M¨¢s all¨¢ de la palabra
Hasta hace relativamente poco tiempo, Reinhart Koselleck era un perfecto desconocido para el lector en lengua castellana. A pesar de la temprana traducci¨®n, en 1965, de Cr¨ªtica y crisis, no fue hasta 1995, fecha en que la editorial Paid¨®s tuvo la feliz iniciativa de publicar su obra m¨¢s representativa, Futuro pasado, que el nombre de este importante te¨®rico de la historia empez¨® a obtener el eco que sin duda merec¨ªa. La posterior aparici¨®n de otros textos -entre los cuales merece la pena destacar Estratos del tiempo, su di¨¢logo con Gadamer, Historia y hermen¨¦utica, o el m¨¢s reciente Aceleraci¨®n, prognosis y secularizaci¨®n- ha contribuido a hacer algo m¨¢s familiar entre nosotros a este autor, al tiempo que ha proporcionado la oportunidad de contextualizar de manera m¨¢s adecuada su propuesta. Con tales premisas, se puede decir que este historia/Historia que nos disponemos a comentar aparece en un momento ciertamente oportuno.
HISTORIA/HISTORIA
Reinhart Koselleck
Traducci¨®n e introducci¨®n
de Antonio G¨®mez Ramos
Trotta. Madrid, 2004
153 p¨¢ginas. 12 euros
Pero la oportunidad de este librito no tiene que ver s¨®lo con el hecho de que por fin se den las condiciones te¨®ricas para una correcta interpretaci¨®n del mismo, sino que afecta de lleno a su contenido. Seg¨²n se?ala acertadamente el introductor del volumen, Antonio G¨®mez Ramos (quien adem¨¢s ha llevado a cabo una impecable tarea de traducci¨®n), sus p¨¢ginas -como, por lo dem¨¢s, la entera obra de este autor- habr¨¢n de resultar de utilidad para quien est¨¦ interesado en responder a una cuesti¨®n de indudable importancia, la de qu¨¦ significa ser moderno. S¨®lo que dicha cuesti¨®n, en vez de plantearse a trav¨¦s del habitual procedimiento de analizar la vigencia mayor o menor de determinadas instancias y valores (raz¨®n, progreso, etc¨¦tera), va a ser abordada con una metodolog¨ªa propia.
Koselleck es el iniciador, junto con Otto Brunner y Werner Conze, de lo que se suele denominar "historia de los conceptos" o "historia conceptual" (Begriffsgeschichte). Siguiendo la estela de Dilthey, nuestro autor entiende el concepto como una realidad que va m¨¢s all¨¢ de la mera palabra. Un concepto es una palabra, desde luego, pero que acoge experiencia, y la acoge de una manera determinada, a saber, estableciendo determinados horizontes, que son l¨ªmites para la experiencia posible y para la teor¨ªa pensable. Ello implica, por utilizar los t¨¦rminos del propio Koselleck, que un concepto no es s¨®lo un indicador de los contextos que engloba, sino que constituye tambi¨¦n un factor suyo. Dicho de otra forma: tiene un doble valor o utilidad, t¨¦orica y pr¨¢ctica. Sostener entonces que la lucha social tiene mucho de combate por el concepto correcto, o incluso que representa una suerte de guerra civil sem¨¢ntica, no tiene nada de exagerado. A fin de cuentas, es s¨®lo por medio del concepto c¨®mo el individuo alcanza a vivir de manera inteligible -aunque conflictiva, tambi¨¦n hay que observarlo- sus experiencias hist¨®ricas.
Pues bien, podr¨ªa resumirse
el contenido de este librito afirmando, sin ¨¢nimo alguno de jugar con las palabras, que lo que en ¨¦l se nos ofrece es una historia conceptual del concepto de historia. Con un matiz b¨¢sico que nos devuelve a lo se?alado con anterioridad: el concepto "historia" es m¨¢s que un concepto hist¨®rico fundamental; es el concepto moderno por excelencia. Por supuesto que en cualquier ¨¦poca y en cualquier cultura se han contado historias como forma de hacer enunciable y soportable el paso del tiempo. Pero hay que esperar hasta poco antes de la Revoluci¨®n Francesa para que surja el concepto de historia o, por utilizar de nuevo el propio lenguaje de Koselleck, la "historia en s¨ª" o "historia sin m¨¢s". En tanto que historia del mundo, ella recoge todas las historias precedentes para redimirlas, esto es, para darles sentido, tanto a ellas como a las acciones humanas que de ellas se derivan. Salta por los aires de este modo la t¨®pica contraposici¨®n entre escribir historia y hacerla. No son dos actos diferentes, sino dos caras de lo mismo. Donde de veras hay un abismo es entre lo vivido y lo esperado (o temido) o, de nuevo con los t¨¦rminos de nuestro autor, entre experiencias y expectativas. ?Cu¨¢l es el signo de dicha tensi¨®n? No est¨¢ predeterminado, sin duda, pero conviene recordar el punto de partida para extraer de ¨¦l las consecuencias pertinentes: la modernidad nace, para Koselleck, con la experiencia de que los acontecimientos suelen frustrar las expectativas. Acaso en esto consista, finalmente, ser moderno: en aprender a habitar en dicha decepci¨®n.
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