G¨¦nero
Cumpliendo su promesa electoral, que fijaba la prioridad en la lucha contra la discriminaci¨®n femenina, el Gobierno ha aprobado el anteproyecto de ley sobre la violencia de g¨¦nero, y lo ha hecho incluso antes de que se cumplan los 100 d¨ªas rituales de su toma de posesi¨®n. Tanta prisa puede ser tomada como precipitaci¨®n, ya que se desoyeron los consejos legales que suger¨ªan corregir en el texto del proyecto ciertas irregularidades jur¨ªdicas, en las que no soy competente para entrar. Pero esta decisi¨®n puede interpretarse tambi¨¦n como un claro mensaje pol¨ªtico (aunque tambi¨¦n electoral), un gesto simb¨®lico destinado a subrayar no s¨®lo la urgencia del problema sino sobre todo la voluntad del Gobierno de desafiar la resistencia de las instituciones masculinistas. Como la Real Academia, que pretendi¨® censurar el concepto de g¨¦nero, o el Consejo General del Poder Judicial, que tambi¨¦n ha intentado obstruir la soberan¨ªa del legislador con pretextos legalistas.
Respecto a la decisi¨®n de usar el t¨¦rmino violencia de g¨¦nero, en lugar de las otras alternativas propuestas (violencia dom¨¦stica, familiar, machista, etc¨¦tera), no puedo menos que apoyarla, para lo que me siento acad¨¦micamente autorizado tras 15 a?os impartiendo sociolog¨ªa del g¨¦nero en mis cursos de doctorado. Si la Real Academia acoge sin censura los anglicismos t¨¦cnicos, ?por qu¨¦ se resiste a aceptar los human¨ªsticos? Parece mentira que a estas alturas todav¨ªa haya que repetir lo obvio. Las diferencias de sexo son naturales porque est¨¢n gen¨¦ticamente determinadas, pero s¨®lo afectan a la funci¨®n reproductora, pues en el resto de capacidades ambos sexos somos id¨¦nticos; mientras que las diferencias de g¨¦nero son artificiales porque est¨¢n socialmente construidas, abarcando todas las esferas en que la dominaci¨®n masculina excluye, segrega o discrimina a las mujeres.
As¨ª, puestos a criticar el proyecto, se le podr¨ªa reprochar no haber sido del todo fiel al concepto de g¨¦nero. ?sta es la objeci¨®n que la feminista Elisabeth Badinter ha formulado contra las leyes que penalizan la violencia machista: "La condena colectiva de un sexo es una injusticia que denota sexismo" (Por mal camino, p¨¢gina 69, Alianza, 2004). Pues condenar a los varones por el s¨®lo hecho de serlo significa caer en el esencialismo, sustituyendo la perspectiva de g¨¦nero por el prejuicio sexista que parte como a priori de la presunci¨®n de culpabilidad masculina. Y proteger a las mujeres por la sola raz¨®n de su sexo implica perpetuar el tradicional prejuicio mis¨®gino que las reduce a la condici¨®n de sexo d¨¦bil, necesitado de tutela como si fuera una eterna minor¨ªa de edad: vulnerable, dependiente y pasiva v¨ªctima inocente del acoso masculino. El hombre sujeto y la mujer objeto: tanto del deseo como del crimen. De aqu¨ª a la inquisitorial caza de brujos (sic) no hay m¨¢s que un paso, que esta futura ley no deber¨ªa dar.
Por lo dem¨¢s, no hay que abrigar demasiadas esperanzas sobre la eficacia de las leyes penales para la represi¨®n de la violencia de g¨¦nero. El derecho penal s¨®lo es eficaz contra los delitos instrumentales, como el robo o el fraude, el¨¢sticos a su penalizaci¨®n, pero no tanto contra los delitos expresivos, como la violaci¨®n o la pedofilia, que son intratables penalmente porque son inmunes a su penalizaci¨®n. Esto explica que la mayor prevalencia de la violencia de g¨¦nero se d¨¦ en los pa¨ªses m¨¢s avanzados e igualitarios, como son los anglosajones y escandinavos. En consecuencia, lo que deber¨ªa hacer una ley como ¨¦sta es insistir sobre todo en los factores preventivos, mucho m¨¢s que en los represores o punitivos. Pero para prevenir la violencia machista los tribunales penales resultan ineficaces, pues lo que hace falta sobre todo son servicios sociales de mediaci¨®n en conflictos familiares. En efecto, la violencia dom¨¦stica no se reduce al crimen machista, pues tambi¨¦n los mayores y los menores caen v¨ªctimas del abuso familiar, cuya autor¨ªa ya no es de la exclusiva responsabilidad masculina. Y para prevenir esta violencia de puertas adentro los jueces y polic¨ªas de poco sirven, pues lo ¨²nico que funciona es la mediaci¨®n familiar.
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