Hacia la fuente del r¨ªo Urederra

Parece como si el hombre nunca hubiera pasado por Urbasa. Hay pocas huellas o rastro de seres humanos, salvo las bordas o chabolas donde los pastores guardan sus enseres. Por el contrario, se puede ver un corzo dando saltos o un ¨¢guila volando en el cielo limpio y azulado, o a los alimoches, o, con mucha suerte, a la nutria zigzagueando a la orilla del musical r¨ªo Urederra. Urbasa es una orquesta de naturaleza.

Para gozar al m¨¢ximo del paraje, con el fin de descansar y reponer fuerzas, lo mejor es acomodarse en alguna de las casas rurales de los pueblos que bordean la sierra, como la casa de El Abuelo en Gollano o la de Aialusa en Baquedano. Y si de paso uno quiere disfrutar con unas apetitosas alubias rojas que no olvidar¨¢, a comer al hostal de Zudaire. Enfrente de estos tres pueblos, y abierto en un valle azulado, aparece poderoso el barranco del que brota el agua reci¨¦n nacida.

Dos caminos al nacedero

En el interior de la sierra descansa un caudaloso acu¨ªfero. El agua brota con fuerza en el nacedero del Urederra. Para llegar a ¨¦l se parte desde Baquedano, se atraviesa el pueblo y ah¨ª empieza la reserva natural. Hay una barrera y dos caminos, uno a cada lado, que llevan al nacimiento del r¨ªo. Proponemos realizar la ida por el de la izquierda y volver por el de la derecha. Si elegimos esa opci¨®n, al principio veremos pozas y cascadas de espuma adornadas con robles, espinos y boj. Y oiremos croar a la rana bermeja y deslizarse a la salamandra entre la hojarasca. Y todo con una mezcla de olor a r¨ªo y humedad. Una delicia.

Despu¨¦s de andar un rato, el paisaje cambia. Cerca del nacedero se distinguen colores marrones y rojos, y ahora en verano la gama de verdes de los arces, las hayas y las encinas. Se oye a petirrojos, cuervos, choas, buitres... y truchas salpicando en la parte baja del r¨ªo. La guinda la pone el p¨¢jaro picatroncos. M¨²sica arborescente. Se tarda una hora y media en llegar a paso normal.

El agua nace con alegr¨ªa de las entra?as de Urbasa. Por el r¨ªo, muy cerca del nacedero, se sumergen las nutrias, aunque es muy dif¨ªcil verlas, pues aparecen de noche o a primera hora de la ma?ana, cuando no hay gente. Son muy escurridizas. Encima del nacedero, oteando desde el cielo, los buitres planean en semic¨ªrculo en torno al roquedo. Y en raras ocasiones aparece uno de los pocos quebrantahuesos.

Queso artesanal

Merece la pena subir al ¨¢rea de interpretaci¨®n natural. Se llega en coche, aunque tambi¨¦n andando si se quiere. En el interior de la chabola del pastor o museo, la encargada del lugar explica el m¨¦todo tradicional de elaboraci¨®n del queso, desde que se orde?a la vaca hasta que se filtra con ortigas. Tambi¨¦n se habla de c¨®mo viv¨ªan los pastores en otro tiempo, cuando los colchones eran de brezo u hojas de ma¨ªz.

El paraje en lo alto de la sierra no se parece al del nacedero. Debido a la enorme extensi¨®n, musgosa y con peque?os bosques, se asemeja m¨¢s a una pradera gris¨¢cea cuyo l¨ªmite no se divisa en direcci¨®n norte. Se nota la humedad y el fresco del Atl¨¢ntico. La encargada del museo cuenta que por este agradable lugar se pueden hacer dos excursiones bien se?alizadas: la del monta?ero, que permite entrar en un bosque de hayas encantado, pues en el interior yacen formas de caliza que parecen figuras humanas, o la de las fuentes, en la que veremos una carbonera y el modo de hacer carb¨®n vegetal, y, por supuesto, varias fuentes. En ambas no es de extra?ar que nos crucemos con corzos, jabal¨ªes o zorros.