Trayecto a la meditaci¨®n
Una ruta conduce en la Sierra de C¨®rdoba al lugar de recogimiento de los ermita?os
La Sierra de C¨®rdoba era el lugar al que acud¨ªan muchos guerrilleros republicanos huyendo de la muerte franquista. Pero tambi¨¦n es el sitio elegido por aquellos que esperan -desde el recogimiento, la meditaci¨®n y el rezo- que su vida acabe para nacer con la muerte. Estos eran los ermita?os que habitaron desde el siglo XIII algunas de las catorce ermitas de C¨®rdoba, de las que una no se conserva.
El calor acucia estos d¨ªas, por lo que es conveniente comenzar temprano la ruta. Acercarse al mediod¨ªa puede tornarse una temeridad, a pesar de la brisa que los altos cerros ermita?os, a m¨¢s de 400 metros de altura sobre la planicie cordobesa, ofrecen a menudo. El camino est¨¢ perfectamente se?alizado y comienza en el Parador Nacional de la Arruzafa, all¨ª donde se creo el primer jard¨ªn bot¨¢nico de Al-?ndalus.
A poco de comenzar la caminata, a¨²n se conserva una cueva eremita, un ejemplo m¨¢s de la predilecci¨®n de estos personajes por la Sierra de C¨®rdoba. Poco despu¨¦s, la Huerta del Patriarca describe un pasadizo hacia el pasado m¨¢s remoto, con uno de los escasos bosques aut¨®ctonos de encinas y algarrobos que asomaban a orillas del Mar Tetis, en la ¨¦poca c¨¢mbrica.
La senda es un hervidero de caminantes, incluso en d¨ªas laborables. Uno de ellos es Antonio Moreno, que acude a menudo con su amigo Jos¨¦ Fern¨¢ndez. "Para la meditaci¨®n es perfecto", afirma Moreno, uno de los 1.400 socios de la Asociaci¨®n de Amigos de las Ermitas de C¨®rdoba.
La ruta deambula entre estos bosques y se escarpa. Va dejando a las espaldas el cotidiano ruido de la ciudad entre los paseos distra¨ªdos y confiados de las liebres. "Tambi¨¦n hay cochinos jabal¨ªes", agrega Moreno. Todo ello entre encinas y pinos que, lejos de la contundencia frondosa, dejan hueco para volverse y decir hasta luego a la ciudad. En el complejo floral asoma un algarrobo centenario, que ha visto pasar por all¨ª a millares de paseantes.
La senda se hace por momentos m¨¢s duras. Desde los 150 metros en que comienza acaba en 400 metros de altura, cuyo repecho se centra en el final. Estas rampas, sembradas de bancos, son las que ofrecen un anticipo del regalo final a la mirada. Posiblemente son las mejores vistas de C¨®rdoba.
Llegados a la zona m¨¢s empinada, el camino tiene dos v¨ªas. La llamada cuesta de los pobres es la m¨¢s corta, pero una prueba de musculatura. Es la v¨ªa r¨¢pida para llegar a las ermitas, quiz¨¢s por eso la que tomaban quienes escasos de recursos, esperaban alg¨²n alimento de los monjes. En los momentos de fr¨ªo y lluvia, estos se refugiaban en la cueva de los pobres esperando comer algo. La otra es la cuesta del revent¨®n, m¨¢s extensa y que debe su nombre a la muerte que el esfuerzo propin¨® a uno de los caballos que conduc¨ªan a rey Alfonso XIII a las ermitas en 1913.
Superada una u otra cuesta, la carretera se?alada por grandes cruces lleva al hogar que los ermita?os dejaron hace 50 a?os a los Carmelitas Descalzos, comunidad que ahora la habita. Entre naranjos, cipreses y limones. Hay que pagar, pero merece la pena asomarse al balc¨®n que describe C¨®rdoba entera. ?sta genera un rugido apenas perceptible y diseminado por la banda sonora av¨ªcola.
Un mirador reflexivo
- C¨®mo llegar. La expansi¨®n urban¨ªstica en la Sierra de C¨®rdoba posibilita que muchos puedan comenzar la ruta desde casa, en la llamada carretera del Brillante. Pero se puede ir en coche o incluso en la l¨ªnea 13 del autob¨²s de C¨®rdoba, que nos deja en el Parador Nacional de la Arruzafa, que debe su nombre a la almunia que all¨ª construy¨® el primer emir Abd-El-Rahman I en el siglo VIII. Aqu¨ª comienza la ruta.
- Qu¨¦ ver. Las Ermitas de C¨®rdoba son un reducto de la meditaci¨®n casi en plena. No estaba tan cerca de la sierra la llamada civilizaci¨®n cuando fueron construidas entre los siglos XVII y XVIII. Los ermita?os ya abandonaron la sierra hace 50 a?os, pero ahora los Carmelitas Descalzos la habitan. Se conservan 13 de los 14 peque?os habit¨¢culos de dos austeras habitaciones. La entrada cuesta 1,5 euros. Incluso existe una peque?a hospeder¨ªa para quienes quieran salir del estr¨¦s al estilo de la tradici¨®n erem¨ªtica. Desde el mirador en el que el Obispo contemplaba en su sill¨®n, se contempla, con el aire reflexivo del entorno, toda la ciudad e incluso el Castillo de Almod¨®var del R¨ªo.
- Alternativa. Desde el mismo sill¨®n del Obispo, tambi¨¦n se otea otro castillo, el de la Albaida. Desde all¨ª mismo comienza otra ruta de unos 10 kil¨®metros que conecta con el Mirador de las Ni?as. Se trata de otra invitaci¨®n a la contemplaci¨®n: Restos de monasterios moz¨¢rabes, atalayas como la del Beato o la de las Siete Esquinas, cuevas, castillos, y miradores .
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