¨¢s gastado casi tanto como yo en una tarde en el abrigo Noor. En total, que dijo mi santo: pagamos a tocateja. Y al muchacho le tuvimos que dar un vaso de agua porque se nos mare¨®. Yo le pregunt¨¦ a mi santo: "?T¨² ves necesario que le haga el boca a boca?". Pero mi santo no es partidiario del boca a boca a los vendedores a domicilio. Es algo que ya me dijo el d¨ªa antes de casarnos. El pobre muchacho se despidi¨® tambale¨¢ndose: hay que tener en cuenta que era su primera semana de trabajo. Y no es por tirarme el moco, pero t¨² eres un vendedor a domicilio y das con una casa como la m¨ªa y, la verdad, te haces una idea de la condici¨®n humana superelevada. Pobre muchacho: qu¨¦ alto le pusimos el list¨®n. Para m¨ª consumir es una forma de solidaridad. Yo me pongo a pensar en lo que va a ser del peque?o comercio en mi ausencia y se me encoge el coraz¨®n. ?Y los taxistas, de qu¨¦ van a vivir? Si antes de vivir yo en mi calle no pasaba ni un solo coche (porque es una calle diminuta) y ahora no dejan de pasar taxis. Es un punto de referencia para el sector. Por cierto, en la Feria del Libro un taxista esper¨® toda mi cola. Que no es por presumir, pero yo ten¨ªa una cola bastante larga (parece una frase de mi amiga Rita, la transexual). Pero el t¨ªo no quer¨ªa libros, m¨¢s bien ven¨ªa para decirme que me metiera mis libros por donde me cupieran, el t¨ªo s¨®lo quer¨ªa decirme que ni me lee ni me leer¨¢ jam¨¢s. El hombre estaba dolido por un art¨ªculo que hab¨ªa escrito yo hace cinco a?os sobre los taxistas. El hombre dec¨ªa indignado: "?Si lo m¨¢s simp¨¢tico que dijo usted de nosotros es que escup¨ªamos por la ventanilla!". Y Jes¨²s, el librero de Ocho y Medio, va y suelta esta frase hist¨®rica: "?No cree usted, buen hombre, que despu¨¦s de cinco a?os ha llegado ya el momento de la reconciliaci¨®n?". Y el taxista: "Para nada, yo nunca volver¨¦ a leer a esta se?orita". Y mi santo tambi¨¦n quiso terciar: "Pero no la haga usted caso, ?no ve que es una metepatas?, ?no ve usted lo que escribe de m¨ª y no me enfado y hubiera sido para que me separara de ella hace cinco a?os tambi¨¦n?". Y el taxista: "?Pero c¨®mo voy a ver lo que escribe sobre usted, pues no le estoy diciendo que yo a su se?ora va para cinco a?os que no la leo y vivo la mar de tranquilo? Mi vida ha dado un giro de 360 grados desde que no la leo". Me pareci¨® injusto, porque yo he hecho mucho por el mundo del taxi. Y aunque haya alg¨²n taxista que escupa, o que frene poni¨¦ndote el est¨®mago en la boca, yo voy a seguir siendo usuaria. Si el otro d¨ªa, por ejemplo, le dej¨¦ un euro de propina a un taxista s¨®lo porque se llamaba Abstinencio. Abstinencio... Nunca me he sentido m¨¢s segura al lado de un hombre.
Me acuerdo de aquel argentino que se subi¨® a la torre Eiffel para ver c¨®mo era Par¨ªs, sin ¨¦l. Tal vez yo me pregunte lo mismo cuando me vea subida en el avi¨®n. ?C¨®mo sobrevivir¨¢ la peque?a y mediana empresa sin m¨ª? Y a todo esto, Solbes callado como un muerto. Es muy fuerte, t¨ªa, este ninguneo sistem¨¢tico. Luego que no me venga con llantos: "Ay, vuelve, por favor, vuelve". Porque no. Se siente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.